Extinción de aves
Urgen políticas que contrarresten las prácticas sociales y económicas que vulneran principios de conservación.
El planeta está de duelo, o al menos debería. Y es que tras un monitoreo de ocho años, la organización BirdLife International presentó un informe en el que alerta que el guacamayo azul de Spix, mundialmente conocido por haber inspirado la película animada Rio, cumple los requisitos para ser declarado extinto. Y para mayor encono, otras siete aves habrían corrido la misma (mala) suerte.
En efecto, además del guacamayo azul se habrían extinguido tan solo en Brasil un búho (el mochuelo pernambucano) y dos gorriones (el ticotico críptico y el ticotico de alagoas). A ellos se sumarían otro guacamayo (glauco, de color verde) que habitaba en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay; y un ave endémica de Hawái, el po’o-uli. Es decir que Sudamérica se lleva “la flor” en este deplorable ranking de extinción de aves.
Pero las malas noticias no terminan ahí, pues, de acuerdo con los autores de este estudio, al menos 187 especies se habrían extinguido desde que empezaron a realizar registros, hace una década. Respecto a las causas, los investigadores apuntan a la deforestación de los bosques, a la caza furtiva y a la introducción de especies exóticas a hábitats diferentes a los suyos. Fenómenos que en los últimos años se han agudizado particularmente en países tropicales como Brasil, Ecuador o Malasia.
En cuanto a Bolivia, además de estos tres factores cabe añadir el creciente nivel de contaminación de al menos 11 cuencas hídricas debido al desecho de aguas industriales y minerales sin tratamiento, según una investigación del Banco Mundial; y el uso de restos de animales en las entradas folklóricas. Por ello no sorprende que por estos lados al menos 314 especies se encuentren amenazadas, según un diagnóstico de la Red Nacional de Voluntarios Ambientalistas. De esta cifra, 68 estarían en peligro de extinción: la rana gigante (rococó), el armadillo, el delfín rosado, el jaguar, el manatí, la nutria, el oso jukumari, el tapir, el tejón, el guanaco y muchas más. Y la situación de tres de ellas (la paraba azul, el cóndor andino y las tortugas gigantes) es crítica, toda vez que su población se ha reducido en un 90%.
No sobra recordar que en términos científicos la desaparición de una sola especie constituye una catástrofe ambiental; pero también en términos sociales, pues además de constituir la base de la alimentación de las personas, la supervivencia de los animales resulta esencial para conservar el equilibro del medioambiente, así como la buena salud de los servicios ecológicos del planeta.
Por ello, urgen mayores esfuerzos y políticas que contrarresten las prácticas sociales y económicas que contravienen todo principio de conservación, como la ampliación de la frontera agrícola sin ningún tipo de control, la caza furtiva o la utilización “folklórica” de los animales. Solo así podremos garantizar el derecho de las futuras generaciones a vivir bien en un entorno saludable.