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Campesinado, episodios del noventa

Las conocidas guerras “del agua” y “del gas”, “octubre negro” y otras conexas ocurridas en la pasada década se relacionan con las luchas campesinas en nuestro imaginario. No obstante, ¿qué ocurrió en el decenio de 1990? A continuación comento algunos episodios del movimiento campesino ocurridos en la zona andina durante ese periodo.

En aquel entonces, pasajeros casuales transportaban (en camiones) fotocopias impresas para las autoridades originarias y secretarios generales de los sindicatos, cuando retornaban de las urbes a sus comunidades remotas. A su vez, los dirigentes sindicales distribuían aquellos documentos a las bases sociales utilizando diversos métodos. Se trataba de convocatorias, votos resolutivos, instructivos y manifiestos con nutridos sellos y firmas. Sobresalían las proclamas populares como: “Por la tierra, el poder y el territorio. Jallalla Túpac Katari, jallalla Bartolina Sisa”.

Por medio de estas proclamas se convocaba a los comunarios a presentarse a las marchas de protesta y a los puntos de bloqueo de carreteras en sus respectivas regiones, en conformidad con las determinaciones orgánicas adoptadas por sus entes matrices y dirigentes. También había llamados a viajar a las ciudades capitales para participar en eventos informativos y formativos (seminarios, talleres), en los que presenciaban la elaboración de pliegos petitorios a los diferentes niveles de gobierno. Esa forma de involucrar a los campesinos indígenas, generalmente despolitizados, con los conflictos nacionales se convirtió en algo habitual incluso hasta años recientes. A ello se añadía la frágil capacidad de mando de las direcciones sindicales con las que enfrentan a los gobiernos neoliberales.

El desconcierto puso en evidencia conflictos entre los “oficialistas” financiados y promovidos por el Estado y los “independientes”, caracterizados por su apego a la autonomía sindical respecto a los gobiernos de turno. Además, estos últimos combatían entre los militantes del Movimiento Bolivia Libre (denominados “mblistas”), del Eje de Convergencia (“ejistas”), del Movimiento Campesino de Base (“mcbistas”), kataristas de la vía electoral y guerrillera, socialistas (Izquierda Unida) y otros. Todos afirmaban tener legitimidad y atributo revolucionario para dirigir y defender al campesinado.

Los enfrentamientos internos podían percibirse desde prolongados debates ideológicos en congresos y ampliados hasta refriegas físicas. Malversaban fondos recibidos del exterior, ocupaban sedes sindicales, intervenían la testera de los congresos nacionales destituyendo a sus ocasionales directivos y expulsaban de la militancia sindical a los dirigentes. Las disputas entre las dirigencias del campesinado boliviano en los años 90 eran evidentes. Óscar Salas, prestigioso dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB), oficiaba de mediador, llamando a congresos de unidad, cuyos acuerdos resultaban en nuevas rupturas. En consecuencia, las movilizaciones exhibían in situ sucesivos fracasos, como era de esperar.

Los sindicalistas inexpertos aprendieron valiosas lecciones de esa desalentadora situación, oyeron debates fecundos, se alinearon con grupos militantes y simpatizaron con los excepcionales oradores bilingües y hasta trilingües (quechua, aymara y español). Ellos y ellas, en lugar de bajar las manos, más bien se formaron y motivaron para continuar en la carrera sindicalista, adoptando como forma de vida las convicciones aprendidas. Actualmente residen en sus comunidades, sin participar en la refriega de la dirigencia sindical actual. Precisamos aprender del legado de aquellos protagonistas de los 90.