Voces

Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 19:56 PM

Plástico de arroz

/ 5 de agosto de 2018 / 04:00

El plástico está recubriendo el mundo. Su descubrimiento empezó como una bendición por sus bondades: liviano, barato, impermeable, móvil, transparente, para uso múltiple, etc. Ahora se ha convertido en una maldición, y los medioambientalistas le han declarado la guerra, con algunas batallas ganadas por sociedades cuyo elevado nivel de conciencia impulsa acciones concretas de parte de sus Estados y gobiernos locales. Ese en un problema que nos atinge a todos, pero hay otro que nos preocupa aún más: la credulidad.

Así, mi comadre Susana que vende comida cerca de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), cree que ahora están usando el arroz para fabricar plástico biodegradable. Para ella esa posibilidad es una afrenta a las necesidades del mundo. Y está esperando que esta información aparezca en las redes sociales para corroborar la noticia, y luego apuntarme la pantalla de su celular con el índice y decir, triunfante: —Ya ve, compadre, te he dicho siempre, no me has creído. En nada crees, bien desconfiado siempre eres.

El crédulo es el que cree ligeramente o fácilmente. Es decir, que no usa su sentido crítico ni especulativo, sino que simplemente asume como cierto lo que ve. Por eso en este tiempo es más importante ver sin discernir. No es una novedad de ahora, ni tampoco de las redes sociales que irrumpieron con las tecnologías. En las sociedades, las primeras víctimas de la credulidad son sobre todo los estratos que no tuvieron la oportunidad de recibir una educación amplia.

Así, los falsos chamanes y curacas hacen de las suyas, prometiendo a sus “clientes” conjurar las maldiciones que la brujería les puede ocasionar. De estos temas, aparentemente sencillos, hemos pasado a otros hechos que cambiaron la visión del mundo. Por ejemplo, en 1820 el papa Pío VII finalmente admitió la veracidad del sistema solar explicado por Copérnico, poniendo, aparentemente, fin a la controversia relativa al movimiento de la Tierra alrededor del Sol. No fue así, varios grupos religiosos no admitían semejante reconocimiento, entre ellos el grupo religioso de Zion (Illinois), comandado por Glen Voliva, que seguía creyendo que la Tierra era chata.

Antes, este carismático líder ya había anunciado el fin del mundo para 1923, luego desplazó su pronóstico hasta 1927; después, a 1930 y a 1942, año en el que quien finalizó fue él. Todavía existen personas de su reducido grupo religioso que creen que la Tierra es plana y siguen esperando el fin del mundo. Voliva también aseveraba que el sombrero mantiene el equilibrio de los sesos, y  por consiguiente es indispensable para el hombre pensante.

Los grupos que anuncian el fin del mundo recurren a una serie de motivaciones terroríficas para obtener beneficios. Ahora, sus medios de comunicación son las últimas tecnologías, y penetran fácilmente en la intimidad de las personas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las mujeres estadounidenses ocuparon los cargos de los hombres en la fabricación de armamentos, intempestivamente dejaron sus fuentes de trabajo. Corrió el rumor que podían quedar estériles por la soldadura, o por trabajar con rayos ultravioletas o infrarrojos. Otras temían que el remache les provocase cáncer de pecho; pero el verdadero pánico les llegó a las mujeres que manipulaban tetracloruro de carbono en los extinguidores contra incendios, porque creían que provocaba embarazos.

Entre otros temas perniciosos, está la visón que tenían los intelectuales positivistas. Así, Gabriel René Moreno difundió varios mitos que estuvieron vigentes casi un siglo. En un texto sobre la entrevista a su amigo Nicómedes dice: “Según Antelo, refiriéndose a Bolivia, el cerebro indígena y el cerebro mestizo son celularmente incapaces de concebir la libertad republicana (…). Como término medio, estos cerebros pesan entre cinco, siete y 10 onzas menos que el de un blanco de pura raza”. Este mito se trasladó a la mujer, asegurando que su cerebro es más pequeño que el del hombre. La ciencia ha desmentido esa creencia impulsada por el colonialismo y el positivismo, poniendo en ridículo dicha afirmación.

