La verdad nos hará libres”. Actualmente hay opiniones como “Me parece criminal que se siga diciendo que son peligrosos”, del premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1993, Richard J. Roberts; o posturas contrarias como “No son necesarios, ni la solución a ninguno de los problemas que prometían resolver”, de Greenpace.

Hace más de 30 años que “jugamos a ser Dios” alterando formas de vida mediante la biotecnología. Desde extracciones y transferencias de cepas de ADN, hasta la manipulación de estructuras genéticas íntegras, todas estas operaciones nos dan como resultado organismos genéticamente modificados (OMG), y una “guerra mundial” encarnizada, en contra y a favor, entre ecologistas, científicos y las compañías que los desarrollan.

Greenpace es una de las organizaciones ecologista que afirma que no se opone a la biotecnología, sino a la liberación de transgénicos al medio ambiente con efectos irreversibles e imprevisibles sobre los ecosistemas, como el “incremento de tóxicos en la agricultura, la contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de la biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos”. Además, acusan a Monsanto (envuelto recientemente en un escándalo de $us 290 millones), Dow, Syngenta, Dupont, Bayer y BASF de controlar el 76% del mercado agroquímico; y de ser dueñas de casi todos los cultivos transgénicos en el mundo.

Del otro lado están los que culpan a Greenpace y a “sus aliados” de engañar a los consumidores sobre los OMG. Algunos científicos, entre ellos premios nobeles, afirman que los seres humanos han consumido desde hace 10.000 años alimentos manipulados genéticamente, sin que hasta ahora se hayan generado problemas por su causa. Aseguran además que más de 100.000 millones de cabezas de ganado consumieron alimentos OMG entre 1991 y 2011, mejorando su salud.

¿Quién miente? Mientras resolvemos este dilema, los cultivos genéticamente modificados en el mundo alcanzan la cifra récord de 190 millones de hectáreas, y van en aumento, según el Servicio Internacional de Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAAA). Muchos países, a pesar de las prohibiciones gubernamentales, importan y cosechan alimentos transgénicos, como la soya. Incluso empresarios del agro buscan autorizaciones para usar transgénicos que resistan el cambio climático y las plagas, para mejorar los rendimientos y disminuir los costos de producción.

Como afirmó el ex secretario de la ONU Kofi Annan, “la biotecnología debe ser desarrollada con prudencia y ser utilizada con medidas de seguridad que sean adecuadas y transparentes”. Un error grave puede provocar trágicas consecuencias y cambios irreversibles en el mundo natural.

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