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Tuesday 3 Oct 2023 | Actualizado a 21:34 PM

Demanda inviable

El pedido de la UPEA de modificar la Ley 031 para recibir el 2% de la coparticipación tributaria es inviable.

/ 5 de julio de 2018 / 03:54

Tal parece que el conflicto iniciado hace ocho semanas por la Universidad Pública de El Alto (UPEA) en demanda de más recursos financieros para sostener su funcionamiento ha llegado a un punto de estancamiento, debido a que la solución propuesta por los movilizados, modificar la ley que establece el porcentaje de recursos por coparticipación que le corresponden, es inviable.

Semanas atrás, cuando el conflicto parecía estar en su punto más alto, el Gobierno accedió a destinar este año Bs 70 millones adicionales para equilibrar el presupuesto de la casa de estudios superiores alteña, mas la propuesta fue desestimada casi inmediatamente y contrarrestada con la idea de cambiar la Ley 195, que modifica dos párrafos de la Ley 031, de Autonomías y Descentralización. La idea propuesta es elevar la participación de la UPEA de 0,355% de los recursos de coparticipación tributaria (Bs 144 millones) a 2% (Bs 600 millones).

Aunque las autoridades del Ministerio de Economía y Finanzas se comprometieron a estudiar la posibilidad, más pronto que tarde anunciaron que no era posible semejante modificación, no solo porque afectaría la distribución de recursos de coparticipación, sino también porque la administración de la universidad alteña hasta ahora no ha sido capaz de transparentar sus cuentas y explicar la causa del déficit que ha provocado la crisis económica por la cual se moviliza su aguerrido estudiantado.

Con el objetivo de conocer la posición de las demás universidades públicas del país respecto de la propuesta alteña, pues de darse paso al cambio de la Ley 195 éstas verían mermados sus ingresos por coparticipación, La Razón entrevistó a los rectores de 10 casas de estudios superiores, quienes rechazaron de manera unánime la idea enarbolada por la UPEA.

Así, las máximas autoridades de las universidades Gabriel René Moreno, Mayor de San Simón, Mayor de San Andrés, Amazónica de Pando, Autónoma del Beni, Autónoma Juan Misael Saracho y Nacional de Siglo XX rechazaron la iniciativa por considerar que afectaría a todo el sistema universitario, que inspiraría idénticas demandas de otras instituciones y, finalmente, recomendaron a las autoridades de la UPEA pensar en el sistema universitario y, sobre todo, transparentar sus cuentas.

En las universidades Técnica de Oruro, Autónoma Tomás Frías y Mayor San Francisco Xavier prefirieron no emitir opinión, pero afirmaron que la UPEA por una parte debe someterse a auditorías y, por otra, que es un asunto que debe ser resuelto entre la universidad alteña y la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

Ciertamente no resulta fácil encontrar una salida al conflicto que ha creado la universidad de El Alto, y lo peor es que hace tiempo que las adhesiones políticas que había logrado cosechar están desapareciendo de a poco y hasta convirtiéndose en hastío, sobre todo de quienes ven afectadas sus actividades cotidianas por las marchas y actos de protesta. La UPEA debe revisar su posición y demandas.
 

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El conflicto no es el final

Son tiempos del posevismo, donde el conflicto estará presente en cada coyuntura política que surja

Mario Vega Yáñez

/ 3 de octubre de 2023 / 09:20

El conflicto no es fin, no es caos irremediable, no es el apocalipsis. El conflicto forma parte de la existencia humana y es necesaria, para mantener a una comunidad cohesionada en tanto su objetivo no sea la destrucción del otro, tal como lo retrata Simmel (2019) en su libro El conflicto. Sociología del antagonismo. El conflicto también es un paso necesario para esas mudanças de la vida política para mantener una comunidad viva.

El conflicto interno del MAS aporta, a mi parecer, dos elementos que quiero comentar: el primero, es que esta batalla va a terminar por cerrar un ciclo de mayorías absolutas; y segundo, que estamos presenciando un viraje en la configuración política de los escenarios de disputa de poder en el país.

Lea también: El MAS: En búsqueda de un ‘otro’

El MAS ha decidido identificarse por alas, la del Gobierno actual y la del partido histórico. Juntos tienen un enemigo en común que gradualmente lo han ido reduciendo y debilitando hasta el punto que deja de ser una amenaza que siga sosteniendo una alianza dentro del partido por encima de los intereses. El enemigo ha pasado de ser externo a construir uno interno que ha marcado la división que venía produciéndose desde tiempo atrás en las filas del MAS, originando la presente batalla.

