Voces

Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 12:40 PM

No afectemos a inocentes

/ 25 de noviembre de 2018 / 02:09

Creo firmemente que cuando nuestro trabajo periodístico afecta de manera negativa aunque sea a una sola persona (que no tiene la menor culpa), debemos replantear el camino de nuestra labor. Es mi opinión, nada más, y por la que he sido agredido y vilipendiado por algunos colegas en las redes sociales.

El domingo pasado mostré mi repudio por el efecto negativo que causó el desprestigio a la campaña Ají de Fideo Contra el Cáncer Infantil, porque conocí el caso de una madre afectada. Mi intención no fue cuestionar a los colegas, a quienes considero compañeros de oficio y a quienes respeto y sigo, sino puntualmente los efectos de una nota que sin juicio previo sentenció que la “campaña de Ají de fideo no ayuda a los niños con cáncer”.

No tengo la certeza de que la Asociación Contra el Cáncer Infantil (AVCCI) cumpla o no con lo que promete, y coincido en que se debe fiscalizar a todos los que, a nombre de personas enfermas, piden dinero a la población. Sin embargo, no me siento capaz de dar un veredicto final y sepultar a un grupo de personas que se supone pretenden ayudar. En el artículo cuestionado cuento el problema que el desprestigio de la AVCCI le causó a la madre de una niña con leucemia, porque debido a ello se vio obligada a prestarse dinero para poder pagar los elementos de sangre que necesitaba su hija. “La madre no imaginó que en esa oportunidad la ayuda no podía ir a nombre de la AVCCI”, se lee en mi artículo de opinión.

Obviamente, no se puede negar sangre a nadie, porque es un derecho humano. Es decir, sí se entregó la sangre, pero se cargó el pago por el hemocomponente a la madre (que no es el pago por la sangre, sino por el empaque y los reactivos que se utilizan para separar las plaquetas y los glóbulos), y que sin el desprestigio hubiera corrido por cuenta de la Asociación Contra el Cáncer Infantil.

Jamás inventé estas dos cuestiones y están respaldadas por las entrevistas que realicé a la directora del Banco de Sangre, María García, y a Carmen Vargas, la madre de Leyssen, la niña que lamentablemente no soportó el terrible cáncer que la aquejaba y finalmente falleció el 16 de noviembre.

Mi opinión surgió sobre la base de un hecho que me tocó vivir en la cobertura periodística, la cual luego fue tergiversada. La crítica apuntaba a la relevancia de medir el alcance de las publicaciones periodísticas y de ser más críticos con nuestro trabajo (incluido el mío, obviamente). No obstante, un grupo de colegas no lo tomó así y arremetió en contra mía. Con todo, repito que mi intención no era denigrar a un compañero, sino mostrar el caso que me tocó conocer, y con éste, ver el fondo del asunto: bajo ninguna circunstancia nuestro trabajo debe dañar a personas inocentes.

* Periodista.

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Naturalizamos la corrupción

Debemos entender que la corrupción es la acción y efecto de corromper o corromperse, según la Real Academia de la Lengua Española; y no es una cuestión exclusiva de políticos, administradores de justicia, policías u otros, sino de todos y cada uno de los ciudadanos.

/ 23 de septiembre de 2018 / 13:21

Estudia Derecho, hijo. Te vas a ganar tus pesitos extra”, aconseja el abuelo Román a su nieto. Él no tiene ni la menor idea de que la corrupción es un delito.

Cree firmemente que a la abogacía hay que sacarle “ventajas”. Toda su vida buscó aprovechar la situación de una u otra forma. No es un tipo malo, pero actuó mal siempre. “El vivo vive del tonto”, sentencia, orgulloso.

Al igual que don Román, quien vive bajo sus abuelos conceptos, todos somos corruptos en diferentes niveles y formas. “Muñequeámelo pues, hermano”, “Vos que trabajas en la Policía, ayúdame con…”, “Nosotros nos quedamos con una parte del dinero, por el esfuerzo…”, “Tienes que darle unos Bs 100 para que acelere tu trámite”, “Si entras por aquí, no haces fila”… Son interminables los errores que cometemos día a día.

“Es normal. No es lo mismo que actuar como político corrupto”, dirá más de un ciudadano maleado que se justifica. Pero no, no es así. Al final, como dice el proverbio, quien roba un lápiz o 1 millón de dólares es igual de ladrón. Entendiendo esa premisa popular: es tan corrupto el fiscal, juez u otro espécimen viciado del derecho boliviano que aquel que comete un delito, que el ciudadano que se coló en la fila del minibús.

