Moloc, DDHH y el Jockey club
Revisando la historia, se hacen lejanos aquellos tiempos oscuros en los cuales los fenicios, cartagineses y sirios rendían culto a un dios llamado Moloch Baal (Moloc). Personificado con una enorme estatua de bronce hueca con la boca abierta, niños y bebés eran ofrendados a este dios, quienes morían en el fuego que ardía en el vientre de su estatua, ante la mirada fría de un pueblo que tenía prohibido llorar el sacrificio de sus niños. Entre los horrores de la historia se relata que al caer Cartago, los nobles, creyendo haber disgustado a Moloc, ofrendaron 300 niños que murieron estérilmente para tratar de salvar a un pueblo que prontamente perecería.
Hoy, el mundo moderno celebra los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se construyen extensos discursos sobre los derechos inherentes a todos los seres humanos sin distinción, contemplados y garantizados por la ley; y en particular sobre los derechos de los niños, del interés superior de los menores como un conjunto de acciones y procesos orientados a garantizarles un desarrollo integral y una vida digna. Estos discursos vienen además acompañados por toda una logística normativa e institucional.
Sin embargo, más allá de los discursos, el crecimiento demográfico en las ciudades, los hacinamientos poblacionales y el incremento del consumismo han impulsado una vorágine comercial que ha distorsionado los valores, convirtiendo al hombre en lobo del hombre. En este contexto, hoy somos testigos de cómo en nuestra ciudad (una agonizante asociación de personas denominada “Jockey club La Paz” que se debate entre la agonía y legalidad desde hace décadas, apoyados por intereses comerciales de terceros y al amparo de un derecho espurio) se pretende sacrificar a cerca de 600 niños estudiantes del Colegio Loretto, al privarlos de su derecho humano a la educación, despojándolos de su centro educativo. ¿Dónde queda el mandato establecido en el Art. 26 de la Declaración de Derechos Humanos respecto a que “toda persona tiene derecho a la educación”? ¿Y qué del mandato instituido en el Art. 77 de nuestra Constitución Política que asegura que “la educación constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado”? No hay respuesta, solo un profundo silencio.
Ante este gris panorama, se evidencia que el sanguinario dios Moloc hoy se ha transmutado en un monstruo comercial, el cual si bien ya no es alimentado con holocaustos de niños, no duda en sacrificarlos arrojándolos a la calle, desconociendo sus derechos fundamentales, ante el silencio indolente de la sociedad y de las autoridades que, como en el pasado lejano, no sueltan lágrima alguna y continúan sacrificado a sus niños para satisfacerse a sí mismas y a sus propios intereses.
* Padre de familia.