Al tratarse de una batalla anunciada, partimos del principio que las dos fuerzas, arcistas y evistas, son conscientes que sus fuerzas son equiparables a la de su rival, que por tanto puede luchar y tener posibilidades de ganar, caso contrario el combate directo no sería una de sus estrategias. De verse uno de los bandos sobrepasado o su posible victoria amenazada, buscará alianzas con otras partes para encarar la batalla y asegurar el triunfo, lo que significa sentarse a negociar y acordar ciertos puntos con un otro, pero además deberá construir discursivamente para la sociedad un nuevo vacío significante en palabras de Laclau (2015), que sirva como discurso que legitime tal alianza. El MAS fue uno de los partidos que marcó la época de los gobiernos populares de izquierda en América Latina en los años 2000 y que como muchos no necesitó de buscar alianzas para garantizar la gobernabilidad que requiere un sistema presidencialista, una lógica política que hoy en día y bajo las actuales circunstancias, se ve amenazada.

Como segundo punto: La dinámica política del país tiende a cambiar su centro de disputa del poder. Si bien a partir de los años 80, con el retorno de la democracia, el escenario fue un congreso como arena de disputa y los partidos políticos como actores, durante los años 2000 y la consolidación de una mayoría parlamentaria llevaron la disputa al interior de un partido con los movimientos sociales como actores en torno a una estructura encabezada por Morales como un juez. Hoy el escenario parece virar hacia un punto donde los sectores sociales como actores políticos con alta influencia, disputarán sus diferencias ya no dentro del partido, sino en la institucionalidad del Estado como es la Asamblea Legislativa.

Esta dinámica no es la misma que la de los años 90. Los partidos mantuvieron en ese entonces una estructura elitista, basada en los valores de un liberalismo democrático y asentados en las áreas urbanas; hoy, y luego de un proceso largo de fortalecimiento institucional enfocado al área rural, los actores encuentran en los movimientos sociales y su forma de organización basada en valores del sindicato, el espacio para tener una representación política directa en el parlamento que no encontraban antes si no era a través de un partido político. Su invisibilidad estuvo marcada por el caudillo que generó un escenario en el cual no necesitaban manifestar sus demandas directamente al Estado, sino a través de la estructura del MAS de Morales en el gobierno.

Son tiempos de cambio, son tiempos del posevismo, donde el conflicto estará presente en cada coyuntura política que surja, cada escenario será una disputa encarnizada por debilitar al otro y ganar ese terreno de cara a las elecciones.

(*) Mario Vega Yáñez es politólogo y docente de la UMSA

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‘Libros prohibidos’

Matthew Walther

/ 3 de octubre de 2023 / 08:46

Si pasa por delante de cualquier librería o biblioteca en Estados Unidos, es probable que encuentre un cartel que le exhorte a «Leer un libro prohibido». ¿Cuál, siempre me pregunto? ¿Un misal católico romano cuya impresión o posesión era ilegal en la Inglaterra isabelina? No, este no es el contrabando que tienen en mente las librerías y bibliotecas.

Los estadounidenses se han visto sometidos al vago incentivo de leer un libro “prohibido” desde 1982, cuando la Asociación Estadounidense de Bibliotecas y otros grupos comenzaron a promover la Semana del Libro Prohibido, un empalagoso festival de autoengrandecimiento liberal que se celebra anualmente (si ese es el verbo correcto) por editores y libreros. Este año se realizará del 1 al 7 de octubre. La Semana del Libro Prohibido es, o debería ser, eminentemente ridícula. Sus defensores comercian con la moneda moral del desafío, pero en la práctica están haciendo lo contrario: intentar cosificar un consenso.

Eche un vistazo a los libros “más prohibidos y cuestionados” de 2010 a 2019, según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas. Muchos son caballos de guerra del inglés de secundaria, con millones de copias impresas. Otras son novelas de fantasía de gran éxito como Los juegos del hambre. La lista para 2022 está dominada por historias sobre la mayoría de edad sexualmente explícitas y con inflexión política.

Estos no son textos parias. Lo que la Asociación Estadounidense de Bibliotecas quiere decir cuando da a entender que un libro ha sido prohibido es que, habiendo sido típicamente comprado con fondos públicos por una biblioteca o escuela, posteriormente ha sido “desafiado”. como objeto de un único comentario crítico por parte de un cliente o de un padre. Si después de este desafío un libro es retirado de la biblioteca, o si se restringe el acceso a él de alguna otra manera, o incluso si permanece en la colección, ahora pertenece a la Semana del Libro Prohibido.