Muchas de estas “creencias” reaparecen en las redes sociales, con algunas variantes que son aceptadas sin ningún juicio crítico. Como asevera Bergen Evans: “Estamos más cerca del pasado de lo que suponemos (…) y en nuestra mente, apariciones y demonios coexisten con sueños de materiales plásticos y televisión”. Por eso, la antítesis de creer es pensar.

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Tiempo de mirar el cielo

/ 21 de julio de 2019 / 00:00

En vísperas del 16 de julio, al atardecer, la Luna llena teñía el Illimani con un leve velo rosa. Son momentos de inaudita belleza, una epifanía que siempre nos provoca un estado de exaltación: observar el cielo con sus innumerables estrellas. En esta época seca o awti pacha, el espacio que nos circunda no presenta una sola nube que impida el paso de la luz, la cual se esfuma lentamente sobre las montañas que rodean a la ciudad.

En todas las civilizaciones, la fascinación por el cosmos ha dado origen a un sinfín de divinidades y explicaciones míticas sobre la creación. En el plano científico, las observaciones sistemáticas permitieron organizar los tiempos de la agricultura y su relación con la vida y la muerte. Mucha de esta sabiduría ancestral está olvidada. Por ejemplo, en la cultura tiwanakota la observación del cielo cumplía un rol muy importante, y muchos de sus símbolos se encuentran en los monumentos líticos, textiles y cerámica; cuyas posibles representaciones y significados aún están en discusión y no existen consensos al respecto.

Sabemos que los ciclos agrícolas estaban subordinados a las constelaciones como arquetipos de los seres terrestres, incluida la flora y la fauna. También se sabe que Júpiter y Marte, los planetas visibles, eran señas importantes para determinar las siembras y cosechas. Para su observación se usaban espejos de agua que captaban el reflejo de las estrellas, y cuando a su alrededor se formaba un anillo luminoso, significaba que el astro no se movía, estaba en un punto clave que permitía el orden del cielo estrellado. Existía una clasificación de dos tipos de estrellas: las estrellas de fuego, o nina sanka, y las de color blanco azulado o llipihiriri wara wara (estrellas claras).

Consideraban que la creación del universo ocurrió debido a un viento impetuoso que, así como un sembrador arroja las semillas, dispersó las estrellas y los planetas, “quedando de esa manera conformados los astros” (M.Torres). Conocían con precisión los solsticios y equinoccios; los cuales les permitían planificar las épocas agrícolas, concertar alianzas y decidir acciones importantes para el bienestar de las poblaciones. Sus observaciones de los eclipses y su relación con las divinidades enriquecieron el acervo astronómico agrícola y ritual. Estos conocimientos se extendieron al imperio inca.

Para conservar esta memoria, en Tiwanaku y en el Cuzco se alzaron observatorios astronómicos que les permitían predecir las cosechas, y a la vez rendir culto a la naturaleza. Los templos del Sol y de la Luna siempre están orientados hacia el este, por la salida del astro rey, como dador de vida. Hasta el día de hoy las construcciones importantes en el área rural se orientan de esta manera. Los uru chipayas mantienen esta orientación inclusive en las casas domésticas.

A partir de estos conocimientos, crearon un calendario con un día de error cada 12.000 años, y dieron nombre a las estrellas y las constelaciones. Así por ejemplo, a la estrella Alcor se la denomina Pallqa wara o Estrella partida o doble; a Antares se la llama Quri kala o Piedra de oro; a la estrella Argos, Lajha manta. También establecieron un muestrario de las estrellas visibles y resaltaron la importancia de la Cruz del Sur o Chakana, que aparece el 3 de mayo y se instala de manera apoteósica sobre el pico más alto del Illimani el 5 de mayo.

Julio es un mes óptimo para ver las estrellas por la poca nubosidad. Y si nos alejamos de la polución lumínica y recorremos el altiplano boliviano, podemos observar a simple vista un espectáculo imponente, que nos explica muchas cosas sobre la relación de nuestras culturas con la naturaleza y el vínculo del mundo de arriba, o Alaxpacha, con este mundo y el mundo de abajo.

