Ola de intolerancia
Son tiempos de evidente intolerancia para con lo diferente respecto al canon machista imperante.
La promulgación, el 28 de junio, de la Ley Municipal 311, de Promoción y Respeto a los Derechos Humanos de las Personas con Diversa Orientación Sexual e Identidad de Género, ha provocado en redes sociales, y luego en las calles, una ola de indignación de quienes creen que ninguna norma humana puede estar por encima de la doctrina supuestamente contenida en la Biblia cristiana.
La reacción de algunas organizaciones religiosas protestantes, a través de sus pastores, pero casi siempre de las y los feligreses, se tradujo en infinidad de mensajes circulando en publicaciones y comentarios, casi todos ellos fundados no tanto en la doctrina que profesan en su respectiva iglesia cuanto en la desinformación, vehículo muy eficiente para diseminar el odio a lo diferente.
Tal vez queriendo aprovechar esa corriente de opinión pública en la que prima la indignación frente a lo que no se puede o no se quiere comprender y aceptar, un cuestionado dirigente vecinal, cuya elección nadie recuerda, se sumó a las protestas, convocando a la gente a pronunciarse en las calles contra la ley municipal.
Irónicamente, la adhesión del mencionado dirigente (cuyo intento de impulsar un referéndum revocatorio en contra el Alcalde de La Paz resultó frustrado días antes) lo único que logró fue brindar abundantes argumentos a quienes defienden el derecho de las personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales) a ser protegidas por el Estado como sucede con el resto de la población. Lo hizo cuando manifestó públicamente argumentos en contra de la ley municipal que no solamente eran falsos, pues se referían a aspectos que no son parte de la citada norma, sino que sobre todo pueden ser interpretados como incitación a la discriminación y al odio, aspectos claramente identificados como delitos en el ordenamiento jurídico boliviano.
Luego, en la marcha producida el jueves, esos mismos argumentos fueron reiterados en arengas gritadas por el grupo y las pancartas exhibidas, seguramente sin saber que son evidencia del ya mencionado delito de discriminación e incitación al odio. Del lado de quienes dicen defender los derechos para todas las personas también se vieron excesos a la hora de descalificar a quienes asumen como intolerantes, revelando así que padecen el mismo mal.
Son, pues, tiempos de evidente intolerancia para con lo diferente, que no por ello es “innatural” como las y los fundamentalistas religiosos creen, sino todo lo contrario. Lo cual significa, a su vez, que se está produciendo un cambio, ojalá positivo en todas sus formas, en la sociedad boliviana, donde grandes colectivos han comenzado a reclamar y conquistar derechos que hasta ahora les habían sido negados por el solo hecho de no adaptarse al canon machista y patriarcal que ha dominado hasta ahora.