Julio, mes patrio de mi querido Perú, mes que enlutó a nuestra patria y al que no queremos olvidar nunca. Entre avalanchas de corrupción que arrasaban sin tregua a todo un país, audios que dejaban parapléjico a un pueblo que empezaba a repuntar entre la marea negra y en medio de infinidad de manifestaciones populares, de las que ambos fueron duros críticos, en vísperas de nuestro 197, nos taparon la boca como si hubiesen pactado marcharse juntos.

Justo cuando más los necesitábamos; cuando el país aclamaba al programa La función de la palabra para que condene a muerte a los corruptos en el tribunal de la Santa Inquisición, y esperaba que el poeta incendiario desenvaine su espada y aplique la “Praxis, asalto y destrucción del infierno”, nunca más amaneció. Me refiero a dos joyas latinoamericanas: el poeta Enrique Verástegui y el crítico y escritor Marco Aurelio Denegri, ambos de nacionalidad peruana que partieron a la eternidad el 27 de julio pasado.

Verástegui, nacido en abril de 1950 en Lima, fundador del Movimiento Hora Zero, es considerado por la crítica como uno de los mejores exponentes de la poesía peruana. Nunca lo conocí personalmente; de todas maneras me afectó en demasía enterarme sobre su fallecimiento, a los 68 años, a causa de un paro cardíaco; tan solo un día después de haber ofrecido un recital. Escuchar las palabras de este poeta por las redes sociales y pocas horas más tarde saber que ya no tendremos la oportunidad de disfrutar de sus lecturas conmovedoras duele como cuchillo clavado en el pecho. Primero que te quiten la voz y que luego te acuchillen… es horrible.

A su vez, La función de la palabra era un programa de televisión que ofrecía “caramelos” cual ambulante inusitado. Sin embargo, tenía muy pocos clientes, nadie quería sus “caramelos”, porque eran tan ásperos que espantaban el paladar de los jóvenes. Empezó a ser transmitido el 2000 en el canal del Estado, Tv Perú, pero la muerte no quitó su voz el 27 de julio de 2018; una voz que siempre tuvo escaso rating en la televisión peruana, por no decir poca audiencia. A sus 80 años, Marco Aurelio nos deja en la orfandad a quienes amábamos la manera mordaz e inquisidora de sus entrevistas, sin tapujos; y nos recuerda que en un momento dado fuimos ingratos con él, al extremo de sugerir el cierre de su programa, por considerarlo irrelevante, por causa de nuestra ignorancia. Qué equivocados que estábamos.