Así por ejemplo, el 25 de julio se festeja al apóstol o Tata Santiago, o tata Illapa, divinidad del rayo. En el área rural se pinta su imagen en una piedra para lanzarla a la Vía Láctea, pidiéndole que no se olvide de mandar lluvia y que se anuncie con la luz del rayo, la detonación y luego la lluvia. Es la época de mirar el cielo.

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Desamores

/ 12 de mayo de 2019 / 00:00

Quienes vivimos en una ciudad vivimos alentados por sus cosas buenas. Pero cuando enfrentamos contingencias inesperadas, nuestro amor mengua por ella y percibimos que tiene muchos problemas, a veces irresolubles. Una ciudad es un ser vivo.

Un Estado como el nuestro, con instituciones inestables y corruptas, no puede mantener un orden social, imprescindible para garantizar una convivencia en buenas condiciones. Esta circunstancia provoca impotencia y malquerencias entre la ciudadanía. La relación de un habitante con su ciudad siempre es de amor/odio; y eso me lleva a recordar una frase del escritor Adolfo Cárdenas, quien, presa de una severa desilusión, deseaba solicitar a Kim Il Jong (el presidente vitalicio de Corea del Norte), que realice sus pruebas nucleares en Bolivia para hacernos desaparecer del mapa. Cárdenas remarcaba: “¡Nadie se daría cuenta y haríamos un favor a la humanidad! ¡Nuestros políticos son los peores del mundo!”. Después de desear eso, decidió refugiarse en un barrio alejado de la ciudad en medio de riachuelos polucionados y ovejas.

No existe un solo barrio de La Paz que no tenga una historia turbia. La colusión entre traficantes de tierras (conocidos como loteadores) y sus redes con Derechos Reales y funcionarios municipales tiene más poder que cualquier ciudadano incauto o junta vecinal, tanto en Santa Cruz como en el resto de las ciudades bolivianas. Por ejemplo, la Ordenanza Municipal N° 72/ 96 HAM-HCM 75/96 ratificaba otra resolución de noviembre de 1990 que declaraba Parque Natural de Integración al área forestal ubicada en la parte superior de los valles Alto Calvario, Alto Villa de la Cruz, Final Yanacocha, zona 27 de mayo, Agua de la Vida Norte y Segundo Crucero de los valles (Alto Calvario, Alto Villa de la Cruz).

En su artículo segundo resolvía instruir “al Ejecutivo Municipal, para que mediante la unidad de Forestación y Áreas Verdes, proceda a la delimitación del Bosquecillo, debiendo designarse guardabosque a objeto de preservar los árboles existentes en el área”. Asimismo, instruía a la Dirección de Bienes Municipales realizar “todas las acciones endientes a consolidar el derecho propietario del Parque Natural de Integración en favor de la comuna paceña, no debiendo darse curso a ningún trámite que pretenda lotear o cambiar el uso que le ha sido asignado. (…) Queda encargado de la ejecución y cumplimiento de la presente disposición el Honorable Alcalde Municipal de la ciudad de La Paz. Es dado en la sala de sesiones del Honorable Consejo Municipal, a los seis días del mes de noviembre de mil novecientos noventa seis años”. Firman la honorable Gaby Candia, presidente del Consejo Municipal; y Wálter Cornejo, secretario del Consejo. Firma la promulgación el alcalde de entonces, Ronald MacLean.

Han pasado casi tres décadas desde la creación de este Parque Natural de Integración, el cual a estas alturas, podemos asegurar, está desintegrado. Allí apareció el cementerio La Llamita, desmontaron ecosistemas que cobijaban especies de árboles y edificaron viviendas en un espacio prohibido. Todo ello con aprobación de planos y todos los requisitos, aseguran los vecinos. ¿En qué momento ocurrió eso?

Lo grave es que estas prácticas vienen de más lejos. Por ejemplo, en 1985, el gobierno de Hernán Siles Zuazo aprobó y ordenó con un decreto supremo la expropiación del barrio de Kantutani y Alto Sopocachi, para construir el Gran Jardín de la Revolución Nacional. En un tira y afloja de expropiaciones y desalojos, los loteadores ganaron la batalla y consolidaron espacios para urbanizar. El proyecto para edificar el Gran Jardín para de Revolución Nacional se convirtió en un botadero de basura y ocasionó el desastre de la semana pasada, el cual destapó una serie de interrogantes que no son ajenas al comportamiento edil.

