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Del fuego eres, peregrino

La historia de Rimsa (Juan, Iván o Jonás), el lituano más boliviano, es la de un rebelde, la de un trotamundos, quizás la de un peregrino que llegó a Bolivia con ojos nuevos para mirar la luz del altiplano y pintarla en torno al fuego. El boliviano más lituano vivió 75 años y apenas pasó ocho en el país, entre los treinta y los cuarenta. Fue suficiente. En Bolivia, Juan Rimsa alcanzó el mayor reconocimiento; fue acá donde sembró semilla optimista y se convirtió en maestro de maestros (de Gil Imaná, María Esther Ballivián, Graciela Rodo Boulanger, Ortega Leytón, Ostria, Mariaca…). Acá fue donde pintó el altiplano (el valle y el trópico) luminoso para saludar al espíritu de un pueblo y una raza.

Juan Rimsa nació dos veces. La primera tuvo lugar en junio de 1903, en un pueblito llamado Svedasai, un mes después de la muerte de Paul Gaugin, su primera ¡reencarnación! Su padre, Antanas, era sastre, y ese iba a ser el futuro de Juan si no huía a Ucrania tras la Primera Guerra Mundial. Vuelve a casa y se va de nuevo, esta vez obligado, a Viena para estudiar en una escuela de costurería y peluquería. Pero el joven, seducido por las vanguardias artísticas y el expresionismo alemán, enamorado del impresionista Vincent van Gogh, solo dibujaba un sueño: ser artista.

De París a Sao Paulo, huye de nuevo. Es carpintero en Minas Gerais, jornalero en la cosecha del café y zafrero en Mato Grosso. Tiene facha de cura o artista romántico, barba rubia como el sol y piel blanca fácil presa de los mosquitos. Intenta fundar un nuevo país en el gigante brasileño, ¡Nueva Lituania!, lejos de los bolcheviques, y retrata la exuberante naturaleza. Fracasa, tiene a su única hija, destruye sus cuadros; pero no se corta ninguna oreja. Adicto a la rebeldía, viaja a Rosario y luego a Buenos Aires. Nada más llegar, en 1931, se apunta a la Escuela de Bellas Artes. Como no tiene plata, pasa clases de manera clandestina y abandona, de nuevo, expulsado por los corsés académicos.

Faltan dos años para que Juan Rimsa renazca y pise por primera vez La Paz y 16 para que deje Bolivia definitivamente con la nacionalidad bajo el brazo y el ¡Cóndor de los Andes! alrededor del cuello. ¡Ahora sé que una banda militar irá a mi entierro!, dice risueño Rimsa a la prensa, aquel lejano 1950. Su ajayu trotamundos lo lleva a Bariloche, donde se asienta durante unos años; y de allí a Chile, Perú y Brasil. Entonces regresa a Bolivia para asumir la dirección de la Academia de Artes Zacarías Benavides de Sucre y abrir luego el Taller Rimsa, de cuyos alumnos, por cierto, recién se recuperó un mural en la capitalina casona Reynolds.

En el ínterin, el rebelde conoce a un joven potosino llamado Cecilio (Guzmán de Rojas) y a una joven paceña llamada Yolanda (Bedregal). Y la pinta. Y la vuelve a pintar. Y terminan pintando juntos, alrededor del fuego, la más bella e incandescente historia de amor, a base de cartas: largas cartas de cosas breves, cartas que a veces se pierden.

Ocho años después de dejar nuestro país, Rimsa llega a Estados Unidos y se arrima a la colonia lituana. “Hacia donde vaya, va con él Bolivia, su gente y su paisaje”,cuenta Yolanda, e informa que Juan había cumplido por fin su sueño de viajar a Tahití. Allí, Gaugin y Rimsa son la misma persona. La luz del altiplano brilla ahora con el color de la Polinesia. Los ocultos rostros aymaras tienen ya las sonrisas de las muchachas de Oceanía. Rimsa va a morir lejos, añorando quizás la Bolivia de sus primeros éxitos, y sus cenizas van a ser arrojadas al Pacífico. Este mayo de 1978 no va a sonar ningún bolero de caballería; ninguna banda militar irá a su entierro en el mar.

En realidad, Rimsa nunca se fue. Sigue acá la luz portentosa que brota de sus cuadros. La fiesta de color, la plasticidad de sus formas permanecen intactas. Su sensibilidad curiosa de foráneo resuena aún como alegría mística y telúrica en ¡Llojeta!, como ¡Fiesta indígena! en el altiplano. Una retrospectiva imperdible presenta la obra de Rimsa en el nuevo Espacio Patiño de La Paz. “Fueron suyos luz y color, gente y alma bolivianas”, cuenta Yolanda de su “niño grande”, del viejo profesor, del gran artista. ¿De dónde eres, Juan Rimsa? Del fuego eres, peregrino.

* Periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.