El 2018 no ha sido el mejor año para las exportaciones del gas boliviano. El 98% del gas boliviano salió hacia Brasil y Argentina, cuyas economías están haciendo todo lo posible por reducir esas importaciones. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) descartó recientemente la posibilidad de exigir a Chile un acceso soberano al mar en favor de Bolivia, reduciendo el anhelo de exportar por un puerto propio. Los precios del petróleo están muy inestables, lo que significa mayor incertidumbre para las exportaciones bolivianas, posibles aumentos en los costos de subsidios y mayores déficits fiscales.

En un estudio publicado por el Centro para el Desarrollo Global, Roberto Laserna estimó que entre 2005 y 2016 Bolivia dedicó anualmente un promedio de $us 1.500 millones a los subsidios a los hidrocarburos. ¿A quién fueron esos miles de millones de dólares? Fueron a quienes pudieron consumir la mayor cantidad de energía. Laserna revela que el 10% de familias con los ingresos más altos gasta unos Bs 546 de su ingreso mensual en energía, mientras que las familias del 10% de ingresos más bajos solo gastan un promedio de Bs 107 al mes para la energía. Esa es la proporción desigual en que reciben los subsidios los bolivianos.

No solamente los ricos reciben más subsidios, sino que el gasto en energía no es tan importante para ellos (el 3,6% del total de sus gastos) como lo es para los pobres (27,3% de su gasto). Con la elección presidencial del próximo año, la forma en que se gasta la riqueza del gas de Bolivia debería ser parte de la agenda, especialmente sabiendo que en su punto más alto representó el 9,8% del PIB en 2012. Los partidos políticos que realmente se preocupan por beneficiar a la mayoría deberían encontrar una manera de asegurar que los pobres sean los que se beneficien más. Entonces, ¿qué se puede hacer?

En su documento, Laserna explora una opción muy pragmática que ha sido parcialmente ensayada en otros países, como en la India. En ese país, las familias que se encuentran por debajo de la línea de pobreza reciben un reembolso mensual por la garrafa de gas licuado, enviando los pagos directamente a las cuentas bancarias de los beneficiarios después de cada compra. En el Centro para el Desarrollo Global hemos estimado que el Gobierno de la India ahorró cerca de $us 2.000 millones en un solo año fiscal al eliminar a los beneficiarios “fantasmas”, y reducir las ventas en el mercado negro por los distribuidores de gas licuado; y también descubrimos que el 45% de los beneficiarios preferían el sistema nuevo, mientras que solo un pequeño porcentaje prefería el sistema antiguo de distribución.

Para hacer algo similar en Bolivia, podrían levantarse los subsidios a los hidrocarburos si todos los ciudadanos se registraran para recibir en compensación una transferencia mensual como dividendo de las ventas de sus recursos naturales, permitiendo que los beneficios lleguen a todos los bolivianos de manera equitativa.

Sin embargo, lo más importante es que este programa también podría enviar a las familias que se encuentran debajo de la línea de pobreza una cantidad mayor directamente a sus cuentas bancarias (o a cuentas de dinero móvil como Tigo Money) para gastar según lo decidan ellos; tal vez para el gas y el transporte, o quizás para semillas mejoradas. Bajo este esquema, la riqueza del gas podría marcar la diferencia para las familias de bajos ingresos, garantizando que todos los bolivianos se beneficien de las rentas de sus recursos naturales y fomentando niveles más altos de inclusión financiera a través de la inscripción de cuentas bancarias.

Bolivia ya tiene capacidad y experiencia en la distribución de efectivo a la gente, como ocurre con la Renta Dignidad y los bonos Juana Azurduy y Juancito Pinto, por lo que puede hacerse lo mismo con los subsidios a la energía. La economía boliviana ha tenido un buen desempeño en los últimos 15 años, pero se avecinan tiempos inciertos y es una coyuntura clave para realizar un cambio que beneficiará mucho más al 17% que todavía se encuentra bajo la línea de pobreza en Bolivia.

* Investigadores del Centro para el Desarrollo Global (Washington).