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Vientres de alquiler

No se trata de una moda ni de una frivolidad, y aunque los casos en Bolivia son muy pocos, según los testimonios de médicos que se dedican a la reproducción asistida, la práctica de “alquilar” el vientre de una mujer sana para que lleve el embarazo de una pareja que no puede procrear es una realidad en el país. Sin embargo, este tipo de acuerdos están al margen de la ley.

Un reciente reportaje de La Razón permitió descubrir que en el país hay mujeres que ponen sus úteros a disposición de parejas que no pueden tener hijos por diferentes razones como abortos con lesiones, pérdida del útero, problemas en el endometrio, histerectomía, infertilidad u otras. Es posible encontrar a estas personas dispuestas a ganar dinero con la “maternidad subrogada”.

Según testimonios recogidos por este diario, una madre subrogante cobra entre $us 25.000 y $us 30.000, a lo que debe añadirse el costo de la fertilización in vitro. Las mujeres entrevistadas coinciden en que lo hacen por “problemas de dinero”; aunque también se conocen casos de parejas que “alquilaron” el vientre de parientas o de amigas muy próximas.

Consultado al respecto, el presidente del Colegio de Abogados de La Paz afirma que esta práctica no está prohibida, pero tampoco regulada. “Hay varias leyes en las que se puede sustentar, en que no es un delito, pero hay una inseguridad en los términos en los que se da el pacto de los padres de intención y la mujer gestante” explica el jurista. Por ello, las clínicas que ayudan en el proceso de fertilización tienen contratos modelo que en gran medida ayudan a superar la posible inseguridad jurídica de este tipo de acuerdos. Asimismo, ofrecen apoyo psicológico a todas las personas involucradas en esta forma de gestación.

A su vez, en el Ministerio de Salud informaron que el tema de regular la maternidad subrogada no está en la agenda de ese despacho; la Sociedad Boliviana de Ginecología tampoco impulsa ninguna norma al respecto. Es fácil imaginar que se debe a que los casos de vientres de alquiler son todavía muy escasos.

Desde otro punto de vista, existen movimientos feministas que se oponen tajantemente a esta práctica, debido a que, según explican, el alquiler de vientres es una muestra más de cómo la sociedad capitalista no solo reduce a la mujer a su papel de gestante, sino además posibilita una forma de comercio de los cuerpos femeninos.

Con todo, los testimonios de quienes accedieron a la reproducción de la familia por esta vía rara vez muestran que se trate de una macabra estrategia capitalista o patriarcal, sino de una medida desesperada para tener hijos. Convendrá, pues, que alguien piense seriamente en la necesidad de regular este comercio, justamente para dar seguridad tanto a las parejas como a las mujeres que por una razón u otra deciden prestarse para gestar un bebé ajeno.