Salvar la Unasur
Corren plazos decisivos para salvar la Unasur, un enorme esfuerzo de integración regional.
Cumpliendo su promesa de campaña electoral, el ahora presidente de Colombia, Iván Duque, anunció formalmente la “decisión política irreversible” de su Gobierno de retirarse de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Por ahora es solo un anuncio, a reserva de consultas con otros países para tomar en conjunto el mismo rumbo. La integración regional, en su mala hora.
Nacida hace una década con la aprobación, en mayo de 2008, de su Tratado Constitutivo, que entró en vigencia en 2011, la Unasur constituye sin duda uno de los proyectos de integración suramericana más profundos, de identidad común y de cooperación regional. Esta unión, conformada por 12 Estados independientes, fue puesta en la congeladora en abril pasado con la decisión unilateral de seis gobiernos, entre ellos el de Colombia, de replegarse temporalmente. Ahora buscan pasar del repliegue al abandono.
El camino asumido por el gobierno conservador de Duque, heredero del uribismo, está fuertemente condicionado por su rivalidad con el régimen bolivariano de Venezuela. Al parecer la nueva administración colombiana cree, mal, que la Unasur en tanto proceso de integración, cooperación sectorial e intercambio de información y experiencias beneficia no a Suramérica, sino al gobierno de su vecino Nicolás Maduro. Pero una cosa es la existencia de disputas entre pares y otra distinta el conjunto del mecanismo.
¿Qué implica hoy para Colombia denunciar formalmente el Tratado Constitutivo de la Unión como requisito previo a su salida del organismo? Según alertó el ex secretario general de la Unasur Ernesto Samper, presidente de Colombia entre 1994 y 1998, se trataría de “un grave error” por varias razones. Primero porque quedaría aislada regionalmente. Segundo, por los elevados costos de la decisión, equivalente a un “brexit suramericano”. Y tercero, porque pondría en riesgo algunos derechos y beneficios.
Más allá del carácter “irreversible” o no del anuncio de la administración Duque, y de su alcance solitario o secundado por otros presidentes conservadores de la región, lo que está en cuestión es la posibilidad cierta de que factores coyunturales y diferencias ideológicas entre gobiernos paralicen y en su caso derriben un estratégico y por demás necesario proceso de integración regional. El importante avance logrado en las diferentes instancias y mecanismos de la Unasur no ha sido nada sencillo.
En tan difícil escenario, ¿puede todavía Bolivia hacer algo, en su ejercicio de la presidencia pro témpore, para preservar la Unión? Por ahora, más allá de la expresión de necesidades y deseos, no hay señales concretas. La secretaría general del organismo permanece acéfala desde hace 20 meses. Y el repliegue temporal de seis países anticipa una situación de asfixia financiera. Corren plazos fatales y decisivos para salvar la Unasur y, con ella, este enorme esfuerzo de integración regional.