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Los dos caminos de la derecha

La oposición debería reflexionar de la historia última de Latinoamérica, para evitar seguir causando víctimas, que provienen del pueblo y no de los que mueven los hilos tras bambalinas. Si la derecha quiere reemplazar a los gobiernos populares en nombre de la democracia, no debiera hacerlo utilizando métodos fascistas.

Andrés Oppenheimer, un escritor light del neoliberalismo (calificarlo de intelectual es una hipérbole), publicó en 1992 el libro La hora final, en el que sostenía que el gobierno de Fidel Castro caería en meses. Han pasado 26 años y aún no ha visto realizado su deseo. El 22 de octubre de 2013, el intelectual (éste sí serio) Heinz Dieterich escribió que “Maduro no llega más allá de abril o marzo de 2014”. Pronóstico erróneo, y antidemocrático, pues ese mismo año Nicolás Maduro fue elegido presidente de Venezuela. Semanas atrás, un empleado de Doria Medina que oficia de analista afirmó que “en Bolivia estamos ante un fin de ciclo”.

Que “analistas” consideren que los días de un gobierno popular están contados es legítimo; lo malo es que tales opiniones impulsan a la oposición a querer derrocar a esos gobiernos mediante protestas que apuntan a generar víctimas, y así “comprobar” que existe una “dictadura”.

Las guarimbas contra Hugo Chávez comenzaron el 2000 y continuaron contra el presidente Maduro apenas iniciado su mandato. En Bolivia ocurrió algo parecido en 2008, cuando la “media luna” lanzó una brutal arremetida contra las instituciones del Estado, voló oleoductos y asesinó a campesinos en Pando. La razón se impuso en la oposición venezolana, y unida logró ganar las elecciones legislativas de 2015. En Bolivia, después de 2008, las tendencias golpistas se aplacaron y primó una actitud democrática que permitió la sobrevivencia de la derecha.

Sin embargo, la derecha venezolana, envalentonada con su victoria, optó nuevamente por la violencia y buscó el derrocamiento del presidente Maduro en 2016. Se quemó vivo a chavistas, murieron degollados en alambradas víctimas inocentes, se tomaron cuarteles y se asesinó a policías. En plena crisis, el Gobierno convocó a una Asamblea Constituyente, en la que la población participó de forma masiva como rechazo al odio y la violencia sembrada por la oposición. Hoy Venezuela vive en paz, y las protestas acabaron de súbito desde que los financiadores dejaron de fomentar el gansterismo. ¿Qué habría pasado si en lugar de seguir con la estrategia golpista la oposición hubiese optado por el camino democrático?

La pírrica victoria de la oposición boliviana en el referéndum de 2016, cuando se fabricó un escándalo para confundir al electorado, causó el mismo resultado que la victoria legislativa en Venezuela. Hay plataformas que desean conducir al país a situaciones como las que vivió Venezuela y vive Nicaragua. Parten de la premisa que vivimos un “fin de ciclo” y que hay que derrocar a la “dictadura”, cuando la única dictadura es la de la intolerancia, que no acepta que la Constitución tiene artículos vigentes que han sido interpretados por el Tribunal Constitucional.

Dan por sentado que la interpretación que ellos tienen es absoluta, irrefutable e indiscutible, en una actitud típica de los fascistas de la posverdad. Si este Gobierno es tan malo y corrupto, como afirman, la derecha debería ir a las urnas con una alternativa, y no plantearse generar violencia con base en moldes de pensamiento único.