Debemos entender que la corrupción es la acción y efecto de corromper o corromperse, según la Real Academia de la Lengua Española; y no es una cuestión exclusiva de políticos, administradores de justicia, policías u otros, sino de todos y cada uno de los ciudadanos.

Con todo, debería darnos tanto asco y repudio el actuar difundido por el audio de la tristemente célebre jueza Patricia Pacajes (sobre el caso del bebé Alexander), como el vecino que sobornó al policía de tránsito con Bs 10. Escribir sobre Pacajes sería perder el tiempo y desgastar el teclado sin razón. Sin embargo, se puede decir que esa señora (le queda gigante el título) es el reflejo de lo dañada, destrozada, podrida y aniquilada que está la Justicia boliviana.

En otro tiempo-espacio, Román (nieto) estudió de manera dedicada para aprobar el examen de admisión a la carrera de Derecho, que otros superaron pagando por las respuestas. Terminó la universidad y consiguió un trabajo por mérito propio. No tuvo que pedir que un amigo o un familiar muevan sus influencias para poder “acomodarlo”. Él hace la fila diaria de la manera correcta, no pide una “muñequeada”, se hace responsable de sus errores y acciones, y es enemigo de la sonada corrupción. Parece un cuento de hadas, ¿no es cierto?  pero en realidad así debe ser, así debemos ser. Todos, en un momento de la vida, hemos pasado por esta dicotomía. ¿Somos un abuelo o un nieto Román?

Es periodista de La Razón.

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La obra de Caba versión Puña

El artista orureño terminó la transcripción para guitarra de la obra ‘10 Aires Indios’, de Eduardo Caba, que presenta esta semana.

/ 12 de marzo de 2017 / 04:00

Hay unos segundos de silencio antes de que suene la primera nota  en un recital; una pausa antes de recrear una escena; un momento de calma antes de que un títere cobre vida en la función, antes de que vuelen emociones y sentimientos. Así lo entiende el guitarrista boliviano Marcos Puña.

El artista orureño que ha llevado su talento a varias partes del mundo, describe a la música como un mensaje de emociones contrastantes. Es profesor superior de guitarra, graduado del Conservatorio de Montevideo, con dos posgrados realizados en el Conservatorio del Liceo de Barcelona. Como el mismo dice tuvo la “suerte” de estudiar con los uruguayos Abel Carlevaro, Eduardo Fernández y Mario Payssé, y el español Guillem Pérez-Quer. En la búsqueda de diversas técnicas optó por incursionar en la guitarra de 10 cuerdas y en la guitarra flamenca, que estudió con Manuel Granados en Barcelona.

Hoy es docente en la escuela superior de guitarra clásica del Conservatorio Plurinacional de Música (La Paz) desde 2006, donde, según cuenta, tiene a 12 “maravillosos” estudiantes.

“Depurar la técnica, ir experimentando hasta que la guitarra hable de diferentes maneras”. Con esas palabras resume el camino que un artista debe seguir y ese ha sido su andar.

En esta oportunidad, Puña ofrecerá un concierto —el 8 de marzo a las 19.00 en el auditorio Entel (calle Federico Zuazo)— en el que el público podrá “saborear diferentes estéticas, humores, estados de ánimo, que irán desde la inmensa alegría que irradia una zarzuela hasta la incontenible tristeza que evocan algunas obras griegas o algunos de los Aires Indios. También viviremos mensajes irónicos, enérgicos o con cierto enojo”.

Pero el “plato fuerte” del recital será la presentación del disco Aires Indios y Europeos, con la obra completa de los 10 Aires Indios del compositor potosino Eduardo Caba y tres Danzas españolas de Enrique Granados.

El guitarrista completó en 2016 la transcripción, de piano a guitarra, de estas 10 piezas y publicó el libro de partituras que lleva el mismo nombre, que es el número XXXI de la colección Compositores Bolivianos (textos patrocinados por la pianista María Teresa Rivera de Stahlie).

El tarijeño Fernando Arduz había transcrito el Aire 2 y el cruceño Piraí Vaca consiguió lo propio con 6 Aires Indios, pero Puña logró terminar el trabajo en base a las partituras de piano que a inicios de 2016 publicaron el musicólogo Javier Parrado y la pianista Mariana Alandia que, en 2008, encontraron cuatro piezas que completan la obra y que permanecieron ocultas durante más de 50 años.

