Icono del sitio La Razón

¿Tibio? Ni el amor ni el café…

Para un amor o un café no existe (o no debería existir) lo tibio. Los amores se gozan en el fuego de la pasión y un café se disfruta en el calor que sosiega el cuerpo. Y es que lo tibio es aborrecido hasta por Dios. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio te vomitaré de mi boca”, sentencia la Biblia en el capítulo 3 (versículos 14 y 15) del libro de Apocalipsis.

A pesar de que los proverbios populares y la palabra divina advierten sobre el error de ser tibio, muchos pecamos con ese profundo mal. La tibieza de un amor causa dolor, tristeza y la ruptura de un corazón. La tibieza de un café deja una desagradable sensación de insatisfacción. A esas dos deplorables tibiezas le sumaría: ¿Tibio? Ni un amor, ni un café, ni una opinión. La tibieza de una opinión es la que permite que las injusticias no sean criticadas y la indiferencia prevalezca.

En el tiempo en que llevo como redactor, he podido observar cómo varios colegas de La Razón y de otros medios de comunicación son solo máquinas que repiten la información que obtienen, sin cuestionar, sin responder y sin opinar. Algunos escudados por la cuestionada y debatida objetividad periodística.

Pero, ¿cuánta objetividad puedes tener ante un enfermo de cáncer que pide, que implora, atención en salud?, ¿cuánta indiferencia puedes guardar ante una niña violada o ante los constantes feminicidios?, ¿cuánta poca importancia puedes mostrar ante las miles de mujeres que mueren día a día por abortos clandestinos e ilegales?

Pienso que, separando los géneros periodísticos de información y de opinión, en el segundo es deber de cada comunicador decir de manera clara lo que piensa sobre tal o cual tema.

Muchos colegas no demuestran su inclinación o visión por temor a ser criticados o sepultados por ejemplo en las redes sociales. Los comunicadores se han convertido en gente que quiere caer bien a todos. Yo prefiero ser odiado por lo que pienso que amado por intentar caerle bien al mundo entero.

“¿Como periodista deberías ser objetivo, al final de qué lado estás?”, me dijeron más de una vez, y respondí: “Del lado de lo correcto, de lo justo, del indefenso, de lo racional y del bien común”.

Considero firmemente que un periodista que no opina es un periodista que no piensa. Es necesario que los responsables de la comunicación no sean solo máquinas que transfieren información, sino personas que propugnen debates y generen cambios, cuestionen, critiquen, respondan, razonen, actúen, escudriñen, elucubren… No necesitamos más periodistas tibios que solo reproducen consignas.