Ésta es, desde cualquier punto de vista, una definición absurda de prohibición. Independientemente de si los administradores desean reconocerlo, las bibliotecas están en deuda con las comunidades a las que aparentemente sirven (y de las que dependen para su financiación) y sus valores predominantes. Y si el mero hecho de que un libro no esté disponible en una biblioteca determinada equivale a su prohibición, entonces prácticamente todos los cientos de miles de libros que se publican en Estados Unidos cada año han caído en conflicto con un régimen de censura. Por eso, en lugar de verse sujetos a campañas literarias al estilo del Día Nacional del Donut, sería mejor para los estadounidenses verse obligados a plantearse la cuestión de por qué la lectura debería necesariamente estar investida de algún tipo de significado público inherente. ¿Disfrutar de una novela o una biografía es un acto performativo comparable a enarbolar la bandera ucraniana o llevar una gorra MAGA? Si es así, los enemigos de la literatura ya han ganado.

(*) Matthew Walther es columnista de The New York Times

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Tropezando en la misma piedra

Por eso surgen las interrogantes: ¿Quien hizo el proyecto de la refinería de zinc?

José Pimentel Castillo

/ 3 de octubre de 2023 / 08:42

La postergación del inicio de la producción de la planta industrial de carbonato de litio es una caída en la política de industrialización y una pérdida económica para el país.

¿De dónde viene el tropezón? De la poca fe en el proyecto. Se lo ha denostado: baja recuperación, proceso largo, baja producción y de calidad, etc., que influyen en el deseo de continuarlo, olvidando que es lo único que tenemos y a punto de parir para entrar al mercado internacional del litio, conceptos que se originan en los que se oponen al desarrollo de una empresa nacional y claman la presencia de las transnacionales, para lo cual niegan los avances logrados en el gobierno de Evo Morales Ayma.

Acá vale la pena recordar la función de los actores, los actores políticos quienes, para justificar sus críticas, eligen otro camino: negocian, acuerdan y anuncian fechas; pero cuando se trata de avanzar en lo concreto, delegan a la parte operativa, Yacimientos del Litio Boliviano (YLB), que licite, negocie y logre un acuerdo, mientras tanto descuida su tarea específica, que es poner en marcha la planta industrial de producción de carbonato de litio.

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¿En este sentido, qué tiene que hacer la gerencia de YLB? Administrar la producción piloto de carbonato y la industrial de cloruro de potasio, mantener y ampliar las piscinas de evaporación, garantizar la dotación de gas y a la vez hacer una fiscalización al montaje de la planta de carbonato de litio y la dotación de agua, contratos que tienen plazos perentorios de ejecución y son de llave en mano, es decir que tienen que entregarse funcionando. Tareas múltiples y precisas de cuya ejecución depende el éxito de la industria del litio. Tratar de correr paralelamente, ejecutando el proyecto de extracción directa de litio, es sobrecargar, con los resultados conocidos.

Si se quiere buscar otro camino se debe crear una unidad de proyectos que estudie, negocie y viabilice las nuevas ideas, mientras ministro y viceministro se dediquen a definir políticas y normas para apoyar en la coordinación a nivel gubernamental.

La remoción del gerente, sin ninguna responsabilidad ejecutiva, no soluciona el problema si no se cambia la hoja de ruta; esperamos que la nueva gerenta ponga en marcha el proyecto de la producción del litio, tarea que no solo nos traerá ingresos económicos, $us 350 millones por año, sino que elevará y diversificará nuestra capacidad productiva, creando una masa laboral con conocimientos científicos, y sentará las bases para avanzar en la industrialización del litio.

La historia no es nueva: en Huanuni el ingenio Lucianita, después de 10 años, no es operado por la empresa estatal; en la fundición de Vinto el montaje del horno Ausmelt demoró cinco años en vez de dos; en Colquiri la construcción del ingenio está tomando cinco años cuando debió tomar dos, el Mutún debía entregarse en 2021. Todo por delegar la ejecución de proyectos a empresas cuya función principal es producir, acción en sí que requiere de mucha atención, buscando cumplir con una función esencial: crear excedentes económicos para el Estado.

