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Vacíos urbanos, espacios humanos

Cuando escribimos sobre las edificaciones que buscan causar impacto en las ciudades, nos vienen a la memoria criterios y reflexiones de grandes arquitectos quienes hace ya más de medio siglo afirmaban que “la concepción de la forma es un todo autosuficiente, donde incluso el vacío juega un rol funcional dentro del paisaje urbano”. Una especie de búsqueda por aprovechar el valor del territorio o terreno que inspire a la creatividad del conjunto construido y, lo mejor, proyecte vacíos útiles para el esparcimiento ciudadano. En este sentido, puede aseverar que cuanto más bella es una obra, la concepción del vacío urbano la convierte en más humana.

El mencionado concepto apareció en la época griega, cuando se afirmaba que todo sitio ocupado “debía considerar a aquellos lugares concebidos por otra suerte de realidad no tangible”. En el caso de las culturas prehispánicas, éstas concebían al vacío nutrido con elementos místicos y culturales.

Lamentablemente hoy dichos vacíos (las plazas, los frontis o antesalas de las grandes edificaciones) han dejado de ser los estructuradores de las ciudades, pues se los obvia con mucha frecuencia. Se olvida que tienen un gran valor no solo para el inmueble en construcción, sino también a nivel urbano. Y es que simplemente resulta imposible negar su complementariedad con las vivencias del habitante, del encuentro entre unos y otros.

Respecto a la ciudad de La Paz, en la que en los últimos años se ha exagerado en la ocupación territorial, y los pocos espacios vacíos con los que todavía cuenta son utilizados cotidianamente para edificar nuevas infraestructuras (que olvidan que el concepto de calidad de vida incluye también esos espacios humanos y relevantes), nace la interrogante: ¿qué estamos haciendo con nuestra urbe?

Los lugares abiertos son, a fin de cuentas, el sentido originario del paisaje urbano, por lo que no cabe duda que hacen más palpables y sensibles a las ciudades. Contrariamente a ese criterio, La Paz está siendo cada vez más asfixiada por las innumerables edificaciones que se levantan, las cuales han llegado al extremo de abrir sus retiros para habilitar parqueos.

Sin embargo, como en todo, también existen buenos ejemplos, como el de la Casa Goitia, ubicada en la Av. Arce. Al ceder su jardín anterior, este inmueble no solo abrió la perspectiva visual del conjunto urbano, sino que además logró que se aprecie la estética de esa antigua edificación. Asimismo, la parte posterior, quizá otrora un segundo jardín que se convirtió en parqueo, denota hoy que “el afuera” y “el adentro” se funden para remarcar la belleza de esa casona. Su frontis abierto, con la elevación de únicamente dos o tres maceteros, consigue que sus bordillos tengan otra utilidad: asiento para el transeúnte solitario, el visitante o el observador.

En la actualidad los nuevos conceptos de vacíos urbanos los definen como lugares de tránsito; vale decir, espacios para la contemplación, pero no para la permanencia. Una característica que se evidencia en las remanencias que dejan frontalmente los grandes edificios y otros.

A sabiendas de que todo cambia con el tiempo, nos preguntamos ¿cuál de los dos conceptos de vacíos urbanos se identifica más con nuestra ciudad: los humanos y del lugar, o los del recorrido y del anonimato? Según nuestra opinión, La Paz requiere de ambas visiones, pero siempre inspiradas en sus habitantes.