El poder de decidir
Ningún país puede afirmar haber hecho realidad el ejercicio de los derechos reproductivos.
La posibilidad de decidir puede cambiar el mundo. Puede mejorar rápidamente el bienestar de las mujeres y las niñas, transformar familias y sociedades, y acelerar el desarrollo mundial. La medida en que las parejas y las personas disfrutan de la posibilidad real de decidir si tener o no hijos, y cuándo y cuántos tener, también repercute directamente en los niveles de fecundidad. Cuando las personas pueden tomar esas decisiones por sí mismas, tienden a elegir familias más pequeñas. En los casos en que sus opciones son limitadas, suelen formar familias grandes o muy pequeñas, a veces incluso sin hijos.
Ningún país puede afirmar haber hecho realidad el ejercicio de los derechos reproductivos de todas las personas. La falta de opciones afecta a demasiadas mujeres en todo el mundo. Es decir, todavía hay millones de personas que tienen más o menos hijos de los que desean; y esta situación encierra consecuencias que trascienden el plano individual y alcanzan a las comunidades, las instituciones, las economías, los mercados de trabajo y hasta a naciones enteras.
Para algunas, el ejercicio de los derechos reproductivos se ve frustrado por sistemas de salud que no brindan servicios esenciales como el acceso a anticonceptivos. Para otras, las barreras económicas, incluidos los trabajos de mala calidad y mal remunerados, y la ausencia de servicios de cuidado del niño, hacen que sea casi imposible formar o ampliar una familia.
Una de las causas subyacentes de estos y otros obstáculos es la persistente desigualdad de género, que niega a las mujeres el poder de tomar decisiones fundamentales sobre su vida. En el Programa de Acción de 1994 de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, los gobiernos se comprometieron a garantizar el derecho de las personas a tomar decisiones informadas sobre su salud sexual y reproductiva como una cuestión de derechos humanos fundamentales. Ahora, casi 25 años después de ese evento internacional, sigue siendo necesario asegurar que las personas tengan acceso a los medios oportunos para decidir libre y responsablemente el número, el momento y el espaciamiento de los embarazos.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible consagra estos principios al hacer de la salud y los derechos reproductivos un objetivo específico. De hecho, los derechos reproductivos son fundamentales para la consecución de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En esto consiste el poder de decidir.
El camino que debemos seguir es el ejercicio pleno de los derechos reproductivos de cada persona y de cada pareja, sin importar dónde o cómo viven ni cuánto ganan. Por tanto, debemos eliminar todas las barreras, ya sean económicas, sociales o institucionales, que impiden el derecho a decidir de manera libre y fundamentada sobre este ámbito.
Al final, nuestro éxito no solo se basará en alcanzar lo que consideremos que es la fecundidad óptima. La verdadera medida del progreso son las personas, especialmente el bienestar de las mujeres y las niñas, el disfrute de sus derechos y la igualdad plena, y la posibilidad de tomar decisiones libres en la vida.