Hoy se repite la historia, con la licitación de las refinerías de zinc. Se encarga adjudicar la obra a una empresa con múltiples problemas y quiebra técnica, que no ha tocado pito en un proceso que lleva dos años, sino solo consultarle si tiene terreno, cuando además está ubicada en un área urbana. Por eso surgen las interrogantes: ¿Quien hizo el proyecto de la refinería de zinc? Apareció en el ministerio de minas sin que nadie supiera de donde llegó, sin firma responsable. Los proyectos, más allá de determinar su viabilidad técnica, establecen un costo para su ejecución, ¿de dónde salen los $us 350 millones?, si como antecedente tenemos que la Comibol adjudicó dos plantas hidrometalúrgicas por $us 500 millones, con la misma capacidad. ¿Cuáles son los criterios con los cuales se pidió a la embajada china la selección de las empresas?, ¿por qué el ministerio elabora el documento base de contratación y delega a Vinto que lo ejecute?, cuando la norma establece que la unidad solicitante tiene que controlar el proceso desde su inicio. ¿El directorio de Vinto, empresa autónoma, conoce y ha aprobado este proyecto, ha designado al responsable del proceso de contratación y a la comisión calificadora?

Cometer errores no es un delito, repetirlos es un crimen.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Por qué la fiebre Trump no cesa

Es por eso que el acto mismo de oposición cristiana a Trump a menudo se considera una grave traición al propio Cristo

David French

/ 3 de octubre de 2023 / 08:36

Cuanto más considero el desafío que plantea el nacionalismo cristiano, más pienso que la mayoría de los observadores y críticos están prestando demasiada atención al grupo equivocado de nacionalistas cristianos. Pensamos principalmente en el nacionalismo cristiano como una teología o al menos como una filosofía. En realidad, el movimiento nacionalista cristiano que realmente importa tiene sus raíces en la emoción y la revelación aparentemente divina, y es ese movimiento emocional y espiritual que tan obstinadamente se aferra a Donald Trump.

Inmediatamente después de la insurrección del 6 de enero, hubo un tremendo aumento de interés en el nacionalismo cristiano. Las manifestaciones cristianas eran comunes entre la multitud en el Capitolio. Los alborotadores y manifestantes portaban banderas cristianas, pancartas cristianas y Biblias. Oraron abiertamente, y un reportero de Dispatch entre la multitud me dijo que a última hora de la tarde música de adoración cristiana sonaba a todo volumen en los altavoces. Empecé a escuchar preguntas que nunca antes había escuchado: ¿Qué es el nacionalismo cristiano y en qué se diferencia del patriotismo?

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Durante mucho tiempo he pensado que la mejor respuesta a esa pregunta proviene de un profesor de historia de la iglesia en Baylor llamado Thomas Kidd. En los días previos al 6 de enero, cuando la retórica cristiana apocalíptica sobre las elecciones de 2020 estaba alcanzando un punto álgido, Kidd distinguió entre el nacionalismo cristiano intelectual o teológico y el nacionalismo cristiano emocional.

La definición intelectual es polémica. Hay diferencias, por ejemplo, entre el integralismo católico, que busca específicamente “integrar” la autoridad religiosa católica con el Estado; la teonomía protestante, que “cree que la ley civil debe seguir el ejemplo de las leyes civiles y judiciales de Israel bajo el pacto mosaico”; y el Mandato de las Siete Montañas del pentecostalismo, que busca colocar todas las instituciones políticas y culturales clave en los Estados Unidos bajo control cristiano.

Pero ingresa a Christian MAGA America y menciona cualquiera de esos términos, y es probable que te reciban con una mirada en blanco. “El nacionalismo cristiano real”, sostiene Kidd, “es más una reacción visceral que una postura elegida racionalmente”. Él tiene razón. Los ensayos y libros sobre filosofía y teología son importantes para determinar la salud final de la iglesia, pero ¿en el suelo o en los bancos? Son mucho menos importantes que la emoción, la profecía y el espiritismo.

Los argumentos sobre el papel apropiado de la virtud en la esfera pública, por ejemplo, o los argumentos sobre el equilibrio adecuado entre orden y libertad, son inútiles frente a profecías, como las declaraciones de los “apóstoles” cristianos de que Donald Trump es el líder designado por Dios destinado a salvar a la nación de la destrucción. A veces no es necesario que un profeta entregue el mensaje. En cambio, los cristianos afirmarán que el Espíritu Santo les habló directamente. Como me dijo un viejo amigo: “David, estuve contigo al oponerte a Trump hasta que el Espíritu Santo me dijo que Dios lo había designado para liderar”.

