Icono del sitio La Razón

Graduarse de hombre

Está claro que el premilitar que denunció haber sido víctima de abusos como el de obligarle a comer heces de perro y tomar orín con insinuaciones de que debía quitarse la vida no tiene chance. Varios de sus camaradas lo desmintieron, con lágrimas en los ojos, en la audiencia a la que asistieron para defender a sus instructores; y el Ministro de Defensa abogó por los militares acusados. Aún si no hubiese sucedido de ese modo, el conscripto igual está en desventaja.

En sectores populares existe la idea de que ir al cuartel es una prueba de hombría. En sectores campesinos esta idea está más acentuada. Incluso se cuestiona el poder casarse si este “requisito” no se cumplió con antelación. Es evidente que aquello de que en el cuartel te gradúas como hombre es solo un mito, pero muy conveniente para muchos militares que consideran que mientras más humillan, mejor ejercen. Lo cual termina convirtiéndose en una suerte de competencia de quien aplasta más al indefenso de abajo. Y el oprimido sabe que es cuestión de aguante, porque más adelante ya tendrá por debajo a quien poder abusar.

Que te den una piedra con la orden de que vayas a comprar cigarros y traigas cambio es moneda común en los cuarteles. Apenas te aceptan como conscripto, pierdes todos tus derechos. El instructor y los “antiguos” pueden hacerte lo que les venga en gana. Si el instructor tiene un problema sentimental o simplemente está de mal humor, lo pagarán caro los mostrencos.

Uno de mis instructores nos hacía escuchar las grabaciones de sus sesiones de sexo (entonces no había celular, ni era sencillo, como ahora, filmar). Otro tenía la manía de andar manipulando su revólver como si fuese un cowboy e iba de conscripto en conscripto gatillándole el caño del arma en la sien. Era aterrador que el instructor ordene formar a la guardia para que, munidos de palos, corran detrás de los conscriptos apaleando a los más atrasados o golpeando a quienes no realizaban bien los castigos. También era moneda común limpiar la casa de los oficiales, cumplir con los mandados de la esposa (de ellos). Nunca entenderé cómo esos abusos pueden explicarse y defenderse como “servicio y defensa de la patria”.

Resulte como resulte el caso del premilitar que denunció abusos en el cuartel Ingavi de El Alto, el muchacho la tiene difícil. Si vuelve al cuartel, bajo el mando de los mismos y con el repudio de sus “camaradas” que lloraron por los que tienen mando, ya es complicado. Si no vuelve, peor. El Ministro de Defensa ha ordenado despedir a todos los funcionarios públicos que no tengan libreta de servicio militar. Es la guinda sobre el postre. Resulta que esa libreta no solo te gradúa como hombre, sino que te habilita para ejercer tu derecho al trabajo.

Dentro y fuera del cuartel el servicio militar te abusa. Muchos jóvenes que quisieran hacerlo no pueden, porque los cupos en los cuarteles son limitados. Es una obligación en la que siempre gana el que tiene el mando, porque si no hay espacio en el cuartel, hay una cuenta bancaria donde se debe depositar buen dinero por la libreta de exención. No más de media docena de palabras que dicen que el servicio militar es obligatorio en la Constitución pisotean un montón de derechos humanos, como el de no ser torturado ni sufrir tratos crueles, inhumanos, degradantes o humillantes; el derecho al trabajo, a una fuente laboral estable que se supone tienen todas las personas; y cuyo ejercicio, se supone, el Estado debe proteger en todas sus formas…