Proteccionismo de doble filo
Estados Unidos tiene el mejor mercado mundial, pero ya no es el mejor productor de bienes.
El neoliberalismo se inició con la dictadura de Augusto Pinochet. Chile fue el conejillo de indias, el primer laboratorio del monetarismo económico. Luego, el gobierno de Margaret Thatcher lo regionalizó en Europa, pero fue la Administración Reagan (1981-1989) de Estados Unidos la que lo universalizó e hizo en América Latina un nido sin fronteras.
A más de tres décadas después de su universalización, el neoliberalismo está herido. Le han acertado un golpe estratégico para despertarlo, reanimarlo y dotarle de más energía. El mismo país que lo propagó alrededor del mundo, también se está encargando de dosificarlo.
El gobierno de Donald Trump maquinó una contienda económica para revitalizar al neoliberalismo y alargar su vida. Desde enero de este año se empeñó en establecer una guerra comercial que no solo involucra a sus enemigos, sino también a sus aliados.
Las políticas proteccionistas trumpistas son similares al “acoso escolar”. Primero, dar el golpe inicial al enemigo y/o socio comercial. Luego, después de una reacción, inmediatamente infringirle otra dosis de castigos. Finalmente, una vez que el socio o enemigo se muestra maltrecho, Estados Unidos abre una ronda de diálogos para firmar un tratado completamente a su favor.
Así es como sobrellevó el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCN) y de esa manera pretende establecer relaciones comerciales con otros países. Inicialmente, el gobierno de Trump desistió extender la firma del TLCN con sus similares de México y Canadá, argumentando tasas deficitarias en su contra. En 1917 hubo un déficit comercial de 71.000 millones de dólares a favor a México, mientras que con Canadá fue 17.100 millones de dólares.
En parte, la estrategia de Donald Trump funcionó debido a la premura del gobierno mexicano de Enrique Peña Nieto de mantener relaciones comerciales y no crear problemas económicos en su país. Por otra parte, Peña Nieto se encuentra a meses de dejar el poder y no tuvo un argumento sólido contra el revanchismo de Trump.
Sin embargo, México sobrevivió y no le fue mal. El tratado fue firmado bilateralmente con mínimas enmiendas y ahora tiene que ser aprobado por sus respectivos congresos para que tenga efecto en 2020. Algo muy similar sucedió con Canadá.
El problema de Trump es utilizar está estrategia revanchista con otra potencia mundial. En junio, el Gobierno norteamericano incrementó en un 25% de aranceles a cientos de productos chinos que sumados resultan $us 34.000 millones. En agosto se añadieron otros productos por $us 16.000 millones y en septiembre, $us 200.000 millones.
Por su parte, el Gobierno de China también anunció incremento de aranceles a más de 125 productos provenientes de Estados Unidos. Uno de los sectores más afectados en Estados Unidos es la agricultura.
En este caso, la balanza está a favor de los chinos por simples ventajas comparativas. China es un generador de riqueza material que se ha diversificado su venta alrededor del mundo. La mano de obra sigue siendo más barata en China que en cualquier otro lugar del mundo, a excepción de África. Estados Unidos tiene el mejor mercado mundial, pero ya no es el mejor productor de bienes.
Donald Trump pretende manejar al Gobierno norteamericano como una empresa. Le gusta negociar desde una instancia de poder para sacar provecho y alargar la vida del neoliberalismo. Eso funciona con economías pequeñas, pero el régimen chino es un monstruo económico que no permite que le tuerzan la mano.
* Ph.D., es docente e investigador de la Universidad Juan de Castellanos, Colombia; actualmente está de visita como profesor eminente en Columbus State University, Georgia (EEUU). Correo: [email protected]