Frente a la voracidad del sistema consumista moderno, que utiliza y contamina muchos más recursos de los que el planeta puede volver a crear y limpiar en un año, resulta cada vez más imperioso que los Estados y las empresas hagan mayores esfuerzos en procura de armonizar sus metas económicas y financieras con principios ecológicos como el reciclado virtuoso.

Este principio, que consiste básicamente en reemplazar lo viejo por lo nuevo, no es desconocido para la mayoría de las personas ni las industrias. De hecho, se trata de un fenómeno que ocurre todos los días en la naturaleza. Cuando un organismo muere, la biosfera recupera su sustancia y la reinserta en el planeta a través de procesos evolutivos de reciclaje. Este ciclo mantiene el valor de los insumos sin perder su calidad ni desempeño, y sin duda constituye un excelente ejemplo de cómo deberíamos proceder a la hora de producir productos. Pero aún son muy pocas las industrias que generan bienes reciclables, dando lugar a la acumulación de basura contaminante en grandes proporciones. Y aquellos que sí emplean procesos de reciclaje no logran mantener el valor original de los productos.

A pesar de ello, en algunas regiones se están dando pasos importantes para promover este proceso de reciclaje en diferentes actividades. En el país El Alto es en muchos sentidos pionero de esta actividad. Por ejemplo, en esa ciudad existen 12 tiendas de acopio y reciclaje de basura registradas legalmente en la Alcaldía, y al menos otras 100 que trabajan sin licencia municipal. Además, no son pocos los pobladores de aquella urbe que sorprenden con su inventiva a la hora de crear nuevos productos con materiales reciclados.

Por caso, en julio de 2015 La Razón publicó un reportaje sobre Esteban Quispe, un joven autodidacta de 17 años que creaba robots con objetos que reciclaba de la basura. La creación más sobresaliente de Esteban era un robot similar al personaje Wall-E de Walt Disney y Pixar. De igual manera, el domingo pasado uno de los protagonistas de la revista Escape fue Valentín Apaza, otro poblador de El Alto que desde hace varios años encontró en las llantas usadas que los pobladores descartan un insumo clave para elaborar sillas y muebles, cuya venta posterior le permite cubrir las necesidades de su familia.

Para tal efecto, Valentín no solo recicla los neumáticos de los vehículos para armar las partes de mayor superficie como los asientos, sino también los de las motocicletas, que utiliza para armar los espaldares y otras piezas. Se trata sin duda de un excelente ejemplo que pone en evidencia que el cuidado del medio ambiente depende en gran medida del ingenio, perseverancia y voluntad de las personas; virtudes que a muchos pobladores les sobra y que deberían ser potenciadas por las instituciones públicas.