Como se sabe, existe el derecho positivo y el derecho consuetudinario. Uno privilegia la escritura y el otro, la oralidad; uno activa la inteligencia racional y el otro, la inteligencia emocional. Los occidentales tienden a actualizar el lóbulo neural izquierdo: el derecho positivo, y a potencializar el lóbulo neural derecho: el derecho consuetudinario. Los amerindios tienden a semiactualizar y semipotencializar a uno y otro, según contextos y necesidades (Lupasco y Nicolescu). He aquí el guion, desde una visión cuántica del derecho.

Los bolivianos interpretan el Tratado de Paz de 1904 desde la inteligencia emocional y el derecho consuetudinario: las conversaciones y emociones (Humberto Maturana) que circularon entre ambos países en el último siglo. Los chilenos lo interpretan desde la inteligencia racional de lo que fue escrito; se escribe para que el tiempo no vuelva a fojas cero lo robado y apropiado por los vencedores. Siguen a Anaximandro. Los bolivianos, a Heráclito: “Todo fluye”. Todo es revisable porque el espacio-tiempo es relativo (Einstein).

La demanda boliviana presentada a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) conjuga las dos energías: las conversaciones de ambos países: lo emocional, con una traducción, minimalista, al lenguaje positivo: lo racional. Pero claro, no debemos olvidar, por un lado, el cariz geopolítico (que no nos favorece) y, por otro, que el paradigma hegemónico es todavía positivo y está para sacramentar el pillaje y el robo, sobre los que se alzan los Estados que surgen de la Paz de Westfalia. Un éxito de la demanda boliviana hubiese abierto la Caja de Pandora internacional: todos los Estados robados presentarían sus demandas a la CIJ, y esta Corte no está para hacer justicia, sino para salvaguardar la “propiedad” mal habida. Tal vez el presidente Morales debería liderar a todos estos países damnificados históricamente. He aquí, desde el punto de vista lógico, el intríngulis que estamos dramatizando.

Observemos ahora los usos del derecho. El método positivo privilegia la “cosa en sí” (Kant), facilita cerrar los ojos a cómo surgió el embrollo. En un caso la invasión, robo y pillaje de los recursos naturales del Litoral por parte de los ingleses, con los chilenos como sus cipayos políticos. En el otro, el montaje de una telenovela chicha, con mentiras, insultos, ofensas y adobada con energías libidinosas. En un caso, pues, activación de las energías sacrificiales: sangre, guerra. En el otro, activación de las energías hierogámicas: semen, la construcción y sacrificio de un niño imaginario (sobre esta teoría hermenéutica del algoritmo hierogámico-sacrificial véase mi texto Abraham/Sarah. Regreso a las raíces del monoteísmo patriarcal con contrapunto animista. La Paz, 2018).

Moraleja: es muy feble construir y absolutizar un punto: tratado o referendo y hacerse el loco sobre las circunstancias de su fabricación y puesta en escena: red, entorno. No olvidemos que el derecho positivo no está para hacer justicia, está para defender a los vencedores de guerras de rapiña. Lo deseable es que activemos ambos lóbulos cerebrales para pensar y, en consecuencia, actuar adecuadamente. Los chilenos no deben olvidar la guerra de pillaje previa y los del 21F, la guerrilla obscena que montaron para influir en el ánimo de los votantes; “legalidades” muy espurias y vulnerables, como puede verse. No es buen camino hacer política sobre bases tan deleznables, ni a la corta ni a la larga.

Yapa: no resulta inteligente tratar de entender un proceso político como el del MNR (1952) o el del MAS (2006) en tramos de cinco años, sino en ciclos de por lo menos 50 años. De otro modo, el neofalangismo católico, con aires de Tea Party, que vuelve a emerger se volverá a equivocar. ¿Qué significa ubicarse en un proceso político? Apropiarse del ajayu del cambio y trascenderlo. Por ejemplo, una medida anticapitalista y en favor del Vivir Bien: las deudas fiscales de los bolivianos se extinguen automáticamente cuando entran en la tercera edad.

Toda la partida del presupuesto, en materia social, se focaliza en atender a todos los bolivianos desde el momento de su concepción hasta los cinco años. Los subsidios a la agroindustria pasan a fomentar la agricultura urbana y familiar. El Estado financia, con créditos blandos, paneles solares a todas las casas; nos autoabastecemos y vendemos los excedentes a la red interconectada; drenar las capitales departamentales hacia las capitales municipales. “Las luces de la ciudad” ya han llegado al campo gracias a la Participación Popular y al Evo Cumple.

Todos precisamos de una smart democracy: Estado de derecho/ayllu consuetudinario, separación de poderes/ayni, tecnocracia meritocrática/diakonia voluntaria; dicho a la boliviana: una ch’uyma democracia biocultural y digital.

*Escritor