Como es usual al final de cada año, la CEPAL ha publicado las cifras sobre el desempeño económico de los países de América Latina en 2018, así como las previsiones correspondientes para el próximo año. En ese contexto, se señala que el crecimiento del PIB mundial en 2018 se ubicó en 3,2%, y el del comercio mundial, en 3,9%; mientras que los productos básicos registraron un alza del 11%, con cifras desagregadas de 28% para el petróleo, 5% para los metales y 3% para los productos agroindustriales. A su vez, la región latinoamericana mostró un crecimiento general ligeramente inferior al 2%.

En cuanto a las principales previsiones para el futuro, se espera el próximo año una reducción generalizada de los precios de los productos básicos de 7%, acompañada de mayores incertidumbres y caídas en la tasa de crecimiento de los países desarrollados; aumento de la volatilidad en los mercados financieros; y un debilitamiento del comercio internacional, agravado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y por las inciertas perspectivas del brexit. Incluso China reducirá su crecimiento futuro por debajo del 5%.

De manera general, no se identifican a estas alturas fuerzas motrices capaces de imprimir un dinamismo mayor a la economía mundial. En cambio, el riesgo mayor para América Latina consiste en un deterioro abrupto de las condiciones financieras, habida cuenta de que la región ha incrementado considerablemente su endeudamiento externo, aprovechando las bajas tasas de interés en Estados Unidos y en la eurozona.

Las cifras anteriores contienen un claro mensaje de alerta sobre el cambio profundo en el carácter de la coyuntura económica internacional. Las economías del Asia han reducido su crecimiento a la mitad. A su vez en las principales zonas desarrolladas de Europa y América del Norte ha concluido la etapa de recuperación posterior a la crisis financiera global de 2008, y se suspenderán por tanto los estímulos monetarios, lo que traerá aparejada un alza de las tasas de interés y el consiguiente encarecimiento del crédito.

Estas noticias no son buenas para el país. Primero, porque afectan frontalmente el doble déficit fiscal y de balanza de pagos. Segundo, porque en época de elecciones no es frecuente que la política económica se administre con la prudencia debida. Y tercero, porque la subordinación de todos los poderes del Estado bajo los designios del Órgano Ejecutivo alienta decisiones económicas irresponsables, que solo encuentran explicación en el apuro de retener la lealtad política de sectores sociales que empiezan a abandonar el frente oficialista.

Tal es el caso claramente del doble aguinaldo y otros beneficios monetarios que se anuncian para mediados del próximo año, no obstante que todo indica que tales medidas solo benefician a las corrompidas dirigencias sindicales, y resultan en cambio altamente inconvenientes para la mayoría de los asalariados del sector informal, además de que se traducen en una significativa contracción de las inversiones privadas reproductivas.

Por lo tanto, para impulsar el crecimiento se tendrá que recurrir, al igual que en el pasado, a la inversión pública, solo que ahora ya no existe la holgura fiscal que estuvo disponible entonces. El aumento del endeudamiento externo en condiciones poco transparentes y la pérdida de reservas monetarias no son las medidas más recomendables en estos momentos por todo lo señalado al comienzo de este artículo.

Por el contrario, lo razonable sería que la sociedad civil organizada genere espacios independientes para una deliberación sistemática, profunda e informada sobre la situación económica, política e institucional del país, con miras a identificar las reformas prioritarias en un horizonte de mediano plazo. Algo así podría reemplazar al debate político serio que ciertamente no es probable que ocurra.