“Lo principal de este reto era hacer funcionar los nuevos aires, porque nunca se lo había hecho. Es un trabajo que me tiene inmensamente feliz”.

Además de la presentación del disco, la noche será musicalizada con obras de diferentes países y diversas estéticas, entre ellas la Milonga oriental de Abel Carlevaro (1916-2001); música del zarzuelista Federico Moreno Torroba (1891-1982); música contemporánea con Saudade Número 3 de Roland Dyens (1955-2016), quien maneja la guitarra con efectos y distorsiones hasta hacerla sonar como si se tratase de una guitarra eléctrica; y La explosión del sol (Sunburst) del compositor francés Andrew York (1958).

“Será un concierto muy ecléctico”, adelanta el artista para invitar a oírlo, puesto que además interpretará “algo que normalmente no se hace en guitarra que es tocar a Federico Chopin, con una mazurca y un vals”.

Pero Puña no haría nada de esto sin su Pannunzio, creada por el luthier del mismo nombre. “En lo personal la tapa de cedro para mí es la que tiene la mayor calidez. Toco con este material desde hace 20 años más o menos. Mi guitarra fue elaborada por Omar Pannunzio, quien para mí es uno de los más grandes constructores de guitarras en América Latina”.

Sobre la técnica, dice que en el siglo XXI deben adoptarse tres habilidades: limpieza, pulcritud y fidelidad en el sonido. “Antiguamente se aconsejaba que un guitarrista toque a diario al menos seis horas, hoy esto es visto como algo arcaico. Hay maneras de estudiar optimizando el tiempo”.

Puña ha conseguido que la guitarra hable, transmita emociones, y eso hará este miércoles cuando, transcurridos escasos segundos de silencio, suene la primera nota.

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Rebeca Poma.

Mientras estudiaba Veterinaria fue testigo del sufrimiento de una mascota vecina, para quien ideó una prótesis fabricada por ella misma y que le dio un giro a su vida. Fraternal con los animales

/ 12 de febrero de 2017 / 04:00

Chispita tenía dos meses de vida cuando dejó de caminar. Dos niños que le arrojaron piedras le fracturaron la columna y las dos patas traseras; la entonces propietaria del can arguyó que sus hijos lo habían hecho “jugando”.

Rebeca Poma Castellón, estudiante de Veterinaria y vecina de esa familia, escuchó los aullidos de Chispita y no dudó en auxiliarla. Le pidió a su vecina que le entregue a la perrita, pero ésta se negó y le dijo que la sacrificaría. Intentó nuevamente prometiendo curarla y hacerse cargo completamente del animal. De esa manera, su vecina accedió.

“Yo sufro problemas articulares desde niña y tengo limitaciones de movimiento. Por esa razón, jamás se me cruzó por la mente hacerla dormir (matarla), solo por ser discapacitada. Ella me ayudó más a mí que yo a ella”, recuerda hoy Rebeca con la cachorra que ya tiene cuatro años.

“Mi idea al terminar de estudiar Veterinaria era poner una granja de pollos —labor a la que se dedica su familia en Santa Cruz—, pero no imaginé que Chispita cambiaría el rumbo de mi carrera y mi vida”.

Los veterinarios que consultó no le dieron ningún tratamiento, cirugía o solución. Entonces, con el apoyo de su familia y el conocimiento en veterinaria que tenía, construyó un andador (silla de ruedas o prótesis externa) para que el animal se reponga. Aprendió con imágenes, videos y tutoriales que encontró en internet y se aventuró a construir un andador para su perrita. Experimentó en diferentes materiales e hizo más de 20 prototipos solo para su Chispita.

Rebeca, que ahora terminó su carrera, logró corregir 23 errores o defectos en los andadores que fabrica. Identificó el acrílico como el mejor material (horneado y cortado con láser a medida). “Es único en toda Sudamérica, no hay uno similar”, asegura.

En un paseo con la perrita recuperada, un transeúnte vio la prótesis y le pidió una para su mascota que sufría una dolencia similar. “De esa manera empezamos a fabricar andadores a pedido”, cuenta Rebeca.

Actualmente, tiene de seis a ocho pedidos al mes de diferentes partes del país e incluso de Argentina. Además trabaja en un nuevo tratamiento de hidroterapia junto a los ingenieros Isabel Álvarez (sistemas) y su hermano Samuel Poma (electrónico).

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