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La Policía contra la gente

Ya que la zanahoria no ha funcionado, recurren a los palos; el problema es que la violencia se dispara rápidamente

/ 14 de agosto de 2018 / 03:33

Es aún independiente la Policía en Polonia? Es una pregunta que me planteo muy seriamente. Desde hace dos semanas, los agentes polacos no se parecen a sus colegas del resto de la UE. La Policía polaca carga contra la oposición. Como en Szczecin, donde dos opositores al partido gubernamental (PiS, por sus siglas polacas) colocaron una camiseta que decía “Constitución” en el monumento al expresidente Lech Kaczynski (fallecido en 2010 en la catástrofe aérea de Smolensk y hermano del líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski). Pues bien, este happening es una reacción a las medidas del PiS, así como del presidente Andrzej Duda, que, infringiendo la Constitución polaca, han decidido eliminar de su cargo a la presidenta del Tribunal Supremo, además de cambiar a sus miembros. En cuanto esto se ejecute, Polonia dejará de ser un Estado de derecho.

El expresidente Lech Kaczynski, a instancias de su hermano, está reconocido por el Gobierno como el santo patrón nacional. En consecuencia, utilizar un monumento suyo para recordar la necesidad de respetar la Constitución se considera un ataque terrorista. Los agentes abrieron una instrucción por profanar un monumento, que el Código Penal polaco castiga con una multa. Se pusieron manos a la obra, a consultar las grabaciones monitorizadas y a buscar testigos. Pero también los polacos se pusieron en marcha. Así, camisetas con el rótulo de “Constitución” proliferaron por todo el país. También en estatuas apolíticas, del dragón de Cracovia o personajes de dibujos animados. La gente disfrutaba de lo lindo. No así la Policía.

Los siguientes decoradores de monumentos aterrizaron en las comisarías. A la pregunta de cómo la palabra “Constitución” puede ultrajar a alguien, el ministro de Interior, Joachim Brudzinski, no supo responder.

Pero eso no es todo. En Bydgoszcz, en la ventana del despacho de uno de los diputados del PiS, una activista de la oposición dibujó las letras PZPR (las iniciales del antiguo partido comunista polaco), al que este diputado del PiS perteneció. Su caza fue un éxito: la mujer tuvo que desnudarse íntegramente en la comisaría y la cachearon después de aislarla. Fue acusada de apología del totalitarismo. Como si recordarle a un diputado del PiS su pasado deshonroso fuese un delito.

En los años 80, cuando en Polonia y media Europa anidaba aún el comunismo, la oposición breslaviense decidió reírse de las autoridades organizando happenings similares. Esto condujo a situaciones verdaderamente cómicas, como cuando por el centro de Breslavia policías armados con porras perseguían a una multitud de personas disfrazadas… de san Nicolás. Nada resultó más comprometedor para el régimen que aquello. Y ahora la historia se repite. Pero no todos están de guasa. Hace dos semanas, la Policía arrestó de forma brutal a los manifestantes congregados ante el Congreso. El ministro Brudzinski escribió que deberían alegrarse, porque la Policía de EEUU o Israel habría sido más expeditiva.

Aparte de aplicar la violencia, se vigila a los manifestantes, aun siendo parlamentarios (es por su bien, explica la Policía). Y las protestas se graban para analizarlas con un programa especial de identificación facial. ¿De qué le sirve a la Policía esta información? Es muy simple: la necesita para asustar a la gente. Kaczynski devasta la democracia polaca con Viktor Orban como modelo.

Hay una cosa, sin embargo, que no había previsto: en su camino al poder ilimitado en Polonia la sociedad civil se le interpondrá eficazmente. Kaczynski estaba convencido de que el generoso programa social, sumado a una propaganda diseminada por los medios públicos intervenidos por el Gobierno, bastaría para silenciar a sus adversarios. Pero no ha sido así. Miles de personas salen a las calles a defender nuestra pertenencia a la UE, la libertad de prensa o la independencia del Poder Judicial.

Ya que no ha funcionado la zanahoria, las autoridades recurren a los palos. El problema es que la violencia se dispara rápidamente. ¿Bastará todo esto para fracturar a la sociedad civil que defiende los valores democráticos? ¿O servirá quizás para afianzarlos? No conozco la respuesta, pero una cosa es segura: Polonia, el sexto país de la UE por su tamaño, está cada vez más reñida con las normas y valores europeos. La injerencia de la Policía en el debate político demuestra que la situación es cada vez peor. Y, a pesar de todo, en Polonia sigue habiendo personas dispuestas a defender los principios europeos.

