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La mentira y las redes sociales

La mentira está de moda (otra vez). De época en época, y sin que nadie sepa la causa, la humanidad se adentra y navega en un proceloso mar de falsedades, embustes, engaños y mentiras de todo tipo. Este curioso fenómeno que lo impregna todo (la cultura, las relaciones sociales, los medios, la política e incluso el pensamiento aparentemente más objetivo y riguroso) es muy antiguo.

En su Metamorfosis, escrita a comienzos de nuestra era (8 d.C.), el poeta romano Ovidio nos advertía (Libro XII, 54-61) sobre los rumores y susurros inventados por dudoso autor, que crecen por la credulidad y el temerario error de quienes, con “vacíos oídos”, están dispuestos a escucharlos y retransmitirlos muchas veces aumentados. Aún más antiguo es el texto sobre la “noble mentira” de Platón o las martingalas de los sofistas, quienes buscaban el cultivo de la elocuencia para, a veces, volver veraz lo que no lo era y engañar con su charlatanería a los menos avispados de sus discípulos.

Lo cierto es que la mentira, valga el oxímoron, vuelve siempre; unas veces burda y desnudamente, poniendo en evidencia la torpeza de quien la engendra o propala; y otras con el sibilino disfraz de pretendidas sabias palabras y profundas reflexiones.

Cada época tiene su propia esencia y espíritu, y también sus propios medios de difundir la mentira. Desde el rumor tendencioso de antaño, que volaba de oreja en oreja buscando el daño al honor o al prestigio de personas e instituciones, hasta los bulos nada inocentes que hoy se difunden masivamente a través de las redes sociales, con contenidos no verificados o simplemente con flagrantes y maliciosas patrañas inventadas, lo cierto es que la mentira ha evolucionado con la humanidad. Hoy todo se ha democratizado y la mentira no tenía por qué ser menos. Hoy todo es más fácil y mentir también.

Pero en esa evolución de la mentira hay una particularidad que llama la atención. Antes se podía mentir para, entre otras cosas, librarse de las consecuencias que conllevaba decir la verdad, o también por ejemplo para intentar causar daño urdiendo un engaño o profiriendo un embuste. Hoy la mentira se ha “positivizado”, particularmente a través de esas “ferias de las vanidades” que son las redes sociales, donde todos aparentamos ser mucho mejores de lo que en realidad somos.

Allí nuestras vidas discurren placenteramente entre estupendos viajes; comilonas con los amigos, encantadoras y armoniosas reuniones familiares; hermosas esposas e hijas, admirables esposos y brillantes hijos; impresionantes carreras o títulos sin apenas (o nunca) haber pasado por la universidad; asistencia en calidad de invitados de excepción a magnos eventos internacionales; hazañas; reconocimientos; rutilantes éxitos que propician enfervorizadas expresiones de júbilo y legítimo orgullo entre la troupe de incondicionales, familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos que contagiados de tanta maravilla se suman al entusiasmo general.

Si algo debemos reconocer a “Fake-book” es la capacidad de haber creado para nosotros un universo paralelo donde lo que sentimos socialmente cercano, personal y familiar forma una burbuja de paz, armonía, éxitos y felicidad; y en la que a la vez quedan excluidas cuestiones tan humanas como el dolor, el sufrimiento, el fracaso, la discordia, la duda e incluso la simple rutina. Solo hay algo capaz de hacer estallar esa idílica burbuja: la política. La felicidad no puede ser completa, aún en mundos ideales, el cúmulo de maravillas de nuestra placentera burbuja estalla en una vorágine de ira, odio, insultos, agravios y mentiras cuando aparece en el horizonte la política.

* Médico anestesiólogo, especialista en reanimación.