En fundamentación de la Resolución Municipal 63 de 2001 se informa que los trámites de catastro del área afectada continuaron “por desacato” de funcionarios municipales. ¿Quiénes fueron estos funcionarios? Misterio. Si estos delincuentes hubiesen sido procesados, probablemente el Gran Jardín de la Revolución Nacional se hubiese materializado, y la basura moral que hoy nos invade por todos lados hubiese sido menos feroz. ¿Hasta cuándo los habitantes de las ciudades de Bolivia nos dejaremos burlar? A propósito, ¿alguien se acuerda del delincuente que supuestamente robó la Medalla Presidencial?

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Sin cruz

/ 23 de diciembre de 2018 / 04:00

La fe que inspiraba a los primeros cristianos estaba sustentada por la creencia de que estaban viviendo el fin de los tiempos, en los que los males del mundo, después de una larga batalla, desaparecerían finalmente, para dar inicio a un cambio espiritual. Así estaríamos libres de las hambrunas, guerras, enfermedades y de la misma muerte.

En la Edad Media se gestaron diferentes movimientos sociales impulsados por la misma creencia del final de la historia para iniciar una nueva etapa; pero esa obra no iba a ser de los seres humanos, sino solamente de Dios. La idea de un cambio de rumbo de la humanidad persistente, como una misión divina. Según John Gray, este ideal fue trastrocado a los seres humanos en vista de la nula participación sacra: la idea misma de la revolución entendida como un acontecimiento transformador de la historia es deudora de la religión. Los movimientos revolucionarios modernos son una continuación de la religión por otros medios (…) Las teorías del progreso distan de ser hipótesis científicas. Son mitos que responden a la necesidad humana de sentido.

Vivir en una sociedad sin valores firmes, en un escenario donde se enfrentan diversas posiciones que al final terminan pareciéndose porque ofrecen lo mismo, nos pone en una encrucijada porque nos obliga a escoger una opción. El cambio es un concepto que le da sentido a la lucha política, y la población que la sufre se religa a ella, porque le da sentido a su vida y a la de quienes vienen detrás. Pero éstos tienen una sensación vaga de lo que aquello significa; conciben la política simplemente como un negocio que permite el ascenso social, el enriquecimiento fácil e impune. Ese es su sentido del progreso y del cambio, el trasunto espiritual no existe.

En Bolivia, la población teme y desconfía de policías y militares; ya no tiene la misma confianza en los religiosos por los continuos escándalos de pedofilia; y abomina a los políticos, por su ineficiencia y su corruptibilidad manifiesta. Vivimos en una sociedad desintitucionalizada, caminamos sin rumbo y no sabemos dónde acudir a la hora de solicitar auxilio, porque el Estado nos aplasta. Todo está hecho a medias, y es imposible pensar que la Justicia va a cambiar y que los valores humanos resplandecerán. Eso no sucederá en mucho tiempo. Para muchos, solo queda la ilusoria justicia divina.

El occidente de Bolivia ritualiza todo. Somos una sociedad con una alta dosis de religiosidad expresada de diversas maneras. Por eso, no fueron extraordinarios los sucesos que acontecieron cuando Carlos Palenque murió. Este político generó en torno suyo el mito a través de transmudar al ser humano mortal en San Carlos, el santo de los pobres; y en cuyo entierro las clases populares decidieron hacer una vigilia porque a las 12 de la noche habría de resucitar. Era una esperanza, vale decir, una ilusión cruel.

La escenificación televisiva de su cadáver en la Tribuna Libre del Pueblo produjo una histeria colectiva, la cual nos devela la fuerte connotación religiosa que algunos líderes políticos populares pueden suscitar. Su tumba, hasta el día de hoy, siempre está colmada de flores; al igual que la de Luis Espinal, el sacerdote periodista que fue brutalmente asesinado por esbirros contratados y cuyos autores circulan en las calles como si nada hubiera pasado. Ambos son considerados santos, a los que piden milagros gente variada, aunque la jerarquía de la iglesia los ignore. Eso no interfiere en la robustez del mito que ya tiene vigencia más de una década.

