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Violencias

A menudo se cree que la violencia ejercida contra niños y niñas es aquella que se produce con golpes o insultos; mientras que otras formas de violencia son aceptadas como parte de la educación o de la forja del carácter, cuando en realidad son parte de un conjunto de manifestaciones que al final terminan causando alguna forma de impacto en la psiquis de los futuros adultos.

Así lo comprendió el equipo de investigadores de la organización no gubernamental Visión Mundial y de la Universidad Católica Boliviana San Pablo (UCB), quienes trabajaron a partir del concepto de “negligencia infantil”, el cual consiste en que el padre o la madre omiten o dejan de ejercer sus responsabilidades en el hogar.

Según esta perspectiva, son entendidas como formas de violencia y negligencia el hecho de que los padres o madres pidan a sus hijos que cumplan con tareas que no les corresponden como cocinar o cuidar de los más pequeños, que nos les den la atención necesaria ante síntomas de enfermedad o ante problemas de aprendizaje, o finalmente que los dejen solos. Por supuesto no es lo mismo involucrar a los menores en tareas del hogar, como parte de su socialización, que hacerles responsables de tales labores.

El estudio, que fue elaborado a partir de una encuesta nacional y de 60 grupos focales organizados con la participación de niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 18 años en 23 municipios del país, también sirvió para evidenciar que cuatro de cada 10 personas en ese rango de edad reconocen que han sufrido violencia por negligencia.

A la pregunta, ¿dónde se ejerce más violencia? el 45% reconoce que es en el hogar donde afrontan más agresiones; seguido del colegio, donde el 30,4% se ha sentido agredido; mientras que un 24,6% identificó al barrio en el que viven. Solo dentro del hogar el 48,5% dice ser víctima de agresión psicológica; el 43%, de violencia física; y el 37,9%, de negligencia. El 83% de los niños reconoce la violencia física; y el 41,4%, el maltrato por negligencia.

El estudio también evidencia que los padres y padrastros son los que ejercen mayor violencia, y que los factores de riesgo son el consumo de alcohol y la falta de una adecuada comunicación. El 71% de los participantes señaló que el estrés de los padres y cuidadores es el principal factor que desencadena los actos de agresión. Previsiblemente esta condición es transmitida a los niños y niñas, lo cual termina incidiendo negativamente en su rendimiento escolar y en sus capacidades de desarrollo cognitivo y psicosocial.

La respuesta fácil a esta problemática podría ser revisar la legislación que atañe a los derechos de los niños, niñas y adolescentes; y hasta endurecer las sanciones penales. Sin embargo, está de sobra demostrado que solo se producen cambios en la sociedad cuando se diseñan políticas públicas que además de ser eficaces son correctamente implementadas. La educación de padres y madres es una de ellas, y es probablemente la tarea más urgente en estos momentos.