Militancias truchas
La autenticidad de los registros es responsabilidad exclusiva de las organizaciones políticas.
La inesperada comprobación de que miles de ciudadanos están registrados en un partido político sin su consentimiento ha generado un agrandado escándalo en torno al padrón de militantes. Este hecho expresa una vieja práctica en el país, pero adquirió repentina atención y relevancia tras hacerse público como parte de las inéditas elecciones primarias para binomios presidenciales.
Como se sabe, la nueva Ley de Organizaciones Políticas estableció el mecanismo de elecciones primarias para que las militancias de los partidos políticos definan por voto sus candidaturas a la presidencia y vicepresidencia del Estado. Además de ser cerradas a la militancia, estas elecciones son obligatorias, simultáneas y vinculantes para los comicios generales. Según el calendario aprobado por el Tribunal Supremo Electoral, la primera experiencia de primarias en Bolivia será el 27 de enero de 2019.
Un requisito fundamental para las elecciones primarias es el registro de militantes con el que se establecerán recintos y mesas de votación. Por ello, una de las primeras tareas técnicas asumidas por el TSE tiene que ver con la conformación de un padrón único de militantes, inexistente hasta la fecha. Ello implica no solo consolidar los padrones de todas las organizaciones políticas con personería jurídica, sino también depurarlos, y —está visto— sanearlos. Y hay pocas semanas para hacerlo.
Los padrones de militantes son el resultado de libros de registro llenados por los propios partidos y entregados al organismo electoral. Es decir, la autenticidad de los registros es responsabilidad exclusiva de las organizaciones políticas. Claro que la autoridad electoral tiene el mandato y la obligación de verificar los datos y contrastarlos. El hecho evidente hoy es que esos padrones están contaminados con registros truchos, además de fallecidos y personas con doble o múltiple inscripción.
Lamentablemente, por falta de información previa del TSE, lo que pudo haber sido una fuerte y saludable señal de transparencia y de saneamiento del padrón de militantes se convirtió en factor de sospecha y desconfianza no solo respecto a dicho padrón, sino también del registro electoral y, en medio de la disputa política, de las primarias. Lo que resta, hasta el 13 de diciembre, es consolidar un padrón confiable para la votación. Y luego dar el gran salto hacia un padrón de militantes biométrico.
¿Y los registros truchos? Más allá de su anulación por voluntad de los afectados, es fundamental que el hecho permita, por una parte, sincerar las militancias de las organizaciones políticas, y por otra, liquidar la mañosa práctica de adulterar datos de militantes. Para ello, en lo inmediato será fundamental que quienes hayan llenado libros falsificando firmas y suplantando huellas dactilares sean identificados y llevados a la Justicia. Es un sucio guante que hoy toca, sin excepción, a todos los partidos.