La ciudad de Los Ángeles dio el anterior martes un paso casi definitivo para prohibir la producción y el comercio de pieles. Es la localidad más grande de Estados Unidos en tomar esta medida. El consejo del Ayuntamiento (órgano legislativo compuesto por concejales electos) aprobó por unanimidad el martes encargar a los abogados municipales un borrador de legislación para eliminar por completo el negocio de las pieles en la ciudad. Cuando se presente, la medida tiene prácticamente garantizada su aprobación.

La norma no solo afecta a la ropa, sino a cualquier producto que lleve pelo animal, desde un bolso hasta un llavero de pata de conejo. Solo se podrán vender si son productos de segunda mano. La versión final de la propuesta deberá tener en cuenta posibles excepciones, como el uso que le puedan dar a las pieles organizaciones religiosas y posibles conflictos con leyes federales. El cuero de vaca y oveja no están afectados.

Hasta ahora, tres ciudades de California habían prohibido el negocio de las pieles dentro de su jurisdicción. El enclave de West Hollywood, en el centro del condado de Los Ángeles; la ciudad de Berkeley, en la zona universitaria de la bahía de San Francisco; y la propia ciudad de San Francisco (870.000 habitantes), que en marzo se convirtió en la ciudad más grande en adoptar la medida. Los Ángeles será la primera prueba en un municipio de 3,9 millones de habitantes que, además, es uno de los centros mundiales del negocio de la moda.

La prohibición en Los Ángeles tiene previsto entrar en vigor después de un periodo de dos años para dejar que la industria se adapte. Igualmente, en San Francisco entrará en vigor el 1 de enero de 2020, fecha límite para que los actuales negocios se deshagan del producto que tienen en inventario. A partir de ahí, la única solución es cerrar o mudarse fuera de los límites de la ciudad. En conurbaciones como las dos grandes ciudades californianas, a veces solo hay que mudarse unas pocas calles para cambiar de municipio.

Según datos de la Cámara de Comercio de San Francisco, la medida afecta a unos 50 minoristas en el centro de la ciudad, con un negocio estimado de $us 40 millones al año, por lo que su impacto es insignificante en la economía de la ciudad, un dato que sirvió como argumento para los partidarios de la prohibición.

Muchas grandes firmas de moda, como Gucci, Armani, Michael Kors, Hugo Boss, Versace o Burberry, ya se han comprometido a dejar de utilizar pieles en su producción.

Durante la sesión del martes en el Ayuntamiento de Los Ángeles, en la que no se admitieron intervenciones públicas, el concejal Bob Blumenfield dijo que la “evolución como sociedad” para “prohibir esta crueldad innecesaria” era “una victoria moral”. “La grandeza de un país se puede medir por la forma en que trata a los animales”. El concejal Paul Koretz, coautor de la propuesta, añadió que “no hay nada humanitario en criar a un animal y matarlo por una vanidad innecesaria”.

La prohibición en Los Ángeles será la mayor victoria hasta ahora de un movimiento con ambición nacional que impulsan asociaciones y famosos. Christina Sewell, de la asociación por el Trato Ético a los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), expresó durante la sesión que se trata solo de un paso más y no pararán hasta que “cada ciudad de Estados Unidos esté libre de pieles”, según la prensa local. La asociación denuncia el trato inhumano de “millones de animales”.

Keith Kaplan, portavoz de la industria que estuvo presente en el debate, dijo a Associated Press que el negocio de las pieles mueve $us 35.800 millones al año en Estados Unidos y emplea a más de 1 millón de personas. Kaplan dijo que en Los Ángeles “se vende mucha piel” y que está presente en más de 500 colecciones de moda, por lo que tendría un impacto en el empleo y en los impuestos del negocio de la moda. Kaplan denunció lo que, según él, es una campaña de “mentiras y sensacionalismo” sobre la industria de la piel para engañar al público. No se utiliza pelo de perros y gatos, como aseguran algunos grupos que promueven la prohibición, y los animales no son “despellejados vivos”, sino sacrificados de acuerdo con los estándares de la Asociación Americana de Veterinaria. Y añadió que las alternativas artificiales al pelo natural son productos basados en el petróleo y no biodegradables. Se trata de un debate complejo que recién empieza.

Es periodista, corresponsal de El País en Los Ángeles (EEUU).