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Las NNUU en tiempos del unilateralismo

Si la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sigue como está, convertida en una ONG internacional donde periódicamente se reúnen los mandatarios de los 193 Estados miembros para hablar y no escucharse entre ellos, es probable que termine como la Liga o la Sociedad de las Naciones, creada en 1920 después de la Primera Guerra Mundial, y que fracasó al no poder evitar la Segunda Guerra Mundial. Los principios universales de cooperación mundial, paz y seguridad, que implicaban no recurrir a las ramas y observar rigurosamente las prescripciones del derecho internacional, parecen flotar en un aire de confrontación abierta y amenazas públicas, inseguridad, unilateralismo, guerras focalizadas, exacerbación de nacionalismos, racismo y carrera armamentista.

El tema oficial de la 73° sesión de la Asamblea General de la ONU fue más bien abstracto y difuso: “Hacer que las Naciones Unidas sean relevantes para todas las personas: liderazgo mundial y responsabilidades compartidas para lograr sociedades pacíficas, equitativas y sostenibles”. Es un tema poco atractivo y, como diría un amigo economista, le falta sexo, no tiene nada que ver con los problemas mundiales urticantes que presagian una nueva Guerra Fría comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China.

Lo que hay que procurar es que las Naciones Unidas sean relevantes para el Presidente de Estados Unidos, quien desde que llegó a la Casa Blanca se propuso impulsar el retiro de su país del Acuerdo Climático de París, del Convenio Global sobre Migración y recientemente del Consejo de Derechos Humanos; así como realizar drásticos recortes en las contribuciones voluntarias de Estados Unidos a agencias como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) o la UNESCO.

Estados Unidos contribuye con el 22% del financiamiento de las Naciones Unidas. Por eso hay que tomar en serio la amenaza de Trump de retirarse de este organismo multilateral, y no entre murmullos y risas, como ocurrió con la guerra comercial contra China. Y es que tal parece que Trump no está solo en su locura. Además, está en duda la solidez de la institucionalidad liberal democrática estadounidense, concebida para contener desmadres dictatoriales susceptibles de poner en riesgo la paz y la seguridad del mundo.

La base formal de la crítica de Estados Unidos contra las Naciones Unidas es una mala administración, hechos de corrupción y, en especial, un supuesto sesgo anti-Israel, como señala un editorial de Bloomberg. Crítica que tiene algo de razón, ya que vemos en la ONU una institución burocrática global con altos costos de administración y pocos recursos concretos para enfrentar, por ejemplo, una crisis migratoria mundial de grandes proporciones. Asimismo, en las propias narices del Consejo de Seguridad se iniciaron guerras sin fundamento (aunque nunca las tienen), como las emprendidas contra Irak, Libia, Siria, y más recientemente Yemen y Myanmar. Lo que impulsa a preguntarse si las Naciones Unidas son todavía necesarias, ¿en qué cambiaría el mundo sin este organismo? ¿Empeoraría aún más de lo que ya está?

Como la ONU no tiene poder frente a las potencias mundiales, lo mejor sería convertirla en una organización de cooperación económica, pero para países en desarrollo, dedicada a sus innumerables informes de todo tipo, según la moda de los tiempos, a sus rankings de países y a sus seminarios periódicos.

Los costos de administrar la ayuda a los pobres son tremendamente altos. En una oportunidad un donante dijo que de los $us 100 dólares que daba voluntariamente a las Naciones Unidas solamente 10 llegaban a la gente pobre. Por ello, si los países industrializados realmente quieren contribuir a erradicar la miseria, podrían otorgar un bono global o un bono contra la pobreza que sea distribuido de manera directa. Como van las cosas con Trump, el futuro de las Naciones Unidas no se perfila muy promisorio.