El lunes, la prensa internacional se hizo eco del lamentable fallecimiento de Jamel Myles, un niño de nueve años de Denver, Colorado (EEUU), que optó por quitarse la vida luego de ser fuertemente acosado por sus compañeros de colegio durante varios días. El detonante de este brutal bullying, que ha motivado la preocupación de propios y extraños, fue el haberse declarado gay.

En efecto, según se consigna en diferentes medios digitales, Myles aprovechó sus vacaciones de verano para contarle a su familia sobre sus inclinaciones sexuales. Sus seres queridos, y en particular su mamá, no solo no cuestionaron esta valiente declaración, sino que le dieron todo su apoyo, de tal manera que el menor dejó de sentir vergüenza por ser gay e incluso llegó a sentir orgullo “de ser quien era”, en sus propias palabras.

A su vez, esta renovada confianza lo motivó a compartir su “secreto” con sus compañeros apenas regresó a clases. Sin embargo, lejos de recibir la comprensión que esperaba entre sus pares, comenzó a ser brutalmente agredido, hasta que finalmente optó por el suicidio como una “solución” para acabar con su suplicio. Como es previsible, los familiares de Myles han quedado devastados, y si bien no se arrepienten del apoyo que le brindaron, sí lamentan no haber percibido a tiempo el brutal bullying del cual era víctima tras “salir del clóset”, a fin de poder ayudarlo a superar esta difícil experiencia. “Me siento responsable porque no vi el dolor en los ojos de mi bebé. Debí haberlo sabido. Es mi culpa, no sabía”, declaró la mamá de Jamel a la prensa.

Y es que, como bien alertan los especialistas, este tipo de acoso puede llegar a ser demoledor para la salud mental y emocional de los niños, niñas y adolescentes, especialmente cuando se presenta de manera sistemática y por tiempos prolongados. Por ello, si bien los suicidios entre menores de edad no suelen ser corrientes, lamentablemente en los últimos años se han vuelto cada vez más frecuentes, en parte debido a que la irrupción de las redes sociales ha potenciado los efectos negativos y sobre todo el alcance del acoso escolar.

Por ejemplo, el año pasado, al igual que Myles un niño español de tan solo 11 años decidió acabar con su vida motivado también por el acoso que sufría en la escuela. En una carta de despedida dirigida a sus padres el menor explicó las razones que lo impulsaron a adoptar esta decisión en pocas palabras: “Papá, mamá… espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir”.

Estos hechos ponen en relieve la necesidad de que las autoridades educativas, dentro y fuera del país, empiecen a trabajar en programas de largo aliento que promuevan el respeto y la consideración hacia los demás y hacia las normas, orientados tanto a los estudiantes como a los padres de familia; pues a fin de cuentas estos últimos son los que inculcan en sus hijos, por medio del ejemplo, actitudes de acoso y de violencia, que luego reproducen dentro y fuera de las aulas escolares.