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Salida soberana

Dada la tenaz oposición de Chile a negociar una salida soberana por el océano Pacífico en favor de Bolivia, y ante las trabas que dicho país pone al libre tránsito de personas y al comercio, ha llegado la hora de asumir un cambio radical de la orientación de nuestro flujo comercial marítimo.

Resulta hiriente a la dignidad que se siga alimentando la economía del norte de Chile con el comercio boliviano, cuando el Gobierno de dicho país ha mantenido una posición no solo atentatoria a los derechos de Bolivia como Estado, sino también hostil a nuestro pueblo. No se puede seguir con la tradición heredada de los potentados mineros que, soslayando los intereses de la patria, privilegiaron sus alianzas con las élites chilenas y sus propios intereses, dirigiendo nuestro comercio exterior por los puertos de Arica y Antofagasta. Justificativos para mantener esta posición absurda siempre han existido, y lo cierto es que por más humillante que haya sido el trato de las autoridades chilenas a nuestros transportistas o comerciantes (desde el aduanero hasta autoridades municipales), la sumisión y la pasividad fue la respuesta de los gobiernos del pasado.

Sin caer en chovinismos espúreos en el siglo XXI, se necesita un comportamiento digno frente a un vecino atropellador y desdeñoso con nuestra patria. Seguir contribuyendo al enriquecimiento de un país vecino utilizando sus puertos, pese a que nos trate mal, no tiene otro justificativo que la estupidez o los intereses creados. Es hora de cambiar de eje en el Pacífico y de volcar nuestro comercio a través del río Paraguay, la única salida soberana que tenemos hacia el Atlántico.

Los primeros intentos por utilizar este río navegable para acceder al Atlántico se dieron en 1875, con la instalación de Puerto Suárez sobre la laguna Cáceres gracias a la iniciativa del empresario cruceño Miguel Suárez Arana; y posteriormente en 1888 con la instalación de Puerto Pacheco sobre el río Paraguay (a pocos kilómetros al sur del actual Puerto Busch). Sin embargo, en aquel entonces el eje de la economía nacional se centraba sobre todo en la explotación minera en el macizo andino, muy lejos del río Paraguay. Este hecho, sumado a los intereses coaligados con los intereses chilenos fueron las causas para que en lugar de privilegiar nuestro comercio por puertos peruanos o por nuestros propios puertos sobre la Hidrovía Paraguay-Paraná hayamos seguido fortaleciendo los intereses chilenos, utilizando sus servicios portuarios.

La reciente declaración de puertos internacionales de las terminales Jennefer, Aguirre y Gravetal constituye el paso más serio desde el Estado para reorientar nuestro comercio exterior por vías alternativas, con la ventaja de que se dinamizará la economía de Puerto Suárez y Puerto Quijarro. El siguiente paso, complementario, es la habilitación de Puerto Busch como puerto internacional; acción que requerirá más tiempo e inversión, pero que resulta necesaria para dejar de ser rehenes de un país extranjero.

El anuncio realizado por el presidente Morales en sentido de que el comercio con China, India y Estados Unidos utilizará nuestros puertos en la hidrovía es ciertamente una noticia alentadora. La Guerra del Chaco se desató en gran medida por el acceso que Bolivia pretendía tener al río Paraguay, y a la negativa paraguaya de reconocer ese derecho. El acuerdo de paz, firmado en 1938, otorgó a Bolivia un litoral de 50 kilómetros sobre el río Paraguay con carácter soberano. Resulta inexplicable que hayan tenido que pasar 80 años para utilizar un acceso marítimo que al igual que el petróleo fue un legado de nuestros mayores que combatieron en el Chaco Boreal. 

* Abogado.