Remedios Loza, recientemente fallecida,   logró convertirse, gracias al impulso de Carlos Palenque, en la primera mujer indígena de pollera en romper los viejos moldes de la colonialidad, y en sentar presencia congresal junto con congresistas conservadores. Gracias a esto el compadre Palenque pudo abrir las compuertas a las sociedades excluidas, provocando, de un salto, visibilizar a una parte importante de la población excluida. Indudablemente 1989 fue un momento de cambio inédito.

Los ritos festivos de fin de año develan las asimetrías sociales que en nuestro país perduran. Los males que nos agobian no han desaparecido, y tal parece que los seres humanos no lo conseguirán nunca. Por eso, ahora no resulta extraño que los políticos empiecen a pregonar conocidas frases usadas por pastores y curas ofreciendo un mundo nuevo. ¿Serán creíbles?

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Mao y las frituras

/ 14 de octubre de 2018 / 04:00

Muchos servicios públicos y privados son negocios que solo buscan lucro: la salud, la Justicia y la política. Esta última, que debía servir para mejorar la vida de la sociedad, se ha convertido en la manera más rápida de enriquecimiento sin el riesgo de purgar en la cárcel inmediatamente. Sea de derecha o izquierda, caen cuadrados ante la facilidad que otorga el poder para apoderarse de los dineros públicos. Bierce decía que la única “profesión” que no necesita personas con estudios es la política. Por eso, ante los escenarios preelectorales prosperan los grupos de aventureros que ven la oportunidad de escalar posiciones. De esos se llena el aparato estatal, y antes de dejarlo, casi sin excepción, culmina en un banco desfalcado.

No siempre fue así, los grandes cambios revolucionarios requerían de líderes con un cargamento conceptual potente, una ideología y un proyecto que sedujera a los heterogéneos grupos sociales. En los años treinta, por ejemplo, las disputas entre nacionalistas y comunistas chinos crearon un caos hasta 1937, fecha fatal que los obligó postergar sus enfrentamientos y frenar las incursiones militares del Japón. En estos escenarios turbulentos surgió el liderazgo de un profesor rural llamado Mao Tse-tung (1893-1976), cuya influencia en el mundo sacudiría muchos dogmas supuestamente inconmovibles.

Hijo de agricultores de Hunan, en 1913 ingresó a la Escuela Normal de Changsha para seguir la carrera de profesor, con un acervo de conocimientos sobre la situación de los campesinos chinos, provocada por la revolución de 1911, que produjo el derrocamiento de la dinastía Manchú. A pesar de desconocer los textos de Marx y Lenin, en su primera etapa de formación política, su concepción del socialismo provenía de fuentes que enfatizaban la importancia de la democracia popular y de las pequeñas comunidades que él conocía desde su niñez. En los años veinte, su activismo comunista lo llevó a enfrentarse con otros líderes que consideraban reproducir la experiencia revolucionaria rusa.

Mao hacía hincapié en el apoyo de las masas populares y la importancia del cambio cultural para alcanzar las transformaciones revolucionarias. Así, estableció un soviet rural en la provincia de Kiangsi, pero fue expulsado por las fuerzas nacionalistas en 1934. Allí empezó la acción militar y política conocida como La Gran Marcha, cuya motivación heroica fue encabezada por Mao, y luego de un costo humano muy alto, pudo conducir a su Ejército popular al triunfo, imbuido de un espíritu abierto y antidogmático entre 1941 y 1945 al que llamó “movimiento de rectificación”. Dos años más tarde era el líder más importante de China. Muchos sabemos lo que ocurrió después, cuando dijo “Solo los campesinos pueden hacer la revolución”.

En el país, su influencia dividió al Partido Comunista de Bolivia, prosoviético, generando la tendencia maoísta o china: el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Su brazo armado, la Unión de Campesinos Pobres (Ucapo), estaba encabezado por su secretario ejecutivo, conocido como Motete Medinaceli. Luego del fracaso de su grupo, devino en el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que se convirtió en una empresa política dispuesta a pactar con todos, sin distinción ideológica.

No sorprende a los bolivianos que el gobierno actual se haya prestado una sigla (MAS) de la derecha falangista, y ahora el candidato del frente lo haga de una sigla de la izquierda. Es muy simple: en el escenario globalizado eso ya no importa, las ideologías no requieren etiqueta ni logotipo, estos tienen solo valor bursátil, no ideológico.

¿Carlos Mesa tiene su Teng Siao-Ping? Las preguntas que escuchamos giran en torno a su pasado y el temor al regreso de un “restaurador”: ¿Privatizará YPFB, el teleférico, BoA, Entel.? ¿Eliminará los bonos? ¿Subirá el dólar? ¿Le servirá la sigla a Mesa para borrar su pasado?

El oficialismo está en ascuas, el presidente Evo en su último discurso advirtió: “No permitiremos que la derecha se apropie de todo lo que hemos hecho”, como si los dineros públicos fueran de un partido. Y por el otro lado, en Santa Cruz, el Dr. Urenda, representante de la vieja guardia fascista, advierte que la nueva Ley del Servicio de Salud Pública tiene por propósito quitarles sus hospitales, como si los dineros del municipio y de la Gobernación fueran suyos. Estamos fritos.

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/ 14 de octubre de 2018 / 04:00

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No siempre fue así, los grandes cambios revolucionarios requerían de líderes con un cargamento conceptual potente, una ideología y un proyecto que sedujera a los heterogéneos grupos sociales. En los años treinta, por ejemplo, las disputas entre nacionalistas y comunistas chinos crearon un caos hasta 1937, fecha fatal que los obligó postergar sus enfrentamientos y frenar las incursiones militares del Japón. En estos escenarios turbulentos surgió el liderazgo de un profesor rural llamado Mao Tse-tung (1893-1976), cuya influencia en el mundo sacudiría muchos dogmas supuestamente inconmovibles.

Hijo de agricultores de Hunan, en 1913 ingresó a la Escuela Normal de Changsha para seguir la carrera de profesor, con un acervo de conocimientos sobre la situación de los campesinos chinos, provocada por la revolución de 1911, que produjo el derrocamiento de la dinastía Manchú. A pesar de desconocer los textos de Marx y Lenin, en su primera etapa de formación política, su concepción del socialismo provenía de fuentes que enfatizaban la importancia de la democracia popular y de las pequeñas comunidades que él conocía desde su niñez. En los años veinte, su activismo comunista lo llevó a enfrentarse con otros líderes que consideraban reproducir la experiencia revolucionaria rusa.

Mao hacía hincapié en el apoyo de las masas populares y la importancia del cambio cultural para alcanzar las transformaciones revolucionarias. Así, estableció un soviet rural en la provincia de Kiangsi, pero fue expulsado por las fuerzas nacionalistas en 1934. Allí empezó la acción militar y política conocida como La Gran Marcha, cuya motivación heroica fue encabezada por Mao, y luego de un costo humano muy alto, pudo conducir a su Ejército popular al triunfo, imbuido de un espíritu abierto y antidogmático entre 1941 y 1945 al que llamó “movimiento de rectificación”. Dos años más tarde era el líder más importante de China. Muchos sabemos lo que ocurrió después, cuando dijo “Solo los campesinos pueden hacer la revolución”.

En el país, su influencia dividió al Partido Comunista de Bolivia, prosoviético, generando la tendencia maoísta o china: el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Su brazo armado, la Unión de Campesinos Pobres (Ucapo), estaba encabezado por su secretario ejecutivo, conocido como Motete Medinaceli. Luego del fracaso de su grupo, devino en el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que se convirtió en una empresa política dispuesta a pactar con todos, sin distinción ideológica.

No sorprende a los bolivianos que el gobierno actual se haya prestado una sigla (MAS) de la derecha falangista, y ahora el candidato del frente lo haga de una sigla de la izquierda. Es muy simple: en el escenario globalizado eso ya no importa, las ideologías no requieren etiqueta ni logotipo, estos tienen solo valor bursátil, no ideológico.

¿Carlos Mesa tiene su Teng Siao-Ping? Las preguntas que escuchamos giran en torno a su pasado y el temor al regreso de un “restaurador”: ¿Privatizará YPFB, el teleférico, BoA, Entel.? ¿Eliminará los bonos? ¿Subirá el dólar? ¿Le servirá la sigla a Mesa para borrar su pasado?

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