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No afectemos a inocentes

Creo firmemente que cuando nuestro trabajo periodístico afecta de manera negativa aunque sea a una sola persona (que no tiene la menor culpa), debemos replantear el camino de nuestra labor. Es mi opinión, nada más, y por la que he sido agredido y vilipendiado por algunos colegas en las redes sociales.

El domingo pasado mostré mi repudio por el efecto negativo que causó el desprestigio a la campaña Ají de Fideo Contra el Cáncer Infantil, porque conocí el caso de una madre afectada. Mi intención no fue cuestionar a los colegas, a quienes considero compañeros de oficio y a quienes respeto y sigo, sino puntualmente los efectos de una nota que sin juicio previo sentenció que la “campaña de Ají de fideo no ayuda a los niños con cáncer”.

No tengo la certeza de que la Asociación Contra el Cáncer Infantil (AVCCI) cumpla o no con lo que promete, y coincido en que se debe fiscalizar a todos los que, a nombre de personas enfermas, piden dinero a la población. Sin embargo, no me siento capaz de dar un veredicto final y sepultar a un grupo de personas que se supone pretenden ayudar. En el artículo cuestionado cuento el problema que el desprestigio de la AVCCI le causó a la madre de una niña con leucemia, porque debido a ello se vio obligada a prestarse dinero para poder pagar los elementos de sangre que necesitaba su hija. “La madre no imaginó que en esa oportunidad la ayuda no podía ir a nombre de la AVCCI”, se lee en mi artículo de opinión.

Obviamente, no se puede negar sangre a nadie, porque es un derecho humano. Es decir, sí se entregó la sangre, pero se cargó el pago por el hemocomponente a la madre (que no es el pago por la sangre, sino por el empaque y los reactivos que se utilizan para separar las plaquetas y los glóbulos), y que sin el desprestigio hubiera corrido por cuenta de la Asociación Contra el Cáncer Infantil.

Jamás inventé estas dos cuestiones y están respaldadas por las entrevistas que realicé a la directora del Banco de Sangre, María García, y a Carmen Vargas, la madre de Leyssen, la niña que lamentablemente no soportó el terrible cáncer que la aquejaba y finalmente falleció el 16 de noviembre.

Mi opinión surgió sobre la base de un hecho que me tocó vivir en la cobertura periodística, la cual luego fue tergiversada. La crítica apuntaba a la relevancia de medir el alcance de las publicaciones periodísticas y de ser más críticos con nuestro trabajo (incluido el mío, obviamente). No obstante, un grupo de colegas no lo tomó así y arremetió en contra mía. Con todo, repito que mi intención no era denigrar a un compañero, sino mostrar el caso que me tocó conocer, y con éste, ver el fondo del asunto: bajo ninguna circunstancia nuestro trabajo debe dañar a personas inocentes.

* Periodista.