Icono del sitio La Razón

Vaciamiento de la población joven

La actual crisis que atraviesa la agricultura campesina está provocando una fuerte “expulsión” poblacional en las comunidades rurales, particularmente del occidente del país. La caída de la producción en este sector, con efectos en el consumo y la comercialización de alimentos, menoscaba de manera creciente los ingresos y la erosión del capital social de los hogares rurales, pues las familias quedan desestructuradas por la salida de uno o varios de sus miembros, particularmente de los más jóvenes; con el consecuente envejecimiento demográfico de sus poblaciones.

Recientemente se presentó un estudio sobre la migración interna en Bolivia elaborado por el INE, la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE) y el Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la UMSA, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta investigación muestra que 186 de los 339 municipios del país (el 55%) son “expulsores” de población. Algunos de estos movimientos se dan dentro de un mismo departamento, y constituyen generalmente una migración rural-urbana.

Veamos, por ejemplo, el caso de La Paz. Esta región cuenta con 87 municipios, y 54 de ellos (el 62%) registran un saldo migratorio negativo. Existen municipios con tasas muy elevadas de salida, como Papel Pampa, Ancoraimes, Inquisivi y Yaco, por citar solo algunos. Al otro extremo se encuentra El Alto, que se ha convertido en la segunda urbe más poblada del país, desplazando demográficamente a las ciudades de La Paz y Cochabamba. Su incremento poblacional responde más al crecimiento migratorio que al vegetativo. El origen de esta migración es principalmente de origen rural, pues el 83% proviene de las provincias y municipios del mismo departamento. A diferencia de lo que ocurre por ejemplo con Cobija, donde más del 90% de la inmigración proviene de otras regiones del país. Por efecto de la proximidad geográfica, se infiere que los migrantes jóvenes que llegan a El Alto provienen de los municipios paceños de Batallas, Pucarani, Puerto Pérez, Huarina, Achacachi, Santiago de Huata, Laja y Palca.

Huelga recordar que, a excepción de La Paz, Batallas y Achacachi, los municipios contiguos a El Alto son netamente rurales. Y en la mayoría de ellos los niveles de envejecimiento demográfico son alarmantes; con excepción de Palca, Laja y La Paz. Por ejemplo, en Santiago de Huata, por cada 100 personas menores de 15 años existen 111 adultos mayores de 60 años; en Huarina esta tasa es de 107, y en Puerto Pérez, de 80,5. A nivel nacional, el 2012 este índice fue de 27,8.

Otro indicador que evidencia este problema es la razón de dependencia. En la mayoría de los municipios paceños este indicador sobrepasa el 70%. Eso quiere decir que de cada 100 personas potencialmente productivas económicamente existen 70 dependientes (menores de 15 años o mayores de 60 años). A nivel nacional, en 2012, la razón de dependencia era del 67,1%.

El abandono de poblaciones jóvenes de estos municipios con destino a las principales ciudades del país o al exterior, especialmente a Argentina y Brasil, da lugar a fenómenos sociales como la presencia creciente de indígenas en las ciudades, lo que a su vez genera tensiones entre el mundo urbano y el mundo rural y la sostenibilidad alimentaria de estos grupos étnicos.

¿Qué hacen los indígenas cuando llegan a las metrópolis? Primero se ubican en determinados lugares de la ciudad, generalmente en las periferias y sectores alejados accesibles para su limitada economía y exiguos ahorros. Luego procuran insertarse a alguna actividad que les reporte ingresos. Si bien unos pocos tienen un nivel educativo superior al de algunos no migrantes, esto no basta para poder encontrar un trabajo asalariado, simplemente porque no los hay o hay muy pocos. Por tanto, trabajan de lo que sea. Este fenómeno es conocido como pluriactividad, y generalmente se da en ciertos nichos laborales informales creados por parientes o amigos de los migrantes ante la necesidad.

La migración interna, aunque ha disminuido en volumen y en intensidad, continúa siendo un factor de crecimiento de las ciudades bolivianas. En estos tiempos en que empezamos muy tardíamente a construir la política urbana nacional, urge abordar este asunto con políticas holísticas que tomen en cuenta la dinámica campo-ciudad; y cuya atención vaya más allá de preocuparse únicamente por los migrantes que llegan a las ciudades, tomando en cuenta las consecuencias de la salida de la población joven de las comunidades rurales.

La pregunta crucial en este caso es: ¿debemos seguir esperando la llegada masiva a las ciudades de migrantes rurales, especialmente de las tierras altas, o planificar emprendimientos para potenciar la transformación productiva en el campo y facilitar su vinculación comercial con los principales mercados? Lo adecuado sería avizorar y profundizar este tema, incorporando la migración interna como un elemento de la actual política urbana, actualmente en construcción y diseño.

* Sociólogo urbano, docente e investigador de la UMSA.