El fútbol en un tablero de ajedrez
A pesar de sus diferencias, en ambas disciplinas hay un eje en común: la estrategia, o la táctica, para otros.
El ajedrez y el fútbol tienen orígenes distintos. El deporte ciencia, en su versión más creíble, tiene sus raíces en la India del siglo VI. A su vez, el fútbol surgió a partir de la segunda mitad del siglo decimonónico en Inglaterra. Ambos deportes se han expandido con creces y a doquier por el resto del planeta.
Sus diferencias son múltiples. El ajedrez es más calmado: no descansa en la fuerza física. El fútbol se asienta en la pujanza corporal. A pesar de sus diferencias, en ambas disciplinas hay un eje en común: la estrategia, o la táctica, para otros.
Una estrategia hila las tramas anticipadamente a un enfrentamiento. Ese diseño a priori se arma en función de las debilidades y fortalezas de uno mismo y del “otro”: el adversario. Para ello hay que conocer “con mucho detalle los movimientos del enemigo”, diría Mao Tse-tung. Tanto en la política como en la guerra la estrategia/táctica es fundamental (el militar prusiano Carl von Clausewitz sentenciaba “la guerra es la continuación de la política por otros medios”).
En el ajedrez, como en el fútbol, la inteligencia es esencial. La ocupación racional de los espacios es primordial. Tal planificación del espacio debe ser pensada por un estratega. El periodista uruguayo Víctor Hugo Morales dice al respecto “Allí están: son el juego dentro del juego (…), la arquitectura de una realidad que no se construye del mismo modo”. El fútbol remeda a la guerra.
A propósito del lance mundialista entre Rusia y España, el periodista Martín Caparros usó la metáfora de guerra para graficar ese juego: “La pelota iba y venía, paseaba de pie español en pie español. Rusia, mientras, usaba el mismo sistema defensivo que le dio tan buenos resultados contra Napoleón y contra Hitler: dejar que el enemigo se desgaste en un ataque laborioso con la esperanza de que, ya debilitado, acabaría con él”. Una buena estrategia/táctica en el fútbol tiene su origen en el fondo, en la defensa. Es la clave.
En el poema Ajedrez, Borges condensa el sentido de esta disciplina. Ejercicio mental que se podría extrapolar, a pesar del autor de El Aleph, al fútbol. En dos sonetos de su poema dice: “En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas”. Establecida así la trama del juego, es claro que el orden táctico en el fútbol recae, inicial y predominantemente, en los defensores, quienes ven de frente el partido y así observan mejor el fútbol.
Defender no significa renunciar a atacar. Todo lo contrario, los “peones agresores”, diría Borges, actúan para acorralar a sus contrincantes pero con sagacidad. O sea, con el objetivo velado o explícito de proteger al rey (el “rey postrero”, Borges dixit), evitando, en términos futbolísticos, la caída de su arco. Las transiciones de la defensa al ataque deben ser rápidas para llegar al arco contrario; para dejar vulnerable a la defensa contraria. Dicho en otras palabras, crear espacios para los delanteros rivales. Es una apuesta riesgosa. Significa mover tus piezas en aquel tablero: sobre lo negro y blanco “del camino buscan y libran su batalla armada” como si fueran “torres homéricas” intentando proteger y amortiguar el acecho del rival (en palabras del escritor argentino).
Si no se sacrifica el orden defensivo en la partida futbolera, tendería un juego perfecto hasta el jaque mate. No se requiere de jugadas enrevesadas (el juego de posesión, el tic tac improductivo). Los europeos saben de la relevancia del orden defensivo para de la estratégica/táctica futbolera. Quizás allí esté una explicación del porqué de la final europea en el Mundial de Rusia.