Hace varias semanas, escribí sobre la “rabia y la alegría ” de MAGA America. Los de afuera ven la rabia y el odio dirigidos hacia ellos y pasan por alto que una parte clave del atractivo de Trump es la alegría y el compañerismo que los partidarios de Trump sienten entre sí. Pero hay un último elemento que cimenta ese vínculo con Trump: la fe, incluida una ardiente sensación de certeza de que, al apoyarlo, son instrumentos del plan divino de Dios.

Por esta razón, comencé a responder preguntas sobre el nacionalismo cristiano diciendo que no es serio, pero sí muy peligroso. No es una posición seria argumentar que este país diverso y secularizado abandonará la democracia liberal por un gobierno religioso católico o protestante. Pero es sumamente peligroso y desestabilizador cuando millones de ciudadanos creen que el destino de la iglesia está ligado a la persona que creen que es el ex y futuro presidente de los Estados Unidos.

Por eso la fiebre Trump no cesa. Es por eso que incluso los argumentos más bíblicos contra Trump caen en oídos sordos. Es por eso que el acto mismo de oposición cristiana a Trump a menudo se considera una grave traición al propio Cristo. En 2024, esta nación luchará una vez más contra el nacionalismo cristiano, pero no será el nacionalismo de las ideas. Será un nacionalismo arraigado más en la emoción y el misticismo que en la teología. Es posible que la fiebre no baje hasta que las “profecías” cambien, y ese es un factor que está completamente fuera de nuestro control.

(*) David French es columnista de The New York Times

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Olvido

Farit Rojas

/ 2 de octubre de 2023 / 08:42

El olvido es la pérdida del recuerdo, y en sí, la etimología de la palabra recordar nos permite comprender la dimensión del olvido. Recordar proviene del latín re (de nuevo) y cordis (corazón) y significa volver a pasar por el corazón. Olvidar sería dejar la memoria sin corazón.

En un sentido similar, el filósofo André Comte-Sponville sostiene que lo contrario al olvido no es la memoria sino el recuerdo, uno puede conservar la memoria en los libros de texto, pero puede haber perdido el recuerdo, el sentimiento. Hannah Arendt explica algo similar cuando señala que «para olvidar sin dificultades, preferimos evitar cualquier alusión a los campos de concentración y de internamiento por los que hemos pasado en casi toda Europa». Sin embargo, pese al comentario de Arendt, los alemanes optaron por dejar en pie muchos de estos lugares del horror, tal es el caso del museo estatal Auschwitz-Birkenau o la iglesia del Kaiser Wilhelm que fue bombardeada y está abierta en el centro de Berlín para que las personas que la visiten puedan «recordar que la guerra solo destruye», como se señala en una de las paredes de este derruido edificio.

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Los diccionarios de etimologías nos recuerdan que para los antiguos griegos y romanos los recuerdos estaban en el corazón y no en el cerebro, se creía que algún acontecimiento muy importante se refugiaba en el pecho, en el corazón, y permitía que la persona esté atenta, así recordar también se refería a despertar, a dejar la somnolencia. En algunas poblaciones rurales de España aún se escucha decir a las personas mayores, cuando se recuestan a la siesta, que se los recuerden en media hora, es decir, que se los despierte en media hora.

La palabra acordar tiene una etimología similar, proviene del latín accordare de a (próximo) y cordis (corazón) y significa unir los corazones, lo cual nos lleva a considerar lo complejo del desacuerdo o la discordia. Y es que el olvido tiene mucho de desacuerdo y discordia respecto a la memoria. El filósofo Paul Ricoer, frente a los estragos políticos que puede causar el olvido en las actuales generaciones, ha convocado a una política de la justa memoria y en consecuencia ha tematizado que tanto el olvido como el recuerdo no son temas del pasado, sino necesidades políticas del presente. En consecuencia, existiría una especie de ética del recuerdo, la misma que implica la revalorización insustituible de la experiencia pasada, es decir, recuperar la memoria de los testigos en la dimensión del dolor sufrido y que solo puede ser narrado por los que lo han experimentado de primera mano. Esta es la función política del recuerdo, como suele ser también la función política del olvido en instituciones como la amnistía, reservadas generalmente, incluso por las actuales constituciones, a los gobernantes.

(*) Farit rojas es docente investigador de la UMSA

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