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Una alegría atroz

Como información previa a las recientes y trascendentales elecciones presidenciales en Brasil, celebradas el pasado domingo, los medios internacionales nos hicieron llegar imágenes en las que se podía apreciar a los seguidores y potenciales votantes del candidato Jair Bolsonaro mostrando una alegría exultante, un entusiasmo que más bien era fervor, y una alegría que por poco nos remite al Carnaval de Río. También en Bolivia, antes y después de aquella cita electoral, algunos ciudadanos se frotaban las manos en un alegre frenesí imaginando el impacto negativo que según ellos tendría una eventual victoria del candidato de extrema derecha sobre el gobierno de Evo Morales.

El escarnio se ha consumado y el feroz excapitán del Ejército brasileño será el próximo presidente del país más grande y poderoso de América del Sur. En el actual contexto, utilizar un parangón con Hitler y el nazismo podría sonar obsoleto, trivial y hasta prejuicioso, si no fuera —claro está— porque Hannah Arendt ya nos advirtió sobre la banalidad del mal: los nazis también reían, y reían mucho.

Sobre el fenómeno Bolsonaro, cuesta mucho analizar las causas y más aún los efectos que podría tener su victoria electoral a corto, mediano y largo plazo sobre la política, la sociedad y, en general, la realidad de Brasil. Pero no solo en el país vecino, pues este “brutal tsunami” amenaza con extender su poder destructivo mucho más allá de las fronteras del gigante sudamericano.

Bolivia, sin ir más lejos, independientemente de quien esté al mando del Gobierno, corre un enorme riesgo al encontrarse justo en una trayectoria de colisión con los intereses que representa el proyecto político que encara Bolsonaro. Se ha sabido, por ejemplo, que el primer contacto del mandatario brasileño electo tras su contundente victoria fue con el presidente Sebastián Piñera, y entre otras cosas hablaron de la posibilidad de impulsar un corredor bioceánico entre Brasil y Chile ¡excluyendo a Bolivia! No sabemos si con esta noticia a nuestros jaleadores autóctonos se les vaya a congelar la sonrisa y se les convierta en rictus…

En cuanto a las causas del porqué un candidato de extrema derecha que no se amilana al declarar sus más zafias y malignas intenciones pueda concitar tal apoyo del electorado no existe una explicación sencilla. No olvidemos que personas, por lo demás normales, padres de familia, estudiantes, profesionales, mujeres, personas de piel oscura, etc., le dieron su apoyo. Millones de mujeres le confiaron su voto sin siquiera tomar en cuenta que el entonces candidato y hoy presidente electo le espetó a una periodista, en plena rueda de prensa, que “no merecía ser violada por él por fea”.

El uso masivo de la mentira a través de las mal llamadas “redes sociales” fue otro factor determinante, como quedó demostrado, desde el inicio mismo de la campaña, al descubrirse que más de 150 empresas de comunicación estaban al servicio de Bolsonaro, con el único propósito de saturar Facebook, WhatsApp, Twitter, etc. con falsedades sobre los anteriores gobernantes y sobre sus adversarios políticos. Las dosis de saturación de las “fake news”, falsedades y mentiras tienen un blanco fácil en cerebros de personas dispuestas a creerlas. Así ocurrió con Chávez en Venezuela, con Trump en Estados Unidos y ahora con Bolsonaro en Brasil.

Ojalá, para alivio de todos, la risa y la verdadera alegría no se borren de las caras de los millones de brasileños que en los últimos años vieron mejoradas sus paupérrimas condiciones de vida, hasta el golpe institucional contra Dilma Rousseff. 

* Médico anestesiólogo, especialista en reanimación.