El excedente económico
El segundo aguinaldo no sería un premio a la productividad de empresas estatales deficitarias.
En mi formación de economista, uno de los conceptos que más me ha influido es el de excedente económico de Paul Baran, célebre economista de la Universidad de Stanford.
Su idea central era que la tasa y dirección del desarrollo económico de un país dependía de la magnitud y del modo de utilización del excedente económico. Definía en términos amplios y sencillos que el excedente económico es la porción del producto agregado no absorbida por el consumo.
Sin embargo, complementaba su análisis con dos conceptos adicionales; el excedente económico real y el potencial. El primero, era la proporción del excedente ahorrada realmente, es decir utilizada para la inversión. El segundo, era la porción del producto que podría dedicarse a la inversión para el desarrollo económico o para otros propósitos socialmente deseables. Para ello era necesario, primero, que la producción estuviera racionalizada con pleno empleo de sus fuerzas productivas y, segundo, y esto es lo más importante a lo que quiero llegar, es que la utilización del producto agregado estuviera racionalizada de tal manera que se “eliminaran los despilfarros y el consumo no esencial”.
Este concepto del excedente potencial y del consumo no esencial es el que me preocupa en el caso de la actual situación de la economía boliviana.
En primer lugar, hablando del consumo no esencial, por ejemplo, choca la acosadora propaganda de venta de automóviles, con ferias y ofertas diarias de rebajas y crédito a discreción, a sola firma de vehículos importados con divisas generadas por la minería y el gas y con tipo de cambio fijo.
En segundo lugar, no entendía que los recursos del IDH, generado con la nacionalización de los hidrocarburos que significó una nacionalización del excedente petrolero, se puedan destinar a pagar el segundo aguinaldo. La aclaración oficial fue siempre que se mantengan los porcentajes que establece la ley en gasto corriente. Estaba convencido de que el IDH era para proyectos de inversión, porque en el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010 se establecía que el excedente generado por el sector estratégico iba a ser destinado a su propio sector, luego a la reducción de la pobreza y sería invertido en apoyo al sector productivo y los sectores intensivos en empleo.
En tercer lugar, en el Plan el sector estratégico debía generar excedentes, sin embargo, el pago del segundo aguinaldo se realizaría en las empresas estatales deficitarias y no sería un premio a su productividad.
Si bien es difícil delimitar qué es consumo no esencial, mi gran profesor de Planificación de la Universidad Católica, Carlos Machicado, uno de los autores de la Estrategia de Desarrollo 1971-1991, nos hablaba del excedente planificado, que sería aquella parte que excedería a un consumo planificado, que la sociedad espera o el Plan tiene como meta. Cuando le dije que era un concepto marxista, me dijo que no lo divulgara.
La idea del Plan no era alentar por sí mismo el consumo, pues ésta era la crítica al modelo anterior. Si bien en condiciones difíciles como fue el shock externo en 2014, se necesitaba impulsar la demanda interna dada la fuerte caída de la demanda externa, entendía que era una medida coyuntural y no una medida permanente de política económica.
El segundo aguinaldo, no es en absoluto comparable con el bono Juancito Pinto ni con el bono Juana Azurduy, focalizados en los pobres y financiados con el excedente económico generado por las empresas estatales y las utilidades de las reservas internacionales del Banco Central. Por el contrario, el TGN en situación deficitaria tiene que financiar el segundo aguinaldo de los empleados públicos. No creo que ni Baran ni Charly estén de acuerdo.
* Economista, expresidente del Banco Central de Bolivia (BCB).