Entre lo atiborrado y lo adosado
Preocupa que los jardines y retiros exigidos por la Alcaldía estén siendo invadidos por nuevas edificaciones
Pocas veces nos ponemos a reflexionar sobre el tipo de paisaje que la ciudad de La Paz habrá tenido en el pasado y el que hoy presenta. Sobresale que en vez de conservar algo de sus atributos urbanos y de su territorio, la urbe ha crecido en ciertos sectores a su libre albedrío. Esto hasta el punto en que pocos se dan cuenta de que en esos espacios sin estructurar, como las pendientes, predomina la discontinuidad espacial.
Aquello porque las edificaciones están prácticamente adosadas unas a otras, y posiblemente aquel retiro que alguna vez se exigió ha sido olvidado y ocupado por otras edificaciones para la ampliación de las viviendas originales. Lo peor es que esto ha convertido a ciertos sectores en áreas donde la incoherencia formal es una triste realidad. También preocupa que en los últimos años empezara a suceder algo similar en distintos barrios de la zona Sur, donde los jardines y retiros exigidos por la Alcaldía están siendo invadidos por nuevas edificaciones o construcciones adosadas.
En este sentido, la insostenibilidad urbana que existe, especialmente en las pendientes, es muy preocupante, por el altísimo uso del suelo; y sus características físicas claman la búsqueda de soluciones. Resulta lamentable que en nuestra ciudad cualquier espacio disponible para un jardín, plaza o lugar de esparcimiento se encuentre en constante amenaza de nuevas edificaciones, aunque éstas ni siquiera sean necesarias.
Aquello se torna en una complejidad urbana que no solo afecta negativamente al diseño urbanístico, sino también a la arquitectura y a la estética del conjunto de los barrios afectados, y —por qué no decirlo— a toda la ciudad. Así, los paisajes urbanos adosados han dejado atrás toda coherencia formal-espacial, y lo libre del ayer hoy se encuentra atiborrado de edificaciones.
Sin duda, este enfoque podría entenderse como un “discurso tematizado”, pero nuestra idea es mostrar realidades que motiven a desechar cualquier fórmula incoherente o la reiteración de un diseño urbanístico tradicional. Es hora de crear nuevas soluciones que dejen atrás lo proyectado en el siglo XIX. Y si bien es cierto que aquello requiere de intervenciones audaces en varios sectores, será importante que además se trate de soluciones únicas que pongan freno al uso excesivo del territorio.
Si no fuese por las diferentes alturas, anchos y demás con los que cuentan las construcciones existentes en las pendientes, la imagen de esos conjuntos semejaría una masa edificada y compacta. Un cuadro obviamente poco atractivo, pero además poco vivible debido a la falta de lugares para que los ciudadanos se desestresen a través de la práctica de algún deporte u otras actividades.
Habrá que recordar que, como una respuesta a este problema, hace más de tres años propusimos en esta columna la necesidad de descentralizar la ciudad, proyectando puntos o centros estratégicos que reorganicen y vitalicen esos lugares. Y aludimos a aquello en vista de que las pendientes atiborradas hoy simplemente parecieran no interesar ni molestar.
Por todo ello, nos reafirmamos en la idea de que las regularizaciones debieran ser más incisivas, ya que cada vez se dispone de menos espacio para ofrecer soluciones urbanísticas encaminadas a mejorar la calidad de vida de los habitantes de los sectores empinados de La Paz.