Endeudamiento
En el último quinquenio el ritmo de endeudamiento se ha acelerado por buenas y malas razones.
Urge mejorar la calidad del debate sobre el futuro de la economía en el país. Por ejemplo, se debería reenfocar la discusión sobre los factores que determinan la sostenibilidad del endeudamiento público en el mediano plazo, y su uso para lograr objetivos de crecimiento y de estabilización macroeconómica.
Un dicho popular dice que cuando se habla de economía, “suelen existir mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. Esta afirmación no deja de tener algo de verdad en el debate que se ha desatado a propósito de la deuda pública externa del país, con el uso desprolijo de indicadores casi al gusto del cliente.
Evidentemente, la deuda externa per cápita de Bolivia ha aumentado bastante desde 2005, pero lo ha hecho a un ritmo menor que la expansión del ingreso global de toda la economía. El endeudamiento suele crecer con el tamaño de la economía casi naturalmente. Por caso, la deuda per cápita de Japón es de $us 28.200; la de México, $us 3.200; la de Perú, $us 2.300 y la de Bolivia, $us 880, aproximadamente.
Por ello, para contar con un indicador más certero los especialistas prefieren utilizar la proporción de la deuda en términos del PIB. En el caso de Bolivia, este porcentaje es de 24%, por debajo del promedio de la región. Si contrastamos simplificadamente ambos datos que describen la misma realidad, podemos enzarzarnos en discusiones que no llevan a ningún puerto. En cambio si recogemos elementos de ambas fotos, surgen cuestiones muy relevantes.
Resulta evidente que en el último quinquenio el ritmo de endeudamiento se ha acelerado por buenas y malas razones. Por una parte, como consecuencia de una economía que se está expandiendo y que precisa un mayor apalancamiento, algo esperado, y para lo cual aún se cuenta con cierto margen. Pero también este fenómeno responde a necesidades de financiamiento en un entorno en el que el déficit fiscal se mantiene elevado y el colchón financiero, que nos permitió capear la tempestad económica global por tres años, ya no es tan robusto. Si bien no atravesamos un escenario catastrófico, tampoco estamos en tiempos de una gestión sin riesgos.
El desempeño de la economía global para el próximo año no es favorable. Después de varias gestiones de vacas flacas y una muy breve recuperación, todo indica que se vienen un par de años económicos sino malos, al menos frágiles. Y en un contexto de mayor desconfianza de los mercados financieros hacia los países emergentes previsiblemente harán falta más divisas y recursos. Por tanto, el reto consiste en utilizar inteligentemente el margen de endeudamiento con el que aún contamos, priorizando su uso en las inversiones de mayor prioridad y rentabilidad; y sobre todo asegurándonos de que contribuya a limitar los riesgos de inestabilidad macroeconómica.