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Calle Faustino Rico Toro

Alguna vez una persona me dijo que la mejor manera de conocer una ciudad, incluida a la propia, era recorrer sus atajos y calles poco transcurridas. Tenía mucha razón. Después de despedir a un amigo que acababa de morir, caminaba con mi dolor a cuestas por Queru Queru, un barrio asentado en la zona Norte de la ciudad de Cochabamba, tejiendo añoranzas hasta que me topé con un letrero de la calle Rico Toro. La primera imagen que me vino a la mente tras leer estas palabras (posiblemente les pasó lo mismo a varios otros) fue la imagen de Faustino Rico Toro, militar que participó en la dictadura sangrienta del reciente fallecido Luis García Meza, e incluso el 2011 fue detenido por las fuerzas de seguridad para que cumpla una sentencia de dos años en la cárcel paceña de San Pedro.

Como ese significante (calle Rico Toro) estaba mediatizado por mi experiencia y mi conocimiento del pasado reciente en relación con la dictadura de García Meza, le otorgué a esa calle un sentido histórico. E inmediatamente, como era previsible, me indigné. ¿Por qué hay una calle nombrada con el apellido de un personaje vinculado con una dictadura militar atroz? Era comprensible mi indignación, solo había unas letras diminutas encima del letrero que decía “OTB Queru Queru”. O sea, como sucede con la mayoría de los nombres de las calles, no había ninguna aclaración sobre la biografía del personaje que impulsa su nombre. Grave descuido.

Cuando compartí mi indignación en las redes sociales, un historiador militar me aclaró la confusión. Resulta que el nombre de esa calle fue en homenaje al teniente de la Fuerza Aérea Faustino Rico Toro, el chicheño, así se lo conocía, quien incursionó con su Fokker CVV el 15 de diciembre de 1928 sobre los fortines paraguayos de Bahía Negra, Galpón y Patria. En los anales de la historia militar boliviana, se señala que este hostigamiento aéreo se dio en desagravio al ataque contra al fortín boliviano Vanguardia, el primero de su tipo considerado como el preludio de la Guerra del Chaco.

Estas confusiones sobre el verdadero significado de las calles abundan. Son errores imperdonables. El sentido de los nombres de las calles está asociado con la construcción de una memoria histórica urbana; un referente insoslayable para sus habitantes. Los monumentos, los nombres de las calles o de las plazas son decisivos para configurar los íconos de la ciudad.

Quizás aquí estriba el meollo de la cuestión. Hay un descuido, premeditado o voluntario, sobre las marcas simbólicas de la ciudad, las cuales deberían estar asociadas a su identidad urbana. De allí que la memoria histórica de una ciudad debería reflejar su pasado, o tal vez se trate de la historia que quieren reflejar determinadas élites locales. No obstante, en el país la mayoría de los signos urbanos son significantes vacíos, o como en el caso de la calle Faustino Rico Toro, llevan a confusiones históricas inaceptables. Una ciudad sin memoria está condenada al extravío histórico.

En nuestras ciudades no existe una política de nombramiento de calles, avenidas, plazuelas o monumentos asentada en una indagación seria del pasado. A esos lugares de memoria (calles, monumentos, plazuelas) no se les da la importancia simbólica que representan sobre todo para el imaginario urbano de una ciudad. Los íconos históricos hablan mucho de las urbes, contribuyen a rescatar la historia para darle sentido y recuperar el presente. Quizás aquí estriba la cuestión.