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La hora del ‘croupier’

Nos encanta entrabarnos en discusiones al divino botón. Claro, detrás de las palabras están los intereses y todo depende no del cristal con el que se mira, sino de la mirada que nos conviene tener al momento de escoger el cristal.

Así, los sectores más conservadores de la oposición han decidido boicotear las elecciones primarias; dicen ellos “en defensa de la democracia”. Por supuesto, todo es de dientes para afuera. Ellos saben que no presentarse a las primarias es suicidarse: es permitir que el MAS gane las elecciones del 19 de punta a punta.

Si ahora la oposición tiene la oportunidad de arrebatarle los dos tercios al oficialismo en la Asamblea y lograr un Parlamento más equilibrado, con elecciones (que claramente se darán y en las que sin duda se presentará Evo Morales como candidato) sin oposición, como ya ocurrió en Venezuela, los anti-Evo no tendrían curul alguna.

Mucho más lúcido es Juan del Granado, quien ha dicho claramente que “si no se concurre a las primarias, la oposición quedará fuera de la batalla electoral”. Indudablemente el Diablo sabe más por viejo que por Diablo.

¿Y las plataformas? Pues claramente les queda dos caminos: o se constituyen en partido político uniéndose grupos de cuando menos cinco departamentos y recaudando firmas, o se suman a los partidos tradicionales. Aquí se muestran los límites de estos grupos de ciudadanos, cada vez más esmirriados, que con todo derecho reclaman por sus ideas, pero que deben proyectarse a la política más allá de la protesta.

Y mientras esas determinaciones se toman entre los no militantes, en los partidos de la oposición también se debe decidir si se va en unidad o no. Hasta ahora fueron pateando la elección de uno o varios candidatos, porque creían que estas determinaciones podrían realizarse al año. Ahora están obligados a asumir definiciones. Lo mismo vale para mi amigo el ciudadano Carlos Mesa. Hasta noviembre tiene posibilidades de cantar el corillo mexicano “o me voy o me quedo”; después, a lo hecho pecho.

Como conozco a los políticos bolivianos, lo más seguro es que no vayan juntos, sino que entre ellos compitan por ocupar la segunda posición buscando la segunda vuelta y acumular (ahora sí) todo el voto antiproceso de cambio. La jugada es audaz y peligrosa, pues sin don Evo logra más del 40% y les lleva 10 puntos, todas las esperanzas de la oposición se habrán roto. Y es que la política es como un casino que atiende 24 horas y donde cada tanto tiempo, como ahora, se escucha el grito del croupier: “hagan su juego, señores”.