Juegos Suramericanos
Hacen falta políticas más efectivas para desarrollar el potencial deportivo del país.
El viernes terminó en Cochabamba la undécima versión de los Juegos Suramericanos con un acto apoteósico en el que Bolivia confirmó su capacidad de organizar y ejecutar eventos como éste, que reunió a 4.013 atletas de 14 países, que compitieron para consagrarse entre las y los mejores de sus respectivas disciplinas deportivas.
A lo largo de los 14 días que duró el evento, entre el 26 de mayo y el 8 de junio, se entregaron 1.222 preseas de oro, plata y bronce. Colombia fue el gran ganador en el palmarés, pues sus atletas llevaron a casa 239 medallas, la mayoría de ellas doradas; Brasil ocupó el segundo lugar, con 204 preseas; y Venezuela logró el tercer puesto, con 157 medallas.
Bolivia quedó en décimo lugar, con 34 medallas en total: cuatro de oro, 15 de plata y 15 de bronce. Por detrás quedaron Panamá, Surinam, Aruba y Guyana, con logros aún más modestos. Sin embargo, es evidente que las y los atletas bolivianos que llegaron al podio llenaron de satisfacción a sus familias, sus regiones y a todo el país, pues pusieron alma y cuerpo en la competencia agonística.
Los titulares periodísticos que dieron cuenta de los logros bolivianos ayudaron prácticamente desde el inicio de la competencia a diluir las críticas que desde algunos equipos se le había hecho a la organización, pues se denunció que muchos atletas nacionales no habían recibido apoyo del Estado para financiar su entrenamiento, o que las condiciones del alojamiento no eran las mejores.
Los logros deportivos de la delegación boliviana también ayudaron a olvidar los malos momentos de la inauguración, cuando se intentó evitar manifestaciones de consignas opositoras al Gobierno en el escenario deportivo, y una desafortunada declaración del Gobernador de Cochabamba, que por sus palabras fue prontamente etiquetado de discriminador y regionalista.
Con todo, también quedó la certeza de que, en general, el país sigue sin poder desarrollar su potencial deportivo por falta de políticas más efectivas de incentivo a la práctica de las diferentes disciplinas atléticas. Fue generalizada la opinión de que en lugar de ofrecer jugosos premios a quienes obtuviesen los primeros lugares se dispusiera ese dinero para crear condiciones que favorezcan la excelencia en la práctica de las y los deportistas. Es probable que el asunto sea más complicado que solo utilizar el dinero de otra manera, pero eso no quita la certeza de que no se hace lo suficiente en ese rubro.
El país puede, pues, enorgullecerse de la calidad en la organización y ejecución de los Juegos Suramericanos más grandes de la historia, así como de la pasión y entrega de las y los atletas galardonados, pero precisamente por esta potencialidad es que urge, también, hacer más esfuerzos para mejorar la práctica de deportes para los que es evidente que hay grandes talentos esperando su oportunidad.