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A 10 años de la crisis financiera

El lunes maldito 15 de septiembre de 2008, hace más de 10 años, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, se declaró oficialmente en bancarrota tras 158 años de actividad. Lehman había perdido el 95% de su valor en la Bolsa de valores desde su máximo de 2007, cuando se lo dejó caer, puesto que las negociaciones con el Bank of America y Barclays fracasaron.

No fue una crisis súbita, sino anunciada, porque los inicios se remontaron a por lo menos un año antes, con el problema de las carteras en 2007 de BNP Paribas y de Bear Stearns, entidad rescatada por JP Morgan Chase en marzo de 2008. A principios de septiembre vino el rescate de las entidades hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac; y el domingo 14 de septiembre, Merrill Lynch fue adquirida por el Bank of America.

Es muy difícil aceptar que las agencias internacionales calificadoras de crédito (que incitan a invertir porque emiten una alta calificación a ciertas instituciones financieras y a Estados), y mucho menos la Reserva Federal (Fed), no se dieran cuenta de que algo olía mal en Wall Street, pero lo que sorprende es que desconocían la amplitud del seísmo global que iba a provocar su quiebra, con un costo estimado del 80% del PIB de EEUU. No se dieron cuenta a tiempo que las hipotecas basura habían intoxicado los balances de los grandes bancos del mundo. Según señala la presidenta del FMI, Christine Lagarde, “el colapso de Lehman Brothers provocó un pánico generalizado en el sistema financiero que condujo a una crisis sistémica. En total, 24 países fueron víctimas de crisis bancarias”. Empero, no aclara que esta crisis sistémica estalló en las narices del FMI, entidad encargada dizque de la supervisión monetaria del planeta.

Los efectos se vieron en 2009, cuando el producto mundial cayó 0,1% y el de las economías avanzadas, un 3,4%. La actividad económica se contrajo a la mitad en los países del mundo, mientras que el volumen del comercio mundial se desplomó en un 10%. Como resultado del recate de los bancos en quiebra, en las economías avanzadas la deuda pública aumentó más de 30 puntos porcentuales del PIB.

Como en todo tema económico, 10 años después existen, antes de que aparezca y sorprenda una nueva crisis, dos versiones sobre este hecho. La oficial, enunciada por el FMI, asegura que el sistema financiero mundial hoy está mucho más sólido y mejor supervisado con las nuevas regulaciones financieras mundiales, salvo algunos problemitas. Pero hay otra versión que asegura que la economía mundial está muy debilitada, con una elevada deuda no financiera, tanto pública como privada respecto al PIB global, sobre todo en los mercados emergentes.

El dilema que se presenta es que las políticas monetarias ultraflexibles, como las bajas tasas de interés y la expansión cuantitativa, están estimulando precisamente el comportamiento financiero riesgoso, que se supone las regulaciones deberían limitar. A esto se suma el factor Trump, quien no mira con buenos ojos el incremento gradual de las tasas de interés de la Reserva Federal, e insiste en su política de desregular el sistema financiero de Estados Unidos.

El mayor problema es que, ante una nueva crisis financiera, los márgenes de defensa a través de la política monetaria y los recursos fiscales hoy son mucho más estrechos. Si las tasas de interés están muy bajas y la deuda pública es elevada, un tsunami como el de hace 10 años nos encontraría prácticamente en paños menores, por no decir otra cosa.

Lo peor es que, como señala William White en sus Malos Presagios Financieros, “Mientras la crisis de 2008 fue un fenómeno global que generó una respuesta global, el aumento del sentimiento nacionalista en muchos países probablemente impida una cooperación similar. (Por ejemplo) ¿Autorizaría el Congreso estadounidense a la Fed a prestar billones de dólares a ‘extranjeros aprovechados’?”.

* Economista, expresidente del Banco Central de Bolivia (BCB).