Jukumari ‘rescatado’
En realidad este osezno no fue rescatado, fue más bien ‘removido’ de su hábitat, poniendo en riesgo su vida.

El reciente “rescate” de un oso jukumari de pocos meses de vida en la carretera Chuquisaca-Tarija, el 6 de noviembre, y su posterior traslado a un albergue de La Paz ha puesto en relieve no solo la falta de cultura para tratar con animales silvestres que impera en el país, sino también la ausencia de instituciones y de refugios estatales especializados para enfrentar esta problemática.
Y es que en realidad este osezno no fue rescatado, fue más bien removido de su hábitat, poniendo en riesgo su vida y su bienestar. En efecto, según relató a la prensa el transportista que protagonizó esta historia, mientras se dirigía a Tarija vio a lo lejos una osa jukumari con sus dos crías junto a la carretera, la cual se alejó asustada por el ruido del vehículo, pero solamente una de las crías decidió acompañarla. El conductor pensó entonces que uno de los oseznos había sido abandonado y decidió recogerlo. Y tras su arribo a la capital tarijeña, se contactó con la ONG Protección del Medio Ambiente Tarija (Prometa) para entregarles al pequeño oso.
Es decir que su propósito no fue el de lucrar con el animal, a diferencia de muchos otros que no dudan en ganar unos pesos extra cuando se les presenta la oportunidad. De todas maneras, pese a las buenas intenciones, su reacción no fue la más adecuada, pues lo mejor para el osezno hubiese sido que lo alejara solo unos metros de la carretera para evitar que lo atropellen a la espera de que su madre regrese.
Y lo propio puede decirse de los integrantes de Prometa, quienes deberían haber desandado el camino recorrido por el transportista para dejarlo en el mismo sitio donde había sido “rescatado”, luego de colocarle una manilla o algún otro artefacto para monitorear sus pasos. Sin embargo, una familia se hizo cargo de su cuidado durante tres semanas antes de coordinar su envío hasta Senda Verde, a cientos de kilómetros de distancia, donde actualmente se encuentra.
Ambos hechos ponen en evidencia la necesidad de reforzar la cultura medioambiental de la población, para que sepa cómo actuar y a quién acudir cuando encuentren un animal silvestre que necesita ayuda.
Esto también revela la ausencia de mecanismos y de instituciones estatales especializadas para lidiar con los animales silvestres. Vacío que procura ser llenado por personas particulares como las que administran Senda Verde, en La Paz, o la Reserva Barba Azul, en Beni; cuya labor sin embargo es bastante limitada por la falta de espacio y de recursos.
Por ello, urge una mayor atención de parte del Estado para encarar este ámbito, desarrollando instituciones especializadas e invirtiendo en la construcción de refugios estatales en ecosistemas naturales. O en su defecto, apoyando a los albergues privados dedicados a esta labor, en lugar de por ejemplo destinar recursos para mantener zoológicos urbanos en los que los animales sobreviven en pésimas condiciones, en espacios ínfimos y en climas completamente ajenos a su naturaleza.