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Estigmatizar la diferencia

Los polacos, a pesar de su Gobierno, son una sociedad tolerante, ilustrada y proeuropea

/ 3 de abril de 2019 / 04:22

Creo que Polonia será un espacio libre de LGTB (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales)”, declaró una importante diputada polaca del partido de gobierno, Ley y Justicia (PiS), recapitulando la consigna principal del bloque gobernante ante las próximas elecciones europeas. En el sexto país más grande de la Unión Europea, la orientación sexual domina la política.

Bajo ningún concepto se trata de tolerar o incluir, sino de la estigmatización de la diferencia, algo que para los habitantes de Europa occidental seguro que es difícil de entender. Ley y Justicia, contando con que conseguirán revertir la tendencia desfavorable en los sondeos, ha iniciado una persecución sin precedentes a las personas con otra orientación sexual diferente a la heterosexual, asustando a los polacos con el pernicioso impacto de la “propaganda LGTB” en los jóvenes: “Quiten las manos de nuestros niños”, tronaba el líder del partido, Jaroslaw Kaczynski.

La ola de comentarios homofóbicos ha inundado los medios de comunicación y las redes sociales, y los políticos del partido se han asegurado de que no decaiga, echando constantemente leña al fuego de la propaganda. Así por ejemplo, el viceministro de Justicia, Patryk Jaki, quien se postula en las elecciones con la lista común del PiS, afirmó que “luchará para que el Parlamento Europeo no se ocupe de los asuntos LGTB”. Y la diputada del PiS Elzbieta Kruk declaró que Polonia tiene que ser un espacio libre de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales. Esas palabras no solo suscitan asociaciones históricas. En Chechenia, por nombrar una región “libre” del colectivo LGTBI, el presidente Ramzán Kadírov encierra a los gais en campos de concentración. Frente a las palabras de Kruk, el partido no ha reaccionado de ninguna forma.

El PiS tiene un problema, pues sobrecargado con sucesivos escándalos, puede perder el poder este año. En 2015, las elecciones se celebraron durante el punto álgido de la crisis migratoria, y alcanzó el poder, entre otras cosas, gracias a la campaña contra los refugiados, afirmando que Polonia corría el riesgo de ser invadida por terroristas musulmanes. En aquel entonces, Kaczynski consideró también que los inmigrantes de Asia podían traer a Polonia “gérmenes y parásitos”. Hoy, de forma análoga, ladra contra las minorías sexuales.

La decisión de las nuevas autoridades de Varsovia de adoptar la denominada Declaración LGTB+, surgidas por la oposición al gobierno del PiS, ha sido el pretexto para la campaña. En ella, las autoridades municipales se comprometen a defender los derechos de las minorías sexuales, así como a enseñar a los niños tolerancia en las escuelas y hacerlos conscientes de su sexualidad, amén de advertirles de la amenaza de los pedófilos. En Occidente este tipo de iniciativas son el estándar. En cambio, el PiS redujo el programa varsoviano a la consigna de “enseñar cómo masturbarse en las escuelas”, y comenzó su ofensiva contra las minorías sexuales. La lucha contra el colectivo LGTBI se aceleró cuando el Vicepresidente de Varsovia, quien no oculta su orientación homosexual, dijo en una entrevista que quisiera que en Polonia se legalizase el matrimonio de personas del mismo sexo, quienes, a largo plazo, podrían también adoptar niños.

Las siglas LGTB, en manos de los ideólogos del partido (respaldados por los medios de comunicación públicos subordinados al PiS), se han convertido en el símbolo de la desviación y el colapso de la Unión Europea. Se podría decir abiertamente que, en este caso, los políticos de la derecha polaca hablan el mismo idioma que los seguidores del presidente de Rusia, Vladímir Putin, quienes desde hace años luchan ferozmente contra todas las minorías sexuales.

Lo curioso es que el PiS calla sobre las cada vez más importantes acusaciones a los obispos polacos de ocultar los casos de pedofilia en el seno de la Iglesia católica. ¿Funcionará esta estrategia? Probablemente no, y seguro que no como la campaña de odio a los refugiados de 2015. Tras el inicio de los ataques al colectivo LGTBI los sondeos no han mejorado. La distancia entre la Coalición Europea, la unión de un amplio espectro de partidos políticos proeuropeístas, y el PiS disminuye. Y la dirección del partido está cada vez más nerviosa. Los polacos, a pesar de su Gobierno, son una sociedad tolerante, ilustrada y proeuropea. A pesar de los pesares, esa es la buena noticia que proviene de Polonia.

* Periodista, jefe de la sección Internacional del periódico Gazeta Wyborcza. Traducción de Amelia Serraller Calvo.

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