Tensión pacífica
El 6 de agosto se demostró que podemos coexistir entre bolivianos con nuestras diferencias políticas
Superando los malos augurios, los actos de celebración del aniversario patrio que se realizaron en la ciudad de Potosí se desarrollaron sin grandes incidentes. Es un síntoma alentador de madurez de nuestra sociedad y de la mayoría de sus dirigentes. Ninguna divergencia debería justificar nunca la violencia entre bolivianos.
El conflicto es un rasgo normal de cualquier democracia, la sociedad siempre tendrá opiniones diversas que despiertan pasiones encontradas. Las cuales a su vez deberían resolver institucionalmente, o al menos con acuerdos y, sobre todo, sin violencia. Esto no suele ser una tarea fácil, requiere madurez y sentido de responsabilidad en las dirigencias; pero también de una sociedad que conozca sus límites y apueste por la paz. Se trata de una construcción social que debe ser reforzada permanentemente.
Resulta innegable que la ciudadanía se encuentra dividida por la reelección de los actuales mandatarios. Los sentimientos polarizados que este asunto despierta y que se están exacerbando con la cercanía del año electoral se perciben en las calles, redes sociales y hasta en el entorno familiar. Y previsiblemente el tono del debate y la frecuencia de las protestas o manifestaciones de unos y otros irán en aumento.
Considerando la fortaleza de los opositores en la ciudad de Potosí, la conmemoración del 6 de agosto en esa localidad se perfilaba como un escenario propicio para la expresión de las divergencias; más aún tomando en cuenta la presencia de los principales mandatarios. Incluso varias voces auguraban (o deseaban) grandes tumultos y enfrentamientos. Sin embargo, los actos, pese a tener lugar en un evidente clima de tensión, finalmente se desarrollaron con una razonable coexistencia de los discordes en las cuadras alrededor de la plaza principal, y sobre todo sin violencia.
Hubo gritos y barras parlamentarias que, más allá de no ser ejemplo de cortesía, ejercieron su derecho a expresarse; así como desfiles ordenados protagonizados por representantes de ambos sectores. Nada demasiado extravagante para una democracia que ya ha superado sus 30 años de vida. En resumen, se demostró que podemos coexistir entre bolivianos con todo y nuestras diferencias políticas. No se produjo el enfrentamiento que algunos presagiaban. Buena señal para el país.
Afortunadamente, pasada la confusión, casi la totalidad de la dirigencia, opositora y oficialista, hizo llamados para moderar los ánimos de sus afines y garantizar el derecho a la libre expresión de todos los presentes. Es también evidente que los ciudadanos contribuyeron a ello con su tranquilidad y paciencia. Signo de que las grandes mayorías no desean que el actual conflicto político desemboque en un desenlace traumático ni violento; quizás porque están conscientes de que estamos destinados a coexistir, y que ninguno de los sectores debe ni podrá anular al contrario.