Brasil, disparo en masa
Lo que está en riesgo en Brasil y en el continente no es solo una presidencia.
Las esvásticas resaltan en las paredes de Brasil y en los cuerpos de las víctimas de los seguidores de Jair Bolsonaro, el favorito en las encuestas para ganar el balotaje en las elecciones presidenciales brasileñas. De inicios de octubre a la fecha se denunciaron cuatro asesinatos y 120 ataques contra estudiantes, profesores y periodistas, principalmente. Solo por ser negros, por ser mujeres, por ser pobres o por ser transexuales.
En el videojuego Bolsomito 2k18 el candidato presidencial del Partido Social Liberal (PSL) debe agredir a mujeres, homosexuales, negros, miembros del Movimiento de los Sin Tierra o del Partido de los Trabajadores para ganar puntos. El objetivo de ese “juego” es derrotar los “males del comunismo y liberar a la nación de la miseria”. La realidad superó a la ficción, cuatro seres humanos fueron asesinados a manos de extremistas respaldados por el discurso de odio y violencia propagado por Bolsonaro.
La campaña del “Donald Trump brasileiro” también se encuadra en la lógica de la guerra de exterminio: “Disparo en masa”. Es la clave de su estrategia comunicacional, consistente en la compra de paquetes de mensajes (falsos) que son distribuidos vía WhatsApp a millones de cuentas.
Hace unos días, el periódico brasileiro Folha de São Paulo denunció la compra de estos paquetes por un grupo de empresas vinculadas a Bolsonaro, práctica penada en la legislación de ese país, mejor conocida como “Caixa 2”. Mediante este mecanismo corrupto se habrían pagado cerca de $us 3,2 millones para generar y difundir mensajes de odio contra el candidato del PT, Fernando Haddad. Hoy, el caso se encuentra en investigación por la Justicia brasileña, pero la propia empresa WhatsApp afirmó haber bloqueado “cientos de miles” de cuentas por difundir noticias falsas, entre las que figura la cuenta del hijo de Bolsonaro.
Pero, la pregunta de fondo es, ¿qué tiene que ocurrir en un país para que vire a la barbarie? Las explicaciones no alcanzan, el argumento de la “crisis económica” en la que se sumergió el gigante del sur no alcanza a dar cuenta de lo que se avecina, pese a ser un factor real. Brasil se aproxima a la instalación de un fascismo de nuevo tipo, de una dictadura recargada y legitimada por el voto popular. Donde, a decir del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, se vislumbra la reducción de la democracia al mínimo, la exclusión social y la represión, una amenaza real donde “el régimen puede ser formalmente democrático, pero la sociedad es cada vez más fascista”.
Y nadie puede ser ajeno a lo que acontezca mañana en Brasil, la democracia requiere que desde Bolivia, y desde cualquier rincón del mundo, se levanten las voces en su defensa. La democracia es una conquista colectiva, que en nuestro país también se enfrentó a las fuerzas más retrógradas que apaleaban indígenas en las plazas públicas y hoy levantan cabeza lanzando escupitajos o acosando a periodistas como sucedió hace unas semanas en un restaurante de Cochabamba. La democracia se ve amenazada por esos que dicen defenderla, y hacer apología de la violencia no ayuda a la construcción de sociedades mejores. Lo que está en riesgo en Brasil y en el continente no es solo una presidencia que nos confirme un “fin de ciclo” ansiado, sino la pervivencia de la política en sentido pleno, de la cultura y de la sociedad.
* Máster en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.