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Niños en el infierno

Ella misma se filmó golpeando cruelmente a su hijo de tres años para que su pareja vuelva a su lado. La Policía la detuvo y estuvo presa, acusada de violencia familiar, lesiones gravísimas e intento de infanticidio. Los últimos días de junio un padre filmó a su esposa, sin que ella supiera, mientras golpeaba brutalmente a sus hijos. El video sirvió para que él denunciara a la madre por maltrato infantil. Pocos días después, la detuvieron cerca del mercado cruceño La Ramada.

Mientras uno se entera de ambos hechos de violencia contra los niños, se pregunta: ¿cómo es posible filmarse mientras un niño chiquito llora a gritos y se cubre el rostro para que no le llegue el palo que su madre asesta contra él? ¿Qué pasa en la cabeza de un padre que filma a su esposa golpeando a sus hijos con un cinturón, mientras los niños arrinconados lloran reclamando ayuda?

En ambos casos hay una crueldad y sangre fría para subir los videos de estos actos de violencia extrema que congelan. Seguramente los psicólogos, los expertos, tendrán una explicación para cada caso. Yo solo veo el producto de una sociedad con graves síntomas de enfermedad social, donde la violencia contra los niños está naturalizada y lastimosamente justificada con un disfraz de educación retrógrada e indignante.

De cada 10 niños maltratados, nueve recibieron agresiones o murieron en manos de su padre o su madre. Es decir que los golpes o la muerte les llegó de quienes deberían cuidarlos, y lo más triste, de quienes esos niños aman y no están dispuestos a dejar a pesar de todo el sufrimiento que les causan.

Al revisar las noticias de niños maltratados en el país, nos detenemos en la edad de los padres y nos encontramos con progenitores de entre 15 y 20 años. Si se calcula que los niños están entre los ocho meses y los cinco años fácilmente deduciremos que los tuvieron muy jóvenes. La edad no es un justificativo, pero el embarazo adolescente es uno de los atenuantes de la violencia contra los niños. Otro factor influyente es la historia de maltrato que sufrieron los padres cuando eran niños, porque tienden a repetir lo que aprendieron en su infancia.

Hace unos días escuché en una radio paceña una conversación entre dos irresponsables que agradecían a sus padres los “chirlazos” que les habían dado.

Protestaban porque los niños de ahora se quejan si sus papás les dan un pellizquito y por eso son tan malcriados. El mismo día, un hombre de casi 70 años derramaba lágrimas de tristeza al recordar las palizas que le dio su padre. “Era un gran alivio cuando él no estaba en la casa. Si viajaba, era una fiesta porque comíamos y dormíamos en paz. No podría decir que amé a mi padre”. No hay violencia buena, la violencia no es normal, ningún niño tiene que sufrirla.