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Pañuelitos verdes

Tenían que congregarse para ir a una reunión, pero muchas de ellas no se conocían. Idearon entonces una fórmula para reconocerse. Todas ellas debían llevar uno de los pañales de sus hijos desaparecidos alrededor del cuello o en la cabeza. Convertido en pañuelo, en símbolo de lucha, debía llevar bordado el nombre del retoño buscado. Luego decidieron desbordarlo, pues la lucha era por todos. Y ahora centenares de millones de jóvenes, que bien podrían ser sus nietas o bisnietas, llevan al cuello el pañuelo verde para luchar por el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

Estuve ahí, pues un viaje que realicé a Buenos Aires coincidió con el multitudinario cerco al Congreso hasta que se logró algo histórico: la mayoría de los diputados, pequeña pero mayoría al fin, aprobó la despenalización del aborto. Ya sé que falta la sanción del Senado, pero con tantos miles en las calles, tengo fe en que esta norma sea finalmente promulgada.

Pero volvamos a ese jueves histórico sobre la avenida Callao: la mayoría eran chiquillas entre 15 y 25 años. Muchas estaban acompañadas por sus madres e incluso por sus abuelas. También había algunos, una clara minoría, hombres, hermanos, parejas, en fin, compañeros.

Su alegría, su entrega, su sacrificio de estar toda la noche sufriendo frío y sueño me ganaron el corazón. La movilización coincidió con una ola de frío glacial, pero las chiquillas saltaban, gritaban y al final lloraban, de alegría, de la inmensa felicidad de saber que son dueñas de su propio destino. Y me dije: —Hay futuro, con estas chicas hay un inmenso futuro.

Los combatientes de mi generación y de la anterior conquistaron la democracia. Soñó con un gobierno popular que construyera escuelas y hospitales, y lo logró. Y estamos a punto de pasar la posta para que nuestros hijos nos den nuevos amaneceres, para lograr el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto también en Bolivia.

Por supuesto que los acompañaremos. Lucharemos codo a codo y hombro a hombro. Porque la vida está en esa lucha. En la construcción de una mejor sociedad para todos. Con un Estado fuerte, pero también con una economía plural y libre. Sin racismo y sin propiedad sobre el cuerpo ajeno.

Y todo esto me recuerda al subcomandante Marcos y esa frase que hizo historia en 1996: “La libertad es como la mañana. Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y caminan la noche para alcanzarla”. Hoy nuestros hijos caminan la noche… con sus pañuelitos verdes.