Incertidumbre global
Se ha roto el consenso político sobre los beneficios del libre comercio en varios países centrales.
La economía global ha entrado en una fase de profunda incertidumbre. Los conflictos comerciales entre las grandes economías están creciendo, y las turbulencias cambiarias se amplifican. Este escenario no tiene que ver solo con problemas en la política económica, sino también con la emergencia de nuevos equilibrios geopolíticos.
El proteccionismo impulsado por el gobierno de Trump se está traduciendo en cambios reales en las políticas comerciales de EEUU, las que a su vez están alentando medidas de retaliación en China, la Unión Europea y otros países afectados. Se corre el riesgo de entrar en una espiral de acción-reacción capaz de disminuir el comercio, reestructurar los flujos de intercambio y afectar el crecimiento a escala global.
Al mismo tiempo, el endurecimiento de la política monetaria estadounidense está desestabilizando los mercados de capital de las economías emergentes, ya que el acceso a financiamiento externo se está haciendo más caro y aumentan las presiones para devaluar la moneda en los países más vulnerables. La grave crisis cambiaria argentina y las turbulencias brasileñas que se han observado esta semana son evidencias de este fenómeno.
La novedad es que este contexto está asociado a una ruptura del consenso político sobre los beneficios del libre comercio en países centrales. No es que se esté abandonando la economía de mercado o el intercambio de mercancías, sino que estos mecanismos se están articulando cada vez más a consideraciones geopolíticas y de priorización de los equilibrios sociopolíticos internos de cada uno de los países. Estamos viendo la emergencia de un mundo en el que los mercados convivirán con nacionalismos económicos vigorosos y en algunos casos, muy egoístas. En este nuevo escenario, los desafíos económicos futuros para Bolivia van ir más allá del debate simplificado sobre la necesidad de un mayor alineamiento con políticas económicas promercado o, por lo contrario, más estatistas.
Desde hace una década, el país ha elegido una vía heterodoxa que hace convivir mercados y un nacionalismo desarrollista, orientación que guarda similitud con ciertas tendencias mundiales. La cuestión es cómo hacerla más eficiente y, sobre todo, que sea capaz de adaptarse a una situación novedosa con oportunidades, pero también riesgos. Por una parte, podríamos beneficiarnos de los posibles cambios en los flujos de comercio entre China, EEUU y América Latina; por ejemplo en el caso de los productos agroindustriales. Pero por otro lado, podríamos sufrir por el aumento de la incertidumbre cambiaria o por el encarecimiento del financiamiento de los desequilibrios macroeconómicos.
La inercia no es lo más aconsejable cuando todo se mueve a nuestro alrededor; tampoco la acción irreflexiva, desinformada o ingenua. Requerimos políticas económicas y diplomáticas coherentes.