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Falta de ética y moral en el mundo

En su artículo Por qué la revolución sandinista se fue al traste, Sergio Ramírez cuenta que “la deriva autoritaria de Ortega comienza tras el pacto en el 2000 con el expresidente liberal Arnoldo Alemán, el jefe corrupto del partido liberal (…), quien, a cambio de impunidad —ya Ortega en control de los tribunales de justicia—, concede a su adversario una reforma constitucional que permite ganar la presidencia en primera vuelta con solo el 35% de los votos”, el porcentaje máximo que Ortega había alcanzado en las elecciones anteriores, en las que fue derrotado.

Por cierto, Daniel Ortega lleva ya 21 años interrumpidos en el poder con el Frente Sandinista, con lo que supera al viejo Somoza, quien estuvo 16 años; a su hijo, Luis (siete años en el poder); y a su otro hijo, Anastasio, el último de la dinastía Somoza, que permaneció 10 años. Esto me recuerda, por mencionar un caso de tantísimos, que un jefe de gabinete del anterior Gobierno argentino realizó estudios en una prestigiosa escuela de negocios, pero luego en el poder hizo lo contrario a lo que allí enseñan. ¿Mintió en los exámenes para aprobar el curso o dijo la verdad, y luego hizo lo contrario para mantener el poder? En cualquier caso, faltó a la ética y a la moral.

Por cierto, Sergio Ramírez es escritor, político y abogado nicaragüense y fue vicepresidente de su país entre 1985 y 1990, durante el primer mandato de Ortega, alejándose posteriormente del sandinismo. “La democracia no fue nunca un concepto vigente (en Nicaragua)”, continúa Ramírez, pero lo cierto es que está poco vigente en todo el mundo desde que los inmorales abusan de la demagogia, y desde que el oficialismo abusa de los enormes recursos estatales para hacer propaganda. “El caudillo (…) ha triunfado siempre sobre las instituciones y sigue siendo así”, remata.

El último Somoza cayó tras una guerra civil, encabezada por el Frente Sandinista, que luego perdió las elecciones en 1990 tras otra guerra civil en la que los contras recibieron el respaldo de Reagan. Y el Gobierno actual usa “fuerzas policiales y paramilitares armadas con fusiles de guerra (…) contra una población desarmada (…) Pero es una lucha fundamentalmente cívica (…)”, dice Ramírez. Y destaca la vocación pacifista: “Si logramos un cambio de la dictadura a la democracia sin guerra civil, evitaremos (…) que se erija un nuevo tirano triunfante”.

Entretanto, los medios de comunicación se sienten tan desamparados como el resto de la población. Tras la petición de Ortega a la Iglesia, a inicios de mayo, para que medie en el conflicto, los obispos convocaron a un grupo de personalidades y presentaron una propuesta que incluye el adelanto de las elecciones a marzo de 2019, pero el Mandatario, aferrado al poder, rechazó discutirla. Y ahora, Ortega, ha arremetido contra los obispos, a los que ha llamado golpistas y a quienes quiere expulsar de la mesa de diálogo, y pretende integrar a otros como el Partido Liberal Constitucionalista del expresidente Arnoldo Alemán.

En fin, es una constante entre los políticos: enarbolan buenas ideas y son votados por ellas, pero luego, la tentación por el poder los supera. Si los políticos fueran capaces de mantener sus principios, el mundo progresaría notoriamente más. Pero lo cierto es, y sin querer justificarlos, que el sistema es corrupto de suyo desde que los funcionarios tienen el poder de, arbitrariamente, aunque esgriman una “ley”, decidir sobre vida y fortuna de los ciudadanos.