Congo: ganó el 21f africano
Kabila, taciturno y taimado, asumió todos los poderes, y entre corrupción y astucia se aferró al Gobierno
Como en muchos países con primitivos traumas de cacicazgos apoyados en dinastías familiares, el poder se captura por las urnas o por las armas, y se lo retiene mediante elecciones amañadas o con la fuerza bruta. Esto aconteció el 16 de enero de 2001 en el Congo, cuando el entonces presidente Laurent Kabila fue asesinado por uno de sus guardaespaldas, dejando esa vacancia involuntaria a su hijo Joseph, de apenas 29 años, quien asumió el cargo aupado por militares fieles a la memoria paterna y por adulones oportunistas que creyeron tarea fácil manipular al infante, como análogamente sucedió en Corea del Norte, con Kim Jong Un. Grave miopía que en ambas naciones resultó infértil.
Joseph Kabila, taciturno y taimado, asumió la totalidad de los poderes, y entre corrupción y astucia se aferró al Gobierno eliminando a sus adversarios y administrando discrecionalmente esa antigua colonia belga, rica en minerales no ferrosos, estaño, oro y diamantes. Luego de su dramático interinato,
Kabila fue electo en 2006 en un principio por un quinquenio, y reelecto en 2011 sumando 17 años de reinado totalitario. Sin embargo, en su intento por reformar la Constitución para poder optar a un tercer mandato se enfrentó con una fiera oposición interna, y la generalizada repulsa de la comunidad internacional, principalmente de la Unión Europea, que desde mayo de 2017 le impuso drásticas sanciones, como el congelamiento de recaudos financieros y la restricción de circular en el Viejo Continente a varios miembros de su gobierno. Bruselas le reprocha el uso desproporcionado de la fuerza contra las plataformas constitucionalistas (tipo 21F) y las rebeliones locales como en la provincia de Kasai.
La presión de sus poderosos vecinos, por ejemplo Angola y la República Sudafricana, además de la antipatía que aquella prórroga despertaba en toda la región, terminaron por aislarlo internacionalmente, y provocó la erosión de su apoyo político interior, pese a la respetable mayoría que aglutina su partido, el Frente Común por el Congo (FCC), en el Parlamento. Todo ello minó su testarudez y lo obligó a tirar lo toalla en la fecha límite para la inscripción de candidaturas para un tercer mandato. Aunque logró aglutinar alianzas para presentar como candidato oficialista a Emmanuel Ramazani Shadari (57), fiel escudero suyo. De todas maneras, su alejamiento contribuye grandemente a establecer un clima de tranquilidad para las elecciones que se realizaran el próximo 23 de diciembre.
Kabila deja un país en delicada situación económica y sin poder haber resuelto las rivalidades regionales imperantes en sus 2340.000 km2 de superficie. Es conocido por su invariable individualismo y la terquedad de sus decisiones. Esta última condición quizá heredó de su padre, quien en 1965 acompañó al Che Guevara en su aventura guerrillera, adoptando una posición parecida a la del jefe comunista Mario Monge en Bolivia; es decir, disputando la dirección de las fuerzas combatientes con el legendario barbudo. Según relata el Che en su diario, además de incompetente militarmente hablando, el congoleño tenía una marcada pedantería, que finalmente lo empujó a desaparecer en la selva, en gesto muy parecido a la deserción. Años después, a la cabeza de batallones rebeldes se apoderó de la capital Kinshasa en 1997, desalojando al dictador Mobutu Sese Seko, en su 32° año de reino absoluto.
Este autócrata megalómano había construido en su aldea natal de Gbadolite una suerte de Versalles folklórico, cuyos 15.000 metros cuadrados lucían pisos de mármol de Carrara y los tumbados ostentaban lustres de cristal checo y veneciano. Curioso personaje, Mobutu era un apasionado de la floricultura y en sus jardines cultivaba flores y plantas importadas de todas partes del mundo. A su caída, las turbas asaltaron ese palacio de Kawele, saquearon completamente las dependencias, y gente depauperada se instaló en los otrora lujosos aposentos. Es tan grande el espacio que ahora lo ocupan 150 familias desmonetizadas que forman parte de los 78 millones de congoleños.
El porvenir de Joseph Kabila no es tan sombrío, la propia Constitución que él pretendía desconocer le concede en su calidad de exmandatario una senaduría vitalicia, que no es despreciable a sus 47 años de edad.