Andrés Manuel López Obrador
La victoria de AMLO expresa el hartazgo de una sociedad contra la violencia, el narcotráfico y el servilismo.
La victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones presidenciales y legislativas de México, celebradas el pasado domingo, tiene un enorme significado en Latinoamérica. Voceros de las opciones neoliberales vienen anunciando el “fin de ciclo” de los gobiernos populares en la región. Basados en la victoria de Mauricio Macri en Argentina, el golpe congresal en Brasil contra Dilma Rousseff, la traición de Lenín Moreno en Ecuador y la reciente victoria de Sebastián Piñera en Chile, los epígonos del neoliberalismo creían llegada la hora del retorno al pasado.
La victoria de López Obrador con el 53% de los votos, y de su organización política —Movimiento Regeneración Nacional (Morena)— con el 44% de los curules parlamentarios, lo que le da mayoría en el Congreso, significa un duro revés a la embestida neoliberal y un esperanzador horizonte para las fuerzas populares en el continente.
Es la primera vez que en México se impone una opción de izquierda desde la época del presidente revolucionario Lázaro Cárdenas, último exponente de la proyección nacionalista del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que luego degeneraría a posiciones autoritarias y neoliberales; y a partir de 2000, a alternarse en el poder con el Partido Acción Nacional (PAN), organización política de la derecha mexicana más reaccionaria, que tuvo como principal líder al forajido Vicente Fox.
Luego de 12 años de lucha, AMLO pudo celebrar en el histórico Zócalo de la ciudad de México frente a miles de seguidores. La victoria de Morena es un rechazo a la corrupción generalizada y a la migración masiva impulsada por la falta de empleo, debido a las reformas neoliberales. Este triunfo expresa el hartazgo de una sociedad contra la violencia, contra el asesinato de periodistas, contra la institucionalización del narcotráfico y los cárteles, y la vergonzosa actitud de servilismo de los gobernantes de México hacia sus poderosos vecinos del norte.
Pero la victoria de Morena también tiene que ver con las experiencias que han vivido los países en los que gobiernos populares fueron sustituidos por opciones de derecha. La terrible crisis financiera que vive actualmente Argentina luego de la derrota del Kirchnerismo, la caída en picada de la economía brasileña tras el golpe contra Dilma Rousseff en Brasil, y la persecución judicial contra Lula son muestras concretas de que la alternativa a los gobiernos progresistas no significa otra cosa que el retorno brutal al pasado. Así lo entienden los pueblos. En Brasil Lula ocupa de lejos el primer lugar en las preferencias electorales (por eso está preso); en Argentina, Cristina Fernández logró triunfar en Buenos Aires y como se perfila para las próximas elecciones, le han fabricado varios procesos.
López Obrador ha planteado un programa que se basa en el fortalecimiento del Estado en la economía, la promoción de la inversión pública, el incremento de la capacidad de consumo del mercado interno mejorando los salarios y, principalmente, detener la privatización que llevó a México a la peor crisis de su historia.
El ciclo neoconservador iniciado hace apenas unos años en México se ha detenido bruscamente con la victoria de AMLO, porque no encarna una alternativa real para nuestros países, como en Bolivia, en donde la oposición no tiene programa o estructura que garanticen la gobernabilidad ni el desarrollo, y cuya vigencia se basa en el insulto, la mentira y el desprestigio a una gestión de gobierno con resultados.
La victoria de Andrés Manuel López Obrador es la victoria de los pueblos de la Patria Grande; y como bien señaló el presidente Evo Morales, “abre un nuevo capítulo para la historia de la dignidad